El día 15 de cada mes nos asomaremos al deporte desde un punto de vista relajado, tal y como se disfruta desde el sillón. Pretendemos analizar de un modo distinto al habitual cuestiones de actualidad, momentos míticos o incluso recuerdos personales. Para ello, Luis A. Blanco se aprovechará de su conocimiento enciclopédico sobre el pasado y el presente del deporte para salpicar sus historias con anécdotas, trivialidades o datos poco conocidos para el gran público.
Pues terminó una nueva temporada futbolística a nivel de clubes. Temporada que ha venido marcada, en las grandes ligas europeas, por un nivel de emoción poco habitual, en la lucha por el título: llegamos a tener cambio de líder en todas ellas a poco del final, y cuatro de las cinco se decidieron en la última jornada. Por lo que respecta a las competiciones europeas, poco a poco fueron cayendo los grandes favoritos, y los títulos se fueron a equipos que contaban poco al empezar la temporada. Por supuesto, aún nos queda el postre de la Copa del Mundo de Sudáfrica, que empezó hace apenas cuatro días. Un postre que degustaremos con más ilusión que otras veces, ya que el juego debería ser mejor que en los últimos seis o siete campeonatos. Pero vamos a empezar primero recapitulando lo que pasó en las competiciones domésticas.
En Francia, la temporada anterior había venido marcada por el triunfo del Girondins de Burdeos, que de la mano de su entrenador Laurent Blanc, y con jugadores del calibre de Johann Gourcuff o Marouane Chamakh había acabado con la hegemonía del Olympique de Lyon, que aprovechó para iniciar una tímida reconstrucción. Del campeonato se fue una de sus mayores estrellas, Karim Benzema, pero llegaron jugadores más hechos, como los argentinos del Oporto Lucho González, al Olympique de Marsella, y Lisandro López, al Lyon. Pero el Burdeos, manteniendo el bloque, partía como gran favorito.
Y cumplió con el papel en la primera mitad de la competición, manejando la tabla con mano dura y rondando los seis puntos de ventaja. Además, iba pasando rondas en las dos copas (de Francia y de la liga), y se empezaba a hablar de posible triplete en las competiciones nacionales. Por si fuera poco, fue el mejor equipo de la fase de grupos de la Liga de Campeones (y eso, en un grupo con Bayern de Munich y Juventus, es mucho decir). Así que, llegados a febrero, el equipo bordelés llegaba en una posición aplastante. No obstante, sufrió su primer revés al ser eliminado en los cuartos de final de la copa de Francia. Eliminó al Olympiakos en Europa, y le tocó un duelo doméstico contra el Lyon en cuartos. Tanto choque hizo obligatorio aplazar un par de partidos de liga del Burdeos, que se vio alcanzado en la tabla por el sorprendente Montpellier. Y ahí llegó la locura.
En un par de semanas, el Burdeos perdió la Copa de la liga ante el Marsella (primer título marsellés desde…¡la Copa de Europa de 1993!) y fue eliminado por escaso margen por el Lyon en la Champions. Sus jugadores más importantes empezaron a tener problemas físicos, y fue encadenando derrota tras derrota. La renta de seis puntos desapareció, y se encontraron sin opciones en la liga. Liderato que asumió precisamente el equipo marsellés, que, eliminado de Europa (tras una paupérrima actuación en la Champions, y una mala eliminatoria contra el Benfica en la Europa League, en la que no pudieron vengar la afrenta del gol con la mano de Vata en las semifinales de la Copa de Europa de 1990), se centró completamente en la liga y, paradójicamente, la sentenció a dos jornadas del final, completando un inusual doblete, con Lucho, Mathieu Valbuena y Mamadou Niang de estrellas del equipo entrenado por Didier Deschamps. Dos títulos más, quizá los últimos, para la carrera de un Fernando Morientes que apenas tuvo una presencia testimonial en ambos.
Restaba solamente la lucha por los puestos europeos, y estos bailaron en las dos últimas jornadas en varias ocasiones. Finalmente, el Lyon se hizo con el segundo, que da acceso a la fase de grupos de la Liga de Campeones, mientras que el Auxerre jugará la fase previa. Acompañarán en la Liga Europa al Paris Saint-Germain, que derrotó al Mónaco en la final de la Copa de Francia, el Lille, que perdió su plaza de Champions en la última jornada, y el Montpellier. ¿Y el Burdeos? Pues sexto, hundido, sin plaza europea, y a empezar nuevo proyecto: Blanc será el seleccionador francés una vez que acabe el mundial.
