Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
Por la ventana veo plátanos. El plátano es la fruta de los ganadores. No hay nada bueno que no pueda ser dicho de un plátano. En todos los sentidos, el plátano es un objeto ejemplar. Los poetas han llegado a compararlo con el oro.
Lo más desconcertante es que el árbol del plátano también se llama plátano. Así, los plátanos forman una especie de santísima trinidad de dos. Puede darse el caso de que en un texto se confunda el plátano árbol con el plátano fruto —que es como si Dios padre se confundiera con Dios hijo—. En esa situación debe uno fijarse en el contexto. Hay un contexto para cada tipo de Dios y otro muy distinto para cada tipo de plátano.
El plátano también está presente en el mundo del arte. Andy Warhol pintaba plátanos. Carmen Miranda hizo del plátano una forma de peinado, e incluso Walt Disney le dedicó una canción que puso cobardemente en boca de un oso. Eso es todo, por lo menos de momento. La semana que viene hablaremos de otra fruta o mejor de otra cosa.
2009-06-08 21:01
Pues ten cuidado, porque oro parece, platano es, ¿eh?
2009-06-09 10:07
Pues debe ser que en centroamérica tenemos tantas palabras para referirnos a los plátanos como tienen los Inuits para referirse a la nieve, porque una cosa es un plátano, otra cosa es un banano, otra cosa es un maduro, otra cosa es un guineo y otra cosa es un cambur. Precisiones.
2009-06-12 18:28
yo he separado alguna vez con un plátano las aguas de esa especie de mar rojo que se rompe entre dos bonitas piernas