El día 15 de cada mes nos asomaremos al deporte desde un punto de vista relajado, tal y como se disfruta desde el sillón. Pretendemos analizar de un modo distinto al habitual cuestiones de actualidad, momentos míticos o incluso recuerdos personales. Para ello, Luis A. Blanco se aprovechará de su conocimiento enciclopédico sobre el pasado y el presente del deporte para salpicar sus historias con anécdotas, trivialidades o datos poco conocidos para el gran público.
El primer fin de semana de agosto se celebró en Barcelona el Campeonato de España de Atletismo. Aparte de resaltar, salvo contadas excepciones, el pésimo nivel general del deporte más importante (que no mediático) en nuestro país, el certamen nacional sirvió para ofrecernos la última exhibición del mediofondista español con mayor talento natural de la historia: Reyes Estévez.
Estévez se aprovechó de un ritmo que actualmente le viene que ni pintado (3:38) y de las deficiencias tácticas de sus rivales para exhibirse con un ataque brutal, y dar una sensación de superioridad aplastante sobre los Higuero, Casado y compañía. Uno no puede por menos de alegrarse, ya que ha seguido al barcelonés durante gran parte de su carrera, y ha vibrado con sus éxitos y se ha enfadado con sus fracasos.
La primera noción que el gran público tiene de Reyes Estévez es en los campeonatos de Europa júnior que se celebraron en el Estadio de Anoeta de San Sebastián, en 1993, curiosamente retransmitidos por TVE. Se proclamó campeón con cierta suficiencia en los 1500 metros, con tan sólo 17 años. En 1995 repetiría título. Reyes era ya entrenado por el mítico Gregorio Rojo, olímpico en Londres 1948 y que había guiado la carrera, entre otros, de José Manuel Abascal.
Tras ser semifinalista en su debut a nivel absoluto en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Estévez se presentó en el Campeonato del Mundo de Atenas 1997 para seguir aprendiendo, y su presencia en la final ya era un premio suficiente a los ojos de todos. La prueba estaba atravesando un relevo en el mando, ya que la supremacía del argelino Nourreddine Morceli, campeón mundial y olímpico, se veía seriamente amenazada por el marroquí Hicham El Guerrouj. Sólo una desafortunada caída había impedido a este último luchar de tú a tú con Morceli en la final olímpica de Atlanta. Al soriano Fermín Cacho se le situaba un escalón por debajo de los dos norteafricanos.
La carrera no defraudó. El Guerrouj hizo su típico ataque al toque de campana y Cacho y Morceli trataron de seguirle, sin mucho éxito. Estévez esperaba su momento en el grupo. Finalmente, el marroquí se impuso fácilmente, con Cacho segundo. El soriano, poco después de cruzar la meta, vio entrar bastante rápido a Estévez, y le preguntó si había quedado cuarto: creía que nadie más podía ganar a Morceli. Reyes le contestó que no, que había sido tercero. Había aprovechado su gran punta de velocidad final para superar al argelino en los últimos metros. La sonrisa de ambos lo decía todo. Pocos días después, Cacho batiría el récord de Europa, aún vigente, en Zürich. Mientras El Guerrouj iba a dominar la prueba con mano de hierro los siguientes siete años, de Morceli nunca más se supo.
El relevo a nivel nacional se produciría en 1998. En el Campeonato de Europa celebrado en Budapest, Estévez conseguía el título, mientras que Cacho sólo podía ser tercero. Estévez parecía tener unas aptitudes naturales para la prueba: dominaba la situación de manera total, su táctica era perfecta y su explosivo final, demoledor para los rivales. De hecho, sólo en contadas ocasiones ha probado distancias superiores, contrariamente a la evolución lógica de la carrera de un corredor de 1500 metros.
El Mundial de Sevilla, en 1999, se presentó como el asalto de Estévez a la cumbre. Pero El Guerrouj, que ya había batido los récords mundiales de 1500 y la milla de Morceli, tenía miedo del potentísimo final del catalán, por lo que decidió cambiar de táctica. Sabedor de que Estévez aún era inferior a él en carreras muy rápidas, puso al otro marroquí que se había clasificado para la final, Adil Kaouch, a tirar del grupo como si se tratara de una liebre en una reunión comercial. El grupo se fue rompiendo y detrás del campeón, llegaron, uno por uno, el resto de sus rivales, encabezados por el keniano Noah Ngeny y los tres españoles, Estévez, Cacho y Andrés Díaz. El Guerrouj había ganado en 3:27, lo nunca visto en un gran campeonato. Estévez nunca correría más rápido que aquel día: terminó en 3:30.57 y dispuesto a tomarse la revancha en los Juegos Olímpicos de Sydney.
Para ello, en 2000 decidió enfocar toda su preparación para la cita olímpica, sin brillar apenas en toda la temporada. La lesión de Cacho dejaba, además, una plaza libre más para la formación del equipo. Sin embargo, Estévez fue ampliamente superado en los campeonatos de España de Barcelona y, en la decisión más polémica de la historia del atletismo español, no fue seleccionado para acudir a Sydney. El equipo lo formaron Díaz, José Antonio Redolat y Juan Carlos Higuero. El desarrollo de la prueba nos hizo añorar aún más a Reyes, empezando por el hecho de que Redolat no se clasificó para la final. El Guerrouj y Kaouch repitieron la táctica de Sevilla, pero Hicham no estaba para aquellos ritmos tan altos y fue batido por Ngeny, en una de las mayores sorpresas de los Juegos australianos. La marca final, 3:32, era ideal para las características de Estévez, que a buen seguro se hubiera encontrado en gran forma a finales de septiembre, y hubiera podido con alguno de sus rivales, si no con todos, en aquella recta final. Díaz fue séptimo e Higuero, octavo.