En Alemania, como siempre, la lucha al principio de temporada se planteaba como un duelo de todos contra el más poderoso, el Bayern de Munich, en el gran campeonato más asimétrico. El año anterior los bávaros habían fallado estrepitosamente, y el campeón había sido el Wolfsburgo, que, manteniendo a sus grandes figuras, Dzeko y Grafite, pretendía repetir la gran temporada anterior. El Bayern fichó para recuperar la liga a un nuevo entrenador, el veterano Louis van Gaal, que venía de ganar con un juego muy brillante la liga holandesa con el modesto AZ Alkmaar. Van Gaal revolucionó el equipo de medio campo para arriba, aprovechando muy bien a su tardía incorporación, Arjen Robben, que desplazó a Schweinsteiger a posiciones más centradas y retrasadas, ya que se mantenía a Franck Ribéry en el otro extremo. Pero su mayor revolución consistió en otorgar la media punta a un joven salido del filial, Thomas Müller, y la delantera a un rocoso croata, Ivica Olic. En el banquillo quedaban jugadores del calibre de Miroslav Klose, Mario Gómez o un Luca Toni que abandonó el equipo en el mercado de invierno.
Las cosas no empezaron bien para los muniqueses, que mediada la primera vuelta sólo eran sextos. Pero hubo paciencia, los jugadores completaron su aclimatación a los métodos del técnico holandés y, mientras pasaban siempre sobre el alambre ronda tras ronda en la competición europea, iban reduciendo la distancia con un sorprendente Bayer Leverkusen (que se mantenía invicto a ocho jornadas del final, y que acabó perdiendo cinco partidos), y con el Schalke 04. Se llegó a dos jornadas del final con Bayern y Schalke empatados a puntos, pero en la penúltima el Schalke perdió su partido, mientras que un triplete de la gran apuesta de van Gaal, Müller, sentenciaba el campeonato. A ambos equipos les va a acompañar en la Liga de Campeones el Werder Bremen, que ha sabido sobreponerse muy bien a la venta de su mejor jugador, Diego. Un renacido Borussia Dortmund y el Leverkusen han quedado detrás, junto con el Stuttgart, mientras que el Hamburgo, que estuvo en la pomada buena parte de la temporada, no podrá alcanzar su tercera semifinal europea consecutiva. El Bayern culminó su temporada doméstica haciendo doblete, tras arrasar por 4-0 al Bremen en la final de la copa alemana.
En cuanto a Italia, la duda era cómo iba a responder el Inter de Milán, campeón en título, a la pérdida de su mejor jugador, Zlatan Ibrahimovic. A pesar de obtener a cambio a Samuel Eto’o, realmente quien le iba a reemplazar en la punta del ataque era Diego Milito, quien prácticamente había colocado al Génova en puestos europeos él solito. Mantenían los neriazzurri el mismo bloque del año anterior, pero el fichaje a última hora de Wesley Sneijder le otorgaba un plus de calidad en el centro del campo que, a priori, desentonaba con la personalidad de su técnico, José Mourinho. Se esperaba bastante de una Juventus que se había reforzado bien, especialmente con Diego, y un poco menos de ese asilo de ancianos que es el Milan, por muchos esfuerzos de Leonardo por reconducir a Ronaldinho y compañía. Alexandre Pato podría ser, no obstante, el arma rossonera contra sus vecinos milaneses.
Pronto empezó la Juventus a desfondarse, completando una nefasta temporada que se acabó de truncar con una dolorosísima derrota por 1-4 frente al Bayern en Europa, que les relegaba a una Liga Europa donde acabarían siendo eliminados por el Fulham. Tampoco le fue mucho mejor al Milan, que comenzó bastante fuerte, pero fue desinflándose hasta el hecho de tener incluso que pelear la tercera plaza liguera. Así las cosas, el verdadero rival doméstico del Inter fue, como el año anterior, la Roma de Claudio Ranieri. Con Francesco Totti todavía siendo la estrella, fueron Daniele de Rossi y Mirko Vucinic los que sostuvieron al equipo, llegando a presentarse con ventaja a la recta final del campeonato. Pero una derrota frente a la Sampdoria ya fue irrecuperable para los romanos, que además verían cómo un gol de Milito les tumbaba también en la final de la copa de Italia (¿habían visto alguna vez que, en las últimas seis copas de algún país disputadas, en cinco fueran los finalistas los mismos equipos?). Mourinho había tenido que vencer su fama de técnico conservador, llegando a sacar hasta tres delanteros de inicio, y cinco para remontar, en un campeonato tan táctico como el Calcio.
