Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Usan los niños la palabra con la insistencia y el desatino propios del que acaba de descubrir algo que aún no domina: del que, a medias fascinado y a medias horrorizado, y embriagado por algún licor hechicero o forzado por la naturaleza de la situación, se lleva su primer sexo a los labios.
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Sólo es bello el silencio en comparación con las palabras que en ocasiones ocupan su lugar.
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Abofetear al hijo díscolo, abofetear con herida dignidad al caballero que nos ofende para retarlo a duelo, abofetear a Gilda: por alguna razón paradójica reservamos el noble puño cerrado para resolver las cuentas pendientes con aquellos que no nos importan.
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Es terapéutico el cachete al menos para el que lo propina, que como en un trance hipnótico queda en paz con el mundo al escuchar la palmada.
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Casanova con un libro de medicina entre las manos: hasta la pubertad y tras el climaterio, la mujer es sin duda un ser racionalmente superior al hombre; entre estos dos eventos es un animal preso de sus hormonas y sus instintos, exactamente igual que él casi a lo largo de toda la vida.
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Mudo el contestador automático.
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Milenio nuevo, en el que al menos una de las dos carnes es pecado para todos.
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¿Cómo encaja el general horror a matar dentro de las teorías de la Evolución, si en el pasado quien arrancaba una vida conservaba la propia?
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Exhibe el poeta su muestrario de mundos fallidos como el feriante de barraca que cobra dos reales antes de enseñar su colección de embriones monstruosos en formol.
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Curioso mecanismo el de la penitencia: lavar el mal al prójimo con mal a uno mismo.