El siguiente ciclo olímpico nos trajo a un Estévez cumplidor, pero ya con su categoría de fuera de serie definitivamente perdida, quién sabe si por el palo moral que supuso no acudir a Sydney. Aún así, consiguió un subcampeonato mundial indoor en Lisboa en 2001, y estuvo a punto de revalidar su título de campeón de Europa en Munich, en 2002: sólo la foto-finish determinó que el francés Mehdi Baala, otro gran clase, le había superado por dos milésimas de segundo. En las grandes competiciones a nivel mundial, obtuvo plaza de finalista (esto es, entre los ocho primeros) tanto en los mundiales de Edmonton 2001 y París 2003, como en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Aunque El Guerrouj y el keniano Bernard Lagat eran claramente superiores, siempre se esperaba de Estévez al menos un bronce. Pero se lo llevaba gente como el propio Baala, el portugués Rui Silva, el ucraniano Ivan Heshko y hasta el francés Driss Maazouzi, un petardo de cuidado. Fue en este período cuando Reyes se ganó su fama de poco trabajador para todo el talento que atesoraba.
El siguiente intento de Estévez de volver a los titulares fue un poco sorprendente; aprovechando que los campeonatos de Europa indoor de 2005 se celebraban en Madrid, intentó un doblete 1500-3000 metros. Soy de la opinión de que las medallas en campeonatos indoor valen relativamente poco, y encima menos en campeonatos europeos. Pero la repercusión mediática fue importante. Al final, sus dos bronces quedaron eclipsados por la buena actuación global del equipo español.
Desde entonces, se le había visto esporádicamente en reuniones en España, campeonatos de cross y poco más. Fue penúltimo en la final de los Mundiales de Helsinki 2005 y consiguió ser seleccionado para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde fue lastimosamente eliminado en la primera ronda.
Su victoria en el Campeonato de España le ha servido, no sin cierta dosis —otra vez— de polémica, para ser seleccionado para los Mundiales de Berlín que comienzan hoy, pero no deberíamos hacernos ilusiones: desde 2003 no baja de 3:34 y parece difícil que pueda aguantar tres carreras en cinco días. Pero el bajo nivel general de la prueba, especialmente en el plano táctico, y la imagen de Montjuic pueden hacernos soñar, quizá por última vez, con que Reyes Estévez la líe en un gran campeonato a nivel mundial. De todas formas, apunten mis favoritos: si la carrera es rápida, el subcampeón olímpico, que pronto recibirá la medalla de oro, el keniata Asbel Kiprop, o su compatriota Augustine Choge; si el ritmo es medio, Mehdi Baala. Estos corredores no dejarán que la carrera sea lenta.
2009-08-15 13:42
El atletismo, y en concreto los 1500, me ha dado momentos de emoción como pocas otras cosas que haya podido ver por la tele, seguramente más que finales de fútbol o baloncesto. Quizás por lo que tiene de deporte individual, y lo que eso supone.
Gracias. Me has hecho recordar momentos que hacía mucho que no vivía. Quizás sea yo y mi edad, pero ni Higuero ni Casado me motivan como lo hicieron aquellos.
Saludos
2009-08-15 13:59
Sí, estoy de acuerdo contigo. Las finales olímpicas de Los Ángeles, Barcelona y Atenas son tres de mis momentos mágicos del deporte. Sin El Guerrouj y con el dóping de Ramzi, la prueba necesita un dominador con carisma. Y en el plano nacional, un duelo como el González-Abascal no se ha repetido en veinte años, aparte que los nuestros ya no salen fuera (cuando salen) a luchar de tú a tú con los mejores, sino a ir detrás de ellos y arañar una marca de 3:32-3:34.
Gracias por tu comentario.
2009-08-16 21:31
Los que disfrutamos del atletismo estamos de enhorabuena contigo. ¡La crónica es excelente!
Marcos, el 1500 es apasionante, aunque yo creo que la emoción de la maratón no la supera nada. Es brutal.
Espero impaciente el próximo artículo :)
2009-08-16 22:07
Merche, las pruebas de larga distancia, salvo muy raras excepciones, suelen decidirse mucho antes del final, y pr desgaste. Por lo tanto te concedo que son emocionantes y muy atractivas desde el punto de vista táctico y estético, por el sufrimiento de los corredores, pero le falta el final, la condesación en pocos metros de todo el esfuerzo, la incertidumbre hasta los últimos segundos de quién será el ganador.
Saludos
2009-08-17 03:38
Madremíadelamorhermoso la que ha hecho Bolt…
2009-08-17 11:40
Ahí tengo que alinearme con Marcos. Las carreras de medio fondo tienen una duración ideal (de dos a cuatro minutos) para atrapar al espectador de principio a fin; además, las alternativas son múltiples en tan corto espacio de tiempo, la táctica juega un papel crucial…de hecho, llevo tiempo dudando sobre si me gusta más el ochocientos o el milqui. Aunque también hay que reconocer que cuando tienes una recta final de una carrera de fondo como el diez mil de Sydney, o el que vimos el otro día en Berlín de diez mil también, pero femenino, se te ponen los pelos de punta.
En cuanto a Bolt, mis gritos de “hoy no se para, no se para” a los 60-70 metros, y la mirada al crono ya forman parte de mi anecdotario personal.
Una curiosidad: es la carrera de Seúl, pero 21 centésimas más rápida: Johnson 9.79-Bolt 9.58; Lewis 9.92-Gay 9.71; esperemos que no acabe igual.
2009-08-18 12:20
Buf, qué carrera de Marta Domínguez, yo me emociono estúpidamente con estas cosas. Aquí tenéis las dos últimas vueltas.
Saludos