La Juventus ni siquiera pudo pelear por la cuarta plaza, que ganó la Sampdoria frente al Palermo gracias a su gran dupla de atacantes, Antonio Cassano (sí, ha vuelto) y Giampaolo Pazzini. Al menos jugará en Europa junto a Palermo y Nápoles.
La situación en Inglaterra era similar: el campeón, Manchester United, había perdido no una, sino dos figuras (Carlos Tévez y Cristiano Ronaldo) pero, por contra, no había reinvertido el dinero en suplirlos con jugadores de similar valía, sino con un sobreesfuerzo de un inconmensurable Wayne Rooney, y con hombres de segunda fila como Luis Antonio Valencia. Así, dos equipos se presentaban para sucederles: el Chelsea, con Carlo Ancelotti al mando, que simplemente mantenía el bloque de las últimas temporadas, con su columna vertebral Petr Cech / John Terry / Frank Lampard / Didier Drogba intacta, ayudados por un buen Michael Ballack y un renacido Nicolas Anelka. Y, sobre todo, el desembolso millonario de un Manchester City que se había hecho con una pareja letal firmando a Tévez y a Emmanuel Adebayor procedente del Arsenal. Pero los resultados no fueron los deseados, Robinho se marchó a Brasil, y Mark Hughes fue sustituido en el banquillo por Roberto Mancini.
Quedaban dos históricos, Arsenal y Liverpool, en crisis económica y además muy afectados por múltiples lesiones. Arsène Wenger pudo lidiar bastante bien con la de su mejor punta, Robin van Persie, lesionado en un amistoso con la selección holandesa, y se presentó en la parte final luchando de tú a tú con United y Chelsea. Pero cuando cayeron Cesc Fábregas y Andrei Arshavin tuvo que ceder en la persecución y bastante tuvo con asegurar la tercera plaza. Peor le fue al Liverpool, que jamás se recuperó de la venta de Xabi Alonso y que, privado en muchos encuentros de Steven Gerrard o Fernando Torres, se limitó a luchar por entrar en la Champions.
Así, todo se iba a resolver en un duelo final entre United y Chelsea, sólo que esta vez la flor de Sir Alex Ferguson no iba a sacarse de la manga milagros del tipo Macheda de otros años. El Chelsea ganó en Old Trafford con mucha suficiencia ante un rival mermado por la baja de Rooney y, a pesar de un tropezón en White Hart Lane, se hizo con el título en un memorable final, goleando 9-0 al Wigan de Roberto Martínez. Y, una semana más tarde, consiguió el doblete al ganar la FA Cup. Para el United quedó el consuelo de la Carling Cup.
Y, finalmente, ni City ni Liverpool jugarán la Champions: el Tottenham del gran Harry Redknapp se hizo con la cuarta plaza, siendo muy regular y aprovechando el estirón de Gareth Bale o Jermaine Defoe, junto a la calidad de Luka Modric. City, Aston Villa y Liverpool jugarán la segunda competición europea, estos últimos gracias a que el finalista de copa, un Portsmouth sancionado con puntos en la liga, descendido prematuramente y muy voluntarioso, que cayó contra el Chelsea en Wembley, no ha recibido una licencia de la federación inglesa para jugar en Europa.
En cuanto a España, se presentaba un campeonato muy asimétrico entre el Barcelona del triplete de Pep Guardiola, y el nuevo Real Madrid de Florentino Pérez. Mientras el Barcelona se reforzaba con Ibrahimovic, en el Santiago Bernabéu se tiraba la casa por la ventana: Cristiano Ronaldo, Benzema, Xabi Alonso, Kaká…pero Eto’o, Sneijder y Robben abandonaban el campeonato español. Sólo el Valencia, que había podido retener a sus estrellas David Villa y David Silva, parecía en condiciones de seguir a los dos grandes en su duelo.
