Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Veo a un mimo que finge ser estatua subido en un cajón; blande su paraguas cerrado como si fuera una espada. Un niño de seis años lo señala mientras tira de la manga de su padre. Le brillan los ojos, pero a un niño los ojos se le iluminan con cualquier cosa: un caramelo, un árbol, un perro que agoniza; un mimo.
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Los futuros defectos del niño se hacen patentes cuando uno trata de imaginar al hombre que lleva dentro. Si nos zafamos del instinto paternal y tomamos a los niños como adultos en miniatura podemos llegar a sentir vértigo, que es lo previo a la náusea. En cada niño está larvada toda la ruindad humana, la capacidad de robar, matar, abusar del prójimo y derribar paredes sin permiso de obra.
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Y todavía hay degenerados que se acuestan con ellos.
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Leyes:
El secreto está en robar lo suficiente para poder pagar un buen abogado.
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Negocios. Los gestos de los aparcacoches se parecen a los gestos de los corredores de bolsa: todos juegan a lo mismo. Magnate es sinónimo de mangante, como cualquier niño descubre en cuanto empieza a manejar el lenguaje abstracto. Es imposible probarle nada a un rico: todos tienen coartada: están comiendo marisco mientras se producen los hechos.
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Distribuir la riqueza no significa dividirla en varias cuentas en Suiza.