Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Me recuerdan los firmantes de los manifiestos a las pandillas que tratan de imponer por número sus razones en los patios escolares y los barrios deprimidos.
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El vestido que cubre con clemencia los cuerpos demasiado adultos le ha hecho un gran servicio al prestigio del desnudo.
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¿Perdonamos al vencido o nos perdonamos una vida de remordimientos?
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Salvo comer en caso de hambre insoslayable, dormir cuando nos vence el sueño y copular secamente, lo demás son gestos para la galería.
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El beso nos une al otro durante el tiempo justo para tantear sus dones sin que nos tomen al asalto sus defectos. Es, por tanto, un engaño voluntario que nos conduce al necesario amor carnal: he ahí el porqué de un gesto tan universal y caprichoso.
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Al pintar las paredes también blanqueamos las afrentas que tuvieron lugar bajo el techo de la casa. Pero ahí siguen, ahora blancas y por lo tanto luminosas y resplandecientes.
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La música, el más ordenado de los sinsentidos.
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Hablamos de la belleza de las matemáticas, pero ¿no es precisamente la tormenta ilógica en la que navegan y a la que se sobreponen lo que las hace ferozmente hermosas?
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Viajamos, pero al llegar aún somos, y en la ida está la vuelta, la vuelta en nosotros mismos, el seguirnos siendo sin remedio y el vernos en un nuevo espejo que confirme la imagen que entregaba el primero.
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¿Es exagerar faltar a la verdad o recalcarla?