Lo que nadie imaginaba es que azulgranas y merengues iban a ganar 31 partidos de 38, lo que dice muy poco de la competitividad del campeonato. El partido clave del campeonato fue el choque entre ambos en el Nou Camp, donde el Madrid fue ligeramente superior, pero no pudo aprovechar ni sus ocasiones ni la expulsión de Sergio Busquets. Sí lo hizo Ibrahimovic, llevando al liderato al Barcelona, que cerró la primera vuelta con cinco puntos de ventaja. Y en la segunda perdió solamente siete…
No obstante, el Madrid no desesperó y logró, gracias a su gran pegada y a la gran temporada de Ronaldo y de Gonzalo Higuaín, alcanzar a su rival antes de la devolución de visita al Bernabéu, a base de ganar todos los partidos. El Barcelona no alcanzaba el gran nivel colectivo de la temporada anterior, fundamentalmente por la falta de adaptación de Ibrahimovic y los problemas físicos de Andrés Iniesta, pero resolvía los partidos porque sus individualidades habían pegado un gran salto cuantitativo: estamos hablando de Xavi Hernández, de un joven Pedro Rodríguez casado con el gol y, sobre todo, de un Leo Messi estelar que ganó partidos él solito. Entre los tres tomaron por segundo año consecutivo el Bernabéu ante un Madrid que casi ni se presentó y en el que Manuel Pellegrini fue derrotado en el planteamiento por Guardiola. Ya no quedaba liga, y ahí acabó un campeonato en el que los dos grandes sumaron 195 puntos y 200 goles. Tampoco es para presumir, vista la oposición. Además, ambos cayeron en Europa, aunque los blancos más pronto, y tampoco avanzaron mucho en la copa del Rey, única competición de copa de un campeonato grande que se juega en todas las rondas a doble partido.
Por detrás de los grandes, el Valencia se asentó pronto en una cómoda tercera plaza, mientras que Sevilla y Mallorca vivieron un gran duelo por la cuarta, resuelto a favor de los andaluces con un gol en el último minuto del último partido. Lástima para el Mallorca, en una situación tan precaria que ha convocado concurso de acreedores, y que será acompañado en la Liga Europa por otro modesto, el Getafe, y por el Atlético de Madrid, subcampeón de la copa del Rey ante el Sevilla pero orgulloso vencedor de esta redefinida competición europea.
En otros campeonatos, lo más importante fue quizás el fin de rachas de títulos bastante largas en Grecia, donde el Panathinaikos se impuso al Olympiakos, y en Portugal, donde la dinastía del Oporto vio truncada su hegemonía por el Benfica. En Escocia ganó el Rangers, y en Rusia el Rubin Kazan que tan buena impresión causó en Europa. En Bélgica, el Anderlecht recuperó su cetro de manos del Standard, y la mayor sorpresa se dio en Holanda, donde por segundo año consecutivo no ganó la liga un grande: El AZ Alkmaar de Van Gaal ha sido sucedido por el Twente, que se impuso por los pelos al todopoderoso Ajax de Luis Suárez.
En cuanto a los goleadores, Messi se hizo con la Bota de Oro, mientras que Drogba y Di Natale, del Udinese, compartieron la de plata. Niang fue el máximo goleador en Francia y Dzeko en Alemania. Messi consiguió además un raro doblete, Bota de Oro y máximo goleador de la Champions, algo sólo logrado anteriormente por Cristiano Ronaldo hace dos temporadas.
Por lo que respecta a las competiciones europeas, lo primero es analizar el cambio de formato. En la Liga de Campeones fue bastante sutil, pero consistió en la modificación de la fase previa. Así, hubo 22 equipos clasificados directamente para la fase de grupos, en vez de los 16 anteriores. Pero los diez restantes se eliminaban por dos vías: campeones de liga, y no campeones. De esta manera se garantizaba que habría equipos de 18 países en la fase de grupos, aumentando el interés global. No obstante, el nivel medio iba a descender.
La mayor sorpresa en la fase de clasificación fue la eliminación del campeón de la Copa de la UEFA, el Shakhtar Donetsk, por el Timisoara. Los cinco equipos clasificados por la vía de los no campeones correspondían a los cinco campeonatos más fuertes, lo que evitó que países como Bélgica, Escocia, Portugal o Grecia contaran con dos equipos en la liguilla. Y en la fase de campeones de liga hubo alguna sorpresa, como la eliminación de los campeones danés y búlgaro.
La fase de grupos proporcionó algún grupo de la muerte, como aquel en el que la Juventus cayó frente a Burdeos y Bayern, o el igualadísimo donde Barcelona e Inter se impusieron, con mucho sufrimiento, a Rubin Kazan y Dinamo de Kiev (el Inter remontó en tres minutos un partido que perdía en Kiev y le podía haber costado la clasificación, y el Barcelona perdió en casa con el Kazan). También fue muy reseñable la desastrosa actuación del Liverpool, que en cuatro partidos ante Fiorentina y Lyon sacó un punto. O la eliminación del campeón alemán, el Wolfsburgo, ante el CSKA de Moscú.
