Camilo de Ory necesita dinero. Cada lunes, en la sección Causas justas de Libro de Notas, lanza al aire una serie de pensamientos tan erráticos como su visión del mundo y tan breves como su jornada de trabajo. Animamos a los lectores a entrar al trapo y crear a pie de página un bullicioso foro de debate en el que cualquier conducta antisocial tendrá, que nadie lo dude, su justa recompensa.
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Distribución de turnos en la biblioteca pública: antes del mediodía encontraremos la sala ocupada, poco ocupada, por los parados, los jubilados y cualquier otra suerte de vago natural; por los opositores tenaces y algún universitario que ya ha aprendido eso que siempre cantan los rockeros que nunca han pisado un aula de que en realidad no hay nada que hacer en clase.
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A partir de las cuatro la calma deja paso al bullicio más o menos soportable de los adolescentes que acuden a estudiar en grupo: son la peor compañía del mundo si uno necesita concentración, pero la mitad femenina de la tropa nos brinda un soberbio espectáculo visual.
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Una quinceañera andaluza en silencio (en silencio relativo: no pidamos peras al olmo) es la viva encarnación de la belleza, aunque si abre la boca la cosa se tuerce: su indiscutible vacuidad corrompe cual si de uno de esos anónimos fulanos que usan gabardina y reparten gratuitos caramelos se tratara a su no menos evidente hermosura.
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Las lolitas modernas no se privan de hablar en la biblioteca, pero por fortuna resulta imposible adivinar lo que dicen: el encargado y los carteles admonitorios las fuerzan a comunicarse con susurros. De este modo su falta de educación no afecta a su atractivo. Nadie va a negar a estas avanzadísimas alturas de la corrida que la cultura en algunas gloriosas ocasiones embellece.
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La biblioteca, igual que la estación de autobuses, es una zona de elevada tensión erótica donde mandan las miradas y las poses. El lenguaje del cuerpo es más importante cuando el lenguaje a secas no está a la altura de las circunstancias: a la altura de la primavera, y perdónenme ustedes la mariconez: no hablo de flores con libadora abeja, sino de groseras calenturas y rijo desatado.
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La biblioteca ofrece al joven la oportunidad de sacarse un carné de algo y de utilizar una taquilla como los adolescentes USA: yo hubiera sido un púber feliz de haber dispuesto de una para esconder mis complejos y las revistas de bañadores, que eran el centro de mi vida amorosa.
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Todo en la biblioteca me pone burro, sensible como soy. Hasta la bibliotecaria suele tener a mis lascivos ojos un inequívoco aspecto de estricta administradora de disciplina inglesa. Por eso he elegido dedicarme a escribir en lugar de hacer algo más rentable y menos bochornoso: para que mi nombre en una estantería sea testigo eterno de ese irrepetible y cachondísimo ambiente.
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En cuanto a las medidas de seguridad, sería mejor que los tipos huraños y ensimismados que hojean los manuales de electrónica en horario de mañana no contaran con una taquilla en la que meter la cabeza cortada de nadie. Vemos, y tal vez con razón, un psicópata en quien se acerca a un libro sin estar obligado a ello. El lector, incluso el lector de recetarios de cocina, y no digamos el de poesía contemporánea, va quedando como un bicho raro fácilmente identificable por el físico, o quizá sean las limitaciones físicas las que convierten a un potencial aventurero que no conoce el miedo ni las fronteras en un lector solitario.
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Bibliotecas, los billares de los desempleados con temperamento antisocial.
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Pero una mesa de billar da más consuelo que un libro: es difícil pensar en lo negro que está el futuro mientras se juega, y el tener un palo en la mano hace que uno se sienta agradablemente poderoso.
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Buscar en la biblioteca lo que uno no encuentra en casa.
2008-11-10 10:07
Parece que mis viejas plegarias fueron atendidas, y ese vago que es Camilo de Ory ha escrito un artículo de más de cinco líneas.
No sé qué decir. ¿Por fin un Ory sufre un ateque de vergüenza torera? ¿Estamos ante un momento histórico? ¿Es Camilo la Personificación del Sueño Americano? ¿No es país para viejos? ¿Será que nadie puede resistirse a la sonrisa impecable y a la impresionante y bellísima voz del nuevo columnista de largo recorrido?
Lo único que puedo decir, en fin, es, enhorabuena, España y españoles inteligentes del mundo. Aunque Camilo lo mandara todo al carajo, seguiría siendo todo un avance el que alguien como él llegue a las diez líneas. Así que… larga vida a Camilo. Y que de speeches desde el balcón, como todo borracho.
2008-11-10 10:08
Ataque. Sufre un ataque.
No un ateque.
Un ataque.
2008-11-10 11:56
Creo que estoy en completo desacuerdo contigo. En primer lugar, el ser humano mantiene desde siempre esa necesidad constante de echar la mañanita, hay muchas formas de hacerlo, y en eso consiste ir a la biblioteca; es una forma de estar en un sitio del que en principio no pueden echarte y tirarte ocho o diez horas de gratis: ya sea leyendo una novela, una revista, una antología e incluso, por qué no, una breoooops mengaleirah.
Además gracias a todo esto uno puede escapar, de alguna manera, de la realidad, tan abrupta, aburrida… Sólo decirte que sin bibliotecas muchas personas no entenderíamos por qué la vida es algo más que un paseo sin sentido.
Ahora, que tú no las necesites… ya es otro cantar.
2008-11-10 11:57
Soberbio.
2008-11-10 12:08
Sí: soberbio, y, además, vanidoso, altanero, arrogante, endiosado, encastillado, jactancioso, impertinente, inmodesto, pedante, afectado, hinchado y fatuo.
¡Ja!
2008-11-10 13:40
¡Qué casualidad más bella! Te escribo justamente desde una biblioteca, en donde las féminas presentes aquí hacen apartar mi vista de la pantalla del portátil, que me ofrece letras atractivas pero no cuerpos reales muy atractivos. Creo que he entrenado muchísimo mi cuello para esta ocasión, para ver pasar a todas esas bellezas. Ahora mismo observo a una perla de mar mordiendo un bolígrafo de color verde, concentrada en un papel o lo que tenga delante.
2008-11-10 18:32
Y, mientras tanto, desde la barrera puedes ver a todos esos adolescentes, de más de 35 años: suspirando por quinceañeras que se limiten a admirarles y tratarles con mimo y adoración, sin reprocharles nada; prestándose a hacer y decir, por un simple pestañeo provocador, todo aquello que no harían ni dirían ante cualquier otra persona “corriente y moliente”; a …
¡Es tan divertido obervar este panoráma!
2008-11-10 21:16
¡Qué razón llevas en lo de la poesía contemporánea!
Yo siempre que voy leyendo uno (no sé por qué sigo haciéndolo) lo tapo para que nadie vea lo que leo.
2008-11-11 23:09
Muy buen escrito y muy cierto.
Lo malo es que, ocasionalmente, cuando llueve, algunas otras feminas robustas se meten en las bibliotecas y echan a perder la vista a la que acertadamente se refiere Camilo.
Deberian ponerles puertas angostas.