Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Médicos, clérigos, quiromantes, prostitutas, demuestran con su existencia que la desesperación es uno de los motores del mercado y que el consuelo efímero es uno de los productos más rentables.
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Salvo tal vez en sujetos extraordinariamente jóvenes y viscerales, no cabe hablar de torrente sanguíneo, sino como mucho de rítmico arroyuelo o sistólico regato.
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Si gracias a nuestro talento o, como más frecuentemente suele ocurrir, por obra del azar producimos una verdadera obra de arte, ¿qué nos impide repetir el milagro una y otra vez, como obreros de una cadena de montaje?
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Casanova, en un rapto de debilidad: si aún nos molesta y desconcierta la volubilidad de la mujer es porque, al contrario que nosotros, siempre ha evitado jactarse de ella.
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Sólo es posible crear algo verdaderamente nuevo desde el absoluto conocimiento de todo lo creado hasta la fecha o desde la ignorancia más perfecta de todo cuanto es previo a nosotros.
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Hoy que tenemos videojuegos que simulan y sustituyen a la guerra, ¿qué oscura función social cumple el deporte?
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Se ha dicho que siempre matamos, peleamos, creamos, cocinamos, pintamos, escribimos en un más o menos velado intento por impresionar a un miembro del sexo que nos atrae. Que el verbo se haga carne.
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El humor, en la vida y en el arte, está enormemente desprestigiado y sólo se nos tolera cuando media desgracia, vejez, muerte. Así, sí al serio Keaton o al hoy provecto Lewis pero no, aún no, a Carrey.
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Si las risas nos demuestran que una ocurrencia es buena, repitámosla aquí y allá hasta que deje de tener gracia; si el silencio y las toses nos gritan que es mala, repitámosla aquí hasta que empiece a tenerla.
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Luna tan culpable que se oculta tras los edificios.