Mientras, en la nueva Liga Europa se jugaba también una fase de grupos de cuatro equipos, desterrados los grupos de cinco. Hubo equipos que dieron grandes sorpresas, como el Hapoel de Tel-Aviv o el Salzburgo. Pero la verdadera competición comenzaba en dieciseisavos, con la inclusión de los equipos repescados de la Champions, entre los que destacaban cocos como Juventus o Liverpool, junto a Marsella, Wolfsburgo o Atlético de Madrid.
En esta primera criba cayeron, además de Villarreal y Athlétic de Bilbao, equipos como el Shakhtar ante el Fulham, y se dieron eliminatorias entre campeones de Europa: el Hamburgo eliminó al PSV y la Juventus al Ajax. Casi había más campeones de Europa aquí que en la Champions…
En octavos, el Fulham tumbó a la Juventus remontando un 3-1 y 0-1 hasta un 4-1, Torres siguió ayudando al Liverpool a salvar la temporada y se vivió el partido del año, ese 4-4 que sacó el Valencia en Bremen. En cuartos se vivió la igualadísima eliminatoria Valencia-Atlético, ganada por los colchoneros, y el Liverpool remontó al Benfica. El Fulham seguía alimentándose de equipazos: cayó el Wolfsburgo, como lo haría el Hamburgo en semifinales pese a adelantarse en Londres. Semifinal de infarto también entre Atlético y un Liverpool sin Torres, resuelta por Diego Forlán con un gol en la prórroga en Anfield. Parecía el Atlético favorito en la final de Hamburgo, pero tuvo que esperar a otro gol del uruguayo en la prórroga para poner el 2-1 final. El Fulham, un limitado equipo, había llegado más lejos de sus posibilidades, pero es que el Atlético había ganado una competición europea con un bagaje increíblemente pobre: tres empates y tres derrotas en Champions, suficientes para ser repescado por los pelos, y tres victorias, cinco empates y una derrota en Liga Europa. Un partido ganado en casa de siete jugados. Pero una actitud formidable y una gran comunión equipo-entrenador (gran acierto la contratación de Quique) posibilitaron el segundo título europeo de la historia atlética.
Volvamos a la Champions, a la que habíamos dejado en octavos. Pasaron cosas predecibles (el Barcelona se comió al Stuttgart, el Burdeos al Olympiakos, el Arsenal al Oporto aunque con dudas), se vivieron grandes duelos (Rooney sentenció al Milan ya en San Siro, el Inter se vio favorecido por el árbitro frente al Chelsea en la ida, pero hizo un partidazo en Stanford Bridge ganando merecidamente), emocionantes eliminatorias (esa remontada del Bayern en Florencia, golazo incluido de Robben), y sorpresas (el bajón del Sevilla en el momento más inoportuno, que aprovechó el CSKA y, sobre todo, que el Lyon se comiera durante tres mitades de partido al Real Madrid que, no obstante, pudo golear en la restante). Habían pasado cuatro primeros de grupo y cuatro segundos. ¿Quién dijo que era importante ser primero?
En cuartos tuvimos dos eliminatorias igualadas hasta el final y dos que no tanto. Entre las últimas, el Inter eliminó al CSKA por la vía del mínimo esfuerzo, ganando los dos partidos por 1-0; mientras, el Barcelona se exhibió en el Emirates Stadium en la mejor primera parte que se ha visto en años. Paradójicamente sólo pudo marcar en la segunda, con el último (doble) servicio de Ibrahimovic. Empataron los ingleses, que se adelantaron en la vuelta. Ahí surgió el colosal Messi, en el mejor mes de su carrera, para darle él solito la vuelta al partido. Cuadruplete del argentino, y el Barcelona a cuartos.
La eliminatoria entre los dos equipos franceses fue muy igualada. En Gerland un error defensivo y un penalti provocaron un 3-1 favorable al Lyon, pero el Burdeos se quedó a un tris de remontar en la vuelta, no consiguiéndolo gracias a la excepcional actuación del meta Hugo Lloris.
