Siendo socios de honor en La Sociedad de Amigos y Protectores de Espectros, Fantasmas y Trasgos que creó Gloria Fuertes, el 17 de cada mes, Glòria Langreo tratará de proteger los derechos de toda la imaginería ilustrada de garabatos para grandes y pequeños.
Este fin de semana fui a una de las bibliotecas de la Red Municipal de Bibliotecas de Barcelona (a la que no había ido nunca) para hacerme con algunos álbumes ilustrados que necesitaba. Me sorprendió encontrar un cartel que prohibía la entrada a mayores de 16 años, a no ser que fueran padres con sus hijos. Pensé que el cartel estaba por eso de estar, de alejar a los malos espíritus y San Se Acabó. Pero al entrar y sentarme en una de las mesitas con ordenadores para consultar el catálogo Chilias, una señora muy educadamente me dice que no puedo hacer eso, que esos ordenadores son para que los niños hagan trabajos del colegio. Trato de encajar la situación hasta que me doy cuenta de que creen que quiero algo más, algo malo, así que le cuento que yo solo quiero unos álbumes y necesito consultar el catálogo para comprobar el estante. Que si lo desea, puedo consultarlo en el piso de arriba y venir a buscarlos, pero que me parece un poco tonto. La señora, un poco avergonzada, me asigna otro ordenador —más cerca de la puerta—, me pide disculpas y me deja seguir con la búsqueda.
A los pocos minutos, entra una madre que acaba de dar de alta a su hija en la biblioteca, y consulta con el otro bibliotecario qué clase de control ejercen sobre los niños para comprobar que no se llevan a casa ningún libro que no les corresponda. Por ejemplo, yo no quiero que mi hija pueda alquilar el Mein Kampf, le dice. El señor le explica que en las bibliotecas municipales no hay libros sobre apologías, pero que si su hija necesita algún libro considerado adulto para hacer un trabajo del colegio, tendrá que pedir permiso en la sala Chilias.
Es todo muy raro. Parece que está claro que la primera planta no me pertenece por rango de edad, porque alguien lo ha decidido así, y que la niña (que por cierto, lleva una mochila de la súper desarrollada Hannah Montana) no tiene derecho a acceder a los libros que superen el primer piso. Las dos tenemos que recibir el beneplácito de los guardianes de los cuentos populares y las poesías ilustradas.
Pero este Lunes, estuve en una charla del ilustrador italiano Roberto Innocenti (1940, Bagno a Ripoli). Uno de los grandes. Un señor de 70 años que ha ilustrado prácticamente todos los clásicos, pasándose por la barba cualquier teoría de ‘lo infantil’. Innocenti es el padre de Rosa Blanca (Lóguez Ediciones, 1987), que recientemente ha cumplido su 25 aniversario, y dónde explica la historia de una niña en la Alemania nazi. Él ilustró este libro para explicar a su hija lo que había pasado no hacía tantos años de una forma durísima y desde la mirada de una niña: retrata estos pedazos de la historia que el sistema educativo actual se está empeñando en borrar.A pesar de la brillantez con la que sucede la historia, y la elegancia con la que habla de la muerte de la propia protagonista, pasaron casi diez años hasta que alguien se atrevió a publicar este libro. Fue Étienne Delessert y dicho en palabras de Innocenti, no fue con ningún afán pedagógico o educacional, sino para dar respuestas.
“Rosa Blanca dejó caer el bolso con la comida. Se quedó quieta, en silencio. Se movieron sombras entre los árboles. Eran soldados. Apenas se los distinguía. Para ellos, el enemigo estaba en todas partes. De pronto, sonó un disparo”.
Los colores tenues de todo el libro se ven contrastados por las banderas nazis y el lazo rojo que lleva en la cabeza Rosa Blanca, la niña, recurso que usaría —diez años más tarde— Steven Spielberg en La lista de Schindler. La cámara, el punto de vista, sube y baja generando empatías con el pequeño lector, e inquietudes en el más mayor.
