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Traduttore, traditore por Elisabeth Falomir Archambault

Desentrañar significados ocultos, concebir el texto como espejo, invocar la palabra detrás de la palabra y desvelar palimpsestos: todo esto nos proponemos hacer los días 20 de cada mes. Elisabeth Falomir Archambault, traductora y otras cosas, hablará de etimología y corrientes traductológicas, descubrirá curiosidades sobre el oficio del trujamán e intentará desenmascarar a traductores y traidores.

Sagradas (y traducidas) escrituras

Asunto delicado este de lanzarse a traducir la Biblia. Y si no, que se lo pregunten, por ejemplo, a William Tyndale o a Étienne Dolet, que en el siglo XVI murieron condenados en la hoguera, acusados de herejía en un tiempo en el que la lectura y traducción de la Biblia en lengua vernácula estaba prohibida a menos que así lo autorizara el episcopado. En efecto, la Iglesia Católica Romana tenía derecho exclusivo sobre la exégesis de las Sagradas Escrituras, basada en una sola versión canónica en latín vulgar, la Vulgata. Más suerte tuvo Francisco de Enzinas, humanista y protestante que tradujo el Nuevo Testamento por primera vez del koiné (lengua común griega), su idioma original, al castellano, aunque también por ello fuera perseguido.

Pero es al llegar al siglo XX cuando surge la figura de quien, quizá, más haya trabajado en favor de la expansión de la Biblia y de su traducción a lenguas modernas: Eugene Nida (1914-2011), lingüista, lexicólogo, teórico de la comunicación y sacerdote baptista. Estuvo a cargo de las traducciones de la Sociedad Bíblica Americana y durante más de cincuenta años formó a traductores nativos de numerosas lenguas para que pudieran ofrecer los textos bíblicos adaptados a sus culturas.

Con esta ambiciosa finalidad, Nida estableció el principio de equivalencia dinámica (en oposición a la equivalencia formal), en el que se persigue el equilibrio entre la comprensión del contexto original y su análogo en la lengua meta, teniendo siempre en cuenta los parámetros culturales del lector. Para él, la traducción consistía en producir en la lengua meta el equivalente natural más próximo posible al mensaje de la lengua origen, primero en lo que se refiere al significado, y luego en lo que se refiere al estilo. No se debían forzar las estructuras formales de una lengua sobre otra ni pretender traducir palabra por palabra; al contrario, había que reproducir los mensajes según los modelos estructurales de la lengua del receptor.

Según este principio, por ejemplo, no habría inconveniente en sustituir la higuera bíblica, si fuera un árbol poco conocido en la cultura meta, por algún otro árbol autóctono: el objetivo era, ante todo, acercar la palabra sagrada y ofrecer un texto comprensible para cualquier hablante de cualquier rincón del globo terráqueo. Se daba prioridad a la eficacia de la comunicación del mensaje original divino, dado que hasta entonces los traductores bíblicos habían preferido conservar la correspondencia formal y gramatical en detrimento del contenido, dificultando así la comprensión.
Lo importante para Nida era que la esencia del mensaje (o estructura profunda) se conservara en el nuevo contexto cultural; que la reacción del receptor de la obra traducida fuese la misma que la de los lectores del original. Como traductor de la Biblia y teórico de la traducción al mismo tiempo, su pragmatismo se refleja en la importancia que le da a lo que se dice en el original en oposición a la forma en que se dice.

Nida afirmaba que la dificultad de traducir la Biblia no reside en que haya lenguas más nobles o puras que otras, sino que hasta mediados del siglo XX el enfoque traductológico de las Sagradas Escrituras se había planteado de modo erróneo: para posibilitar el concepto de correspondencia dinámica hay que proceder a la exégesis, y Nida defendía la validez de esta frente a la hermenéutica. Esta última es la interpretación del mensaje en el contexto actual. Se basa en la crítica histórica, en el análisis y adaptación del texto al espacio contemporáneo. La exégesis, en cambio, es la interpretación del texto en su contexto original, el de la época de las escrituras, y pretende estudiar el propósito, el contenido doctrinal y las conclusiones que pueden obtenerse de un texto dado. Según el propio Nida, las palabras no pueden ser comprendidas correctamente aisladas de los fenómenos culturales localizados de los cuales aquellas son símbolos. Y de muestra, un botón: en 1978 dirigió un proyecto que reunía a un equipo de traductores cuya finalidad era traducir la Biblia al inuktitut, la lengua de los inuit. El resultado vio la luz casi un cuarto de siglo después, dada la dificultad, incluso utilizando la equivalencia dinámica, de hacer comprensible para los inuit una historia atiborrada de plagas de langostas, palmeras, asnos, desiertos de arena y otros elementos nada habituales en las regiones árticas.