Más tremenda fue aún la clásica eliminatoria entre Bayern y United. Se adelantaron los ingleses en Munich en el primer minuto por medio de Rooney, y dominaban el partido. Se confiaron, empató Ribéry de falta con rebote y llegó la jugada clave de la temporada: en el descuento, Rooney se lesionó peleando un balón; la jugada acabó con gol de Olic. No obstante, todo parecía un accidente en la vuelta: Rooney jugaba, aunque cojo, y el United había marcado dos goles a los siete minutos y uno más a cinco del descanso. Pero Olic volvió a marcar, y entonces el Bayern se lo creyó. Aun más tras la estúpida expulsión del lateral Rafael. Ferguson, horrible, quitó al fin a Rooney, sólo para verse encerrado por el Bayern. Y otro golazo de Robben, y otro 3-2 que le valía al Bayern.
La semifinal pobre enfrentó a Bayern y Lyon. El momento clave fue la expulsión de Ribéry en la ida en el Allianz, por una criminal entrada. Quedaban 50 minutos, pero el Bayern siguió jugando igual y el Lyon tampoco dio un paso adelante. Error monumental de Claude Puel. Al poco de empezar la segunda parte fue expulsado Jérémy Toulalan, el Lyon se vino atrás y marcó otra vez Robben. La vuelta no tuvo historia, el Bayern se sintió muy cómodo y sentenció pronto. Al final, 0-3 con triplete de Olic.
El gran partido entre clubes de esta temporada fue la ida de la semifinal entre Inter y Barcelona en Milán. Un comienzo eléctrico por parte de ambos equipos, con buenas ocasiones, y un gol tempranero de Pedro tras internada de Maxwell por la banda. Paso adelante del Inter, con sus tres puntas muy incisivas, y gol de Sneijder tras jugadón de Milito. El Barcelona, en problemas como nunca en la era Guardiola. Tras el descanso, gol de Maicon en genial contraataque, y después otro de Milito en fuera de juego claro. Con 3-1 el Inter se echa atrás, cansado y con algún lesionado, pero el Barcelona no puede mejorar el resultado. El Inter había sido mejor, había tenido más ocasiones, aunque se había visto favorecido por el arbitraje.
Para el partido de vuelta se preparó en Barcelona un ambiente infernal. El Inter salió a esperar, pero su planteamiento se hizo más radical a la media hora, cuando Thiago Motta picó en la trampa de Busquets y fue expulsado. Los italianos (bueno, no jugó ninguno) pusieron el autobús delante de la meta del genial Julio César, que le hizo a Messi la parada del año. El acoso fue total en la segunda parte, aunque sin mucho peligro; no obstante, Piqué marcó a diez minutos del final, y Bojan en el descuento el gol que clasificaba al Barcelona, pero que fue anulado por una mano previa bastante dudosa. El Inter había necesitado un gran encuentro de ida, una mejor defensa en la vuelta, algo de suerte y un arbitraje favorable para eliminar al Barcelona.
Se presentaron en Madrid dos históricos, Inter y Bayern, que habían sido segundos de grupo, que habían pasado por el filo de la navaja bastantes veces en la competición, jugando en todas las eliminatorias la ida en casa, y que buscaban el triplete. El Bayern acusó la baja de Ribéry, mientras que el Inter no tanto la de Motta. Tras varias ocasiones, la jugada clave, como suele ser en una final, fue la del primer gol. Saque largo de Julio César, Milito gana en el salto y se la deja a Sneijder. El holandés le devuelve el pase ante la mirada contemplativa de Van Buyten y el argentino remata a Butt. De ahí hasta el final, el quión establecido por Mourinho: su equipo aguantó sin muchos agobios y sentenció con otro gol de Milito a veinte minutos del final. El Inter, tras haber eliminado a los dos grandes favoritos a priori, Chelsea y Barcelona, jugando la ida en casa, se proclamaba campeón de Europa 45 años después.
Ahora ha empezado el mundial. Espero un grandísimo campeonato, puesto que por primera vez en mucho tiempo los partidos no van a estar mediatizados por el fuerte calor. Habrá sorpresas, nuevas apariciones, finales de ciclo…Para mí las mayores favoritas son las dos grandes selecciones sudamericanas, Brasil y Argentina. Recuerden que nunca ganó una selección europea en un mundial celebrado fuera de Europa: las más cualificadas a priori para romper la maldición serían Inglaterra y España, dos países con larga tradición de fracasos mundialistas. No se sorprendan, por tanto, si alemanes o italianos llegan más lejos. Y reserven alguna plaza en cuartos para África, a pesar de que el mejor equipo de largo del continente, Egipto, no participa.