Luego está La historia de Erika (Kalandraka, 2005), en la que Innocenti, 30 años más tarde, vuelve a tocar el tema narrando la historia de una familia que viaja en un tren hacia los campos de exterminio. La madre, por puro instinto de supervivencia, lanza a su bebé desde el tren, quién es recogido por una familia alemana y recibe un nombre alemán: Erika. La niña crece sin saber su procedencia, si es polaca, alemana, o de dónde proviene: es una superviviente. La crudeza de la historia se intensifica por la ausencia de rostros de los protagonistas. Se trata de una muestra de respeto hacia las víctimas señala Innocenti, pero la verdad es que resulta terrorífico. De nuevo, el color hace más cruda la historia, cuando el pasado se retrata en tonos sepias, a excepción del paquete rosa saltando del tren, y el presente a color.“Los adultos, padres, maestros, los protectores de los niños quieren para éstos las cosas que no hacen daño. Piensan que es mejor que el niño viva en un mundo dulce, mórbido, etéreo, infantilizado, reducido y protegido […] Este modo de educar es artificial y al creador le exige poco. Creo que los niños son más inteligentes y valientes. De todas maneras, es difícil decir quién se equivoca y quién tiene razón”.
Roberto Innocenti, Revista CLIJ, Año 9, Nº 87
Así que yo, no puedo evitar esbozar una gran sonrisa al imaginar la cara de esa madre preocupada por las inquietudes lectoras de su hija, al ver a la niña con alguna de estas bellezas de libros en sus manos y diciéndole: Mamá, estaban en la estantería I**(32)INO de Innocenti.
El título de esta entrada está extraído del prólogo de Rubén Lardín para El Día del Niño (Valdemar, 2003)
2010-11-17 11:57
Me encanta, Glòria.
Un beso.
2010-11-17 12:06
Gracias, Ana!!! Besos.
2010-11-17 14:37
Estupendo artículo, Glòria. Me guardo los títulos para mi hijas (y para mí, claro).
Saludos
2010-11-17 16:02
Muy buen artículo, yo también me guardo los títulos.
Por cierto, me ha recordado a lo que dice Boris Cyrulnik: “Los niños arropados, mimados, superprotegidos no superan las heridas de la vida. No están lobotomizados clínicamente, pero carecen de seguridad en la medida en que nunca han sido expuestos al dolor, a la tristeza, al sufrimiento. Es necesario que el niño conozca el miedo para que pueda superarlo. Privarlo de él es una manera de convertirlo en vulnerable. Marcuse decía que había que cumplir con todos los deseos de los niños para preservarlos de la neurosis. Estamos seguros ahora de que es un error. Los niños protegidos viven en una prisión y son incapaces de afrontar las cosas por sí mismos. Sufren tantos daños como los abandonados. Y la culpa es de los padres. Con su mejor intención tratan de arroparlos, pero consiguen un resultado exactamente opuesto.”
2010-11-18 14:31
También yo anoto los títulos.
Y aunque no esté directamente relacionado con la lectura de determinados libros, creo que es más fácil para estos niños “no arropados” asimilar situaciones como las vividas ayer en la tertulia “Alto y claro” de la televisión pública madrileña madrileña escandalo de sexo y racismo en TV delante de niños de Cádiz
Saludos
2010-11-18 15:29
Pues sí. Eso de considerar a los niños como objetos frágiles y delicados siempre en peligro de romperse es un tópico (uno más) a todas luces falso. Pocas cosas más duras de pelar y más empeñadas en sobrevivir a toda costa que un tierno infante. Para bien o para mal.
www.antoniolopezpelaez.com
2010-11-18 15:40
Muchas gracias por vuestros comentarios…
Y sí, lo de Telemadrid, no tiene nombre, aunque los niños ‘no se enteraran de nada’… Pero en fin, como dice Carmela, eso ya es arena de otro costal…
Espero que os enganchéis a Innocenti… El otro día descubrí ‘La Casa’ (Kalandraka)… solo he podido hojearlo pero tiene una pinta espectacular!!!