Nida, además de sus ampliaciones conceptuales en el campo de la traducción contemporánea, teorizó sobre los aspectos traductológicos de la Biblia y contribuyó a que el libro más traducido de la historia de la humanidad se extendiera también a idiomas minoritarios. Al fin y al cabo, parece que Dios necesitaba un empujón para lograr comunicarse en todas las lenguas del planeta.

Elisabeth Falomir Archambault | 20 de octubre de 2012

Comentarios

  1. Marcos
    2012-10-20 13:05

    Interesantísimo. ¿Y este concepto de la equivalencia dinámica tuvo eco más allá de la Biblia? A mí en principio me cuesta mucho verle las ventajas. Llevado a un extremo, obligaría a traducir el libro para Andalucía y, por ejemplo, para Galicia, dada por ejemplo la simbología que puede tener un olivio o un roble en un sitio y en el otro. Es decir, que ya no son traducciones a idiomas, ni a países, sino a localidades o regiones. Y en realidad, el asunto de la higuera se soluciona con una nota al pie, o un comentario del cura cuando da misa. ¿No?

    Saludos

  2. Elisabeth
    2012-10-22 15:09

    El concepto de equivalencia dinámica se crea originalmente para describir distintas maneras de traducir la Biblia, pero es aplicable a cualquier traducción, siempre que la comprensión del texto sea más importante que la conservación estrictas de las palabras originales. Por eso suele usarse con más frecuencia en textos literarios (suele haber más metáforas, símbolos, etc). Cierto es que da como resultado traducciones a menudo demasiado localistas. De hecho, Nida iba más lejos y afirmaba que no solo era necesario adaptar el texto a cada cultura meta, sino que las traducciones «caducaban» cada cincuenta años. Pasado ese tiempo, se hacía necesario traducir y actualizar de nuevo…

  3. Miguel A. Román
    2012-10-24 11:01

    No sabía que Nida se había muerto, aunque realmente es que no sabía que seguía vivo, era muy mayor.

    Lo cierto es que el panorama dista mucho de ser tan simple.

    Las propuestas de Nida en lo que respecta a la equivalencia dinámica en lingüística comparada y traducción son apropiadas y aportan una codificación mucho más científica a lo que se llamaba la “traducción libre” (frente a la “literal”)

    Sin embargo siempre pensé que Nida podría haber puesto manos a las obras de Homero, Aristófanes o Herodoto y hacerlas a una lectura moderna más amenas (de lo que ya son). Pero su condición de sacerdote Baptista y su profunda fe le hicieron meterse en el jardín de la Biblia.

    Por situar el caso de la “misa” que menciona Marcos, la Biblia es tomada de forma muy distinta por católicos y ortodoxos frente a los protestantes, especialmente (entre estos) las iglesias luteranas y evangelistas y la baptista en particular.

    Para católicos, ortodoxos (y, en alguna medida, los anglicanos) la interpretación de los textos sagrados es vertical, desde la jerarquía y los exégetas autorizados (e iluminados por el Espíritu), con lo que da igual lo que diga porque la interpretación es preconcebida. Pese a ello, y para no caer en algún renuncio, el Vaticano mantiene un férreo control sobre las traducciones que debe ser autorizadas (nihil obstat) para ser difundidas y utilizadas.

    La encíclica Dei verbum, surgida de Vaticano II, se emplea específicamente en este aspecto:
    Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios. (Dei verbum, 12)
    Pero como la palabra de Dios debe estar siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y con el beneplácito de la Autoridad de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la colaboración de los hermanos separados, podrán usarse por todos los cristianos. (Dei verbum, 22)

    Pese a ello, y bajo el espíritu de este último párrafo, hubo contactos entre Nida y las comisiones reformistas emanadas del concilio. Tiempo perdido. Nida y la Biblical Society tenían miedo de que les acusaran de dar pistas a los católicos, y estos de que se dijera que habían aceptados ideas de un clérigo baptista.

    Pues para la mayoría de las iglesias protestantes emanadas del luteranismo la lectura de la Biblia goza de un aceptable “liberalismo”, donde la interpretación es responsabilidad del creyente lector (que ha de hacerlo, por supuesto, con rigor y la luz del espíritu divino).

