Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Los limpios colores de los excursionistas desmienten todo lo vegetal que les rodea. Son como el bobo canto con el que el púgil sonado celebra su victoria por accidente sobre una naturaleza en decadencia.
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La cotidiana victoria del hombre sobre los elementos no tiene valor si consideramos que hace siglos que dejó de luchar con ellos. Secar un río, talar un bosque, es como marcar un gol de rebote o como encontrarse un billete en el suelo al agacharse a atar un rutinario cordón de zapato.
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Vanidoso tú, hijo de Sodoma, que no buscas sino tu cuerpo en el resto de los cuerpos.
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Sea entonces Dios el mismo Sol, pues lo ilumina todo pero nos niega su rostro y castiga con lágrimas y decepción al que pretende verlo.
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Fútbol en la televisión: una intrascendente partida privada de ajedrez, durante la cual a uno nunca le dejan mover la ficha que desea y tras la cual por tanto cualquier resultado adverso puede ser festejado como una goleada a favor que demuestra nuestra superioridad sobre el técnico del equipo al que animamos.
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Deporte de caballeros coreado por patanes: el acto de corear denigra al hombre y lo convierte en masa aún peor que conforme: entusiasta.
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¿Es entonces su silencio lo que hace sabio al ajedrecista?
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Más ridículo que el desprestigiado adepto incondicional es el partidario que finge imponer condiciones a una instancia que no le escucha.
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El intolerable guiño a nuestro lado frívolo que supone el que existan los colores.
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Hacerse acompañar de perros para aparentar dignidad por contraste es una práctica habitual entre vagabundos y ancianos.