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Sobre la sequía: desde que se inventó la cantimplora, la culpa de que no haya agua la tiene sólo el hombre. Desde que Alá inspiró al diseñador de la primera alcantarilla, la culpa de que se nos inunden los portales la tiene el Ayuntamiento. Desde que contamos con recursos para hacer trasvases la culpa de que siga habiendo dos Españas, seca y húmeda, la tiene precisamente el que haya dos Españas, norte y sur, con dos maneras de entender el agua: como un bien que no debe faltar o como un bien que llegará algún día.

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Es posible ver el pantano medio lleno o medio vacío.

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El tiempo corre inexorable y nos tememos que el agua, con el tiempo, deje de correr: como en una ciudad habitada únicamente por poetas, vivimos a caballo entre la privación y el exceso.

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Mejor no pensar en el ciclo del agua, que llena los pantanos tras caer por Dios sabe qué polutas laderas, y fluye hasta nuestras casas a través de kilómetros de tuberías oxidadas. Peor es el ciclo del hachís, que llega a Europa oculto en el intestino de un individuo con antecedentes: el ministerio de Sanidad podría incidir en este particular durante sus campañas de prevención.

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La historia de la humanidad es también la lucha del hombre contra sus escrúpulos.