    Pero esto es un arma de doble filo, que deja buena parte de esta responsabilidad al traductor. Y aquí es donde entra Nida y su método. Si bien es cierto que Nida no participó directamente en casi ninguna de las comisiones de traducción, la BS se lanzó a promover revisiones de las versiones más influyentes, en algunos casos con un liberalismo tal vez demasiado “alegre”, creando, en el mejor de los casos, polémica e incluso, en los peores, escisiones y acusaciones cruzadas de herejía.

    Por poner un par de ejemplos de los más discutidos:
    El versículo 14, cap. 7 de Isaías, se ha traducido tradicionalmente como:
    “una virgen concebirá y dará a luz a un hijo”
    el término “virgen” utilizado en la versión fuente griega (llamada septuaginta o “de los setenta”, es “παρθένος” (partenos), pero la versión en el tanaj hebreo, הָעַלְמָ֗ה indica un matiz que, más que a un virgen consagrada activamente, habla de una jovencita doncella, núbil, virgen solo por estar en una edad en la que todas los son. El caso es que los traductores de la biblia para la versión estándar revisada (RSV) se decantaron por
    “una joven concebirá…”
    sin mención alguna a virginidad explícita, lo que deja la referencia invocada por San Mateo 1,23 (ya en griego) en una “interpretación” personal del evangelista. Lo cierto es que en los otros puntos del AT donde aparece ese término se traduce normalmente como “joven” (Gen.24:43, Éx.2:9) mientras que “virgen” propiamente dicho aparece en otros párrafos como בְּתוּלָה . Además, los traductores usaron el léxico hebráico en ese punto, pero obviaron que la frase del tanaj figura en pretérito: “la doncella ha concebido y parirá un hijo”. A este (y otros) ejemplos de revisión se agarraron algunos sectores conservadores de varias confesiones para volver la vista a la muy tradicionalista versión King James y cortar amarras con progresistas y guiños ecuménicos.

    En el caso hispanoparlante, la mayor parte de las iglesias evangélicas y adventistas, con mucha presencia en hispanoamérica (algo menos en España), utilizan la traducción bíblica de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera (1602), que usaron la Vulgata como fuente exclusiva.
    La aplicación de las traduciones “dinámicas” de Nida condujo a una revisión de la Reina-Valera en 1960, donde, entre otras cosas, tenemos la 1ª epístola de San Pablo a los Tesalonicenses que, en el versículo 4 del capítulo 4, donde decía:
    …que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor
    dice ahora:
    …que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor
    aquí la palabra en disputa es σκεῦος, cuenco, cacharro, vaso (de cerámica), casco de nave,… pero, en un sentido muy amplio, también enseres, posesiones domésticas ¿como la esposa? Lo cierto es que el sentido en ambos casos es ostensiblemente dispar. La versión católica traduce “cuerpo”, asumiendo que el apostol utiliza “vaso de barro” como el continente físico del alma; otra suposición que, acertada o no, niega al lector (creyente o no) la posibilidad de elegir su interpretación y se la da ya masticada, pese a que algunos autores sensatos, independientemente de su confesión, abogan por una traducción más literal y una nota aclaratoria de las posibles variantes e interpretaciones.

    De alguna manera las ideas de Eugen Nida en lo lingüístico, que tengo por válidas y bienintencionadas, se han vuelto contra su propio anhelo en lo religioso. Por un lado, casi todas las revisiones (creo que todas) han partido de una traducción previa y no de las fuentes más cercanas a los originales, limitándose a modificar aspectos léxicos y nunca morfológicos. Y, por el otro, los traductores están emocionalmente implicados al mismo tiempo que manejan textos dirigidos a lectores emocionalmente condicionados.

    Como ya previera San Pedro:
    “En todas sus cartas se refiere Pablo a estos mismos temas. Hay en ellas algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tergiversan, como lo hacen también con las demás Escrituras, para su propia perdición” (2Pe, 3:16).

  4. Don Lindyhomer
    2012-10-24 21:39

    Uno. Jesús nace de una virgen porque, como muy bien dijo Levi-Strauss, es en el campo de los mitos donde lo de “traduttore, traditore” tiende a cero. Menudo hijo de Dios de chichinabo sería si no…

    Dos. El símbolo es constitutivamente ambiguo y polivalente, incluso en la misma cultura. El fuego igual sirve para igual para purificar la carne que para representar el deseo sexual. Hay que relacionarlo con el imaginario en el que chapotea para captarlo, y nunca será de una forma cerrada y completa. El símbolo o la metáfora mantiene siempre una inadecuación. Si no es una alegoría. Hay una tentación semiótica de establecer una correspondencia unívoca entre significante y significado, y después liarse con las equivalencias dinámicas. ¡Horreur! A mi siempre me parecerá más bonito explicarle qué es una langosta a un eskimal.


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