Libro de notas

Edición LdN
Sillón-Ball por Luis A. Blanco

El día 15 de cada mes nos asomaremos al deporte desde un punto de vista relajado, tal y como se disfruta desde el sillón. Pretendemos analizar de un modo distinto al habitual cuestiones de actualidad, momentos míticos o incluso recuerdos personales. Para ello, Luis A. Blanco se aprovechará de su conocimiento enciclopédico sobre el pasado y el presente del deporte para salpicar sus historias con anécdotas, trivialidades o datos poco conocidos para el gran público.

Los años noventa: la época de Morceli

Continuamos el repaso por la historia reciente del medio fondo, que habíamos comenzado con el magnífico año 1985 y el duelo a distancia entre Said Aouita y Steve Cram. Recordará el lector, si fue capaz de llegar hasta el final, cómo el marroquí tomó el trono hasta 1987, pero en los JJOO de Seúl ninguno llegó en forma y la victoria, sorprendentemente, fue para el keniano Peter Rono, por delante de la nueva esperanza británica, Peter Elliott, y del alemán Jens-Peter Herold, que ganaría el título europeo del 90 con Elliott cuarto, Cram quinto y José Luis González sexto. Pero en ese año 1990 empezó a destacar un joven corredor argelino que ya había apuntado maneras ganando el mundial júnior de Sudbury un año antes. Recordaba mucho físicamente a Aouita. Su nombre, Nourredine Morceli.

Morceli ya hizo la mejor marca mundial del año en 1990, con unos pobres 3:32, pero fue en el año siguiente cuando fue tomado por todos como el mejor especialista del momento. Eran tiempos extraños, porque estaban dando los últimos coletazos los veteranos como Aouita o Abdi Bile, la generación superior de Elliott no colmaba las expectativas y llegaban los siguientes, encabezados por el argelino, pero con otro keniano, Wilfred Kirochi, o el español Fermín Cacho detrás dispuestos a lanzarse sobre los viejos guerreros.

Morceli bajó su marca personal a 3:31.00 al principio de temporada, en Helsinki, y luego repitió su marca en el último mítin antes del mundial, en Zürich. En la capital nipona se iba a enfrentar a Aouita, que fue muy valiente y tomó el mando de las operaciones, esperando que sus galones le granjearan el respeto de sus rivales. Y así fue, hasta que el argelino, que entonces contaba sólo con 21 años, siguió su táctica favorita: lanzó un ataque sostenido a 500 metros de la meta y se fue solo hacia la victoria. Kirochi llegó segundo, a más de dos segundos de distancia, Cacho quinto, y Aouita penúltimo. Sólo he podido encontrar la presentación de los finalistas y la última vuelta:

Estaba claro que el argelino era el gran favorito para los JJOO de Barcelona. Se tomó la temporada con bastante tranquilidad, concentrándose en el gran objetivo. Llegó de manera bastante autoritaria a la final, pero una vez en la carrera definitiva, se volvió a ver la tantas veces repetida historia de la debilidad táctica de los corredores más rápidos. Por eso nos gusta tanto el medio fondo, porque es imprevisible. Morceli, acostumbrado siempre a los ritmos veloces de los mítines, y quizá un poco abrumado por el momento, no se decidió a tomar la responsabilidad, como no confiando en sus fuerzas. Dejó a los demás marcar el ritmo y se encontró con una carrera lentísima. Y además no pudo reaccionar en la vorágine de la última vuelta, cuando los doce corredores se pusieron, al fin, a correr como locos. Era una carrera para los mejor preparados mentalmente, y ese día ese era Fermín Cacho, que, aprovechando un hueco abierto milagrosamente por Chesire (un superviviente de la final del 84), ganó con bastante suficiencia, marcando 3:40. Era la peor marca de un campeón olímpico desde 1956. Por detrás, el marroquí El Bassir y el qatarí Suleiman. Morceli, séptimo, era el gran derrotado. En su país toda la gloria se la llevó la campeona femenina, Hassiba Boulmerka. Morceli, como tantos otros, tenía que esperar cuatro años para vencer su frustración.

Que no era un problema de piernas lo demostró un mes después de la final olímpica, cuando batió en la pista milagro de Rieti el récord mundial de Aouita por más de medio segundo. La marca, 3:28.86.

La IAAF, buscando más ingresos, duplicó la frecuencia de los mundiales, así que en 1993 todas las grandes estrellas se dieron cita en Stuttgart. Pero antes del gran campeonato, Morceli sí se exprimió en la temporada de mítines: 3:29.20 en Narbona en junio, y tres asaltos fallidos a los récords mundiales de 1000 metros, de Coe, en Villeneuve d’Ascq; milla, de Cram, en Oslo, y de 3000, de Moses Kiptanui, en Mónaco.

En la ciudad de la Mercedes no hubo color. Morceli volvió a ser el dominador imperial que se había visto en Tokio, y la carrera no tuvo historia en cuanto él quiso. Ganó fácil, en 3:34, con más de un segundo de margen sobre Cacho, brillante segundo, y Bile.

Pero su temporada no terminó ahí, y se lanzó frenéticamente a por el récord de la milla. La marca objetivo, los 3:46.32 de Cram. El 27 de agosto, en Berlín, hizo 3:46.77; el 3 se septiembre, en Bruselas, se quedó un poco más lejos, con 3:47.30; pero el 5 volvió a Rieti. Y no sé qué tendrá esa pista, mágica para Morceli como lo había sido antes para Ovett o lo fue recientemente para David Rudisha, pero el caso es que el récord cayó por casi dos segundos: 3:44.39.

En 1994 Morceli se dedicó un poco más a entrenar la resistencia; sus marcas en el milqui fueron discretas para él (3:30.61 en Villeneuve d’Ascq), pero su gran carrera se produjo en Mónaco a principios de agosto, cuando bajó el récord mundial de los 3000 metros en casi cuatro segundos: de 7:28.96 a 7.25.11. Mientras tanto, en los europeos de Helsinki, Cacho sumaba una medalla de oro a su brillante palmarés, ante una oposición más débil que en campeonatos anteriores; Isaac Viciosa completaba un doblete histórico.

El año 1995 fue quizás el más brillante para Morceli, que por supuesto tenía como gran objetivo los mundiales de Göteborg. Lo comenzó a lo grande, batiendo el récord del mundo de 2000 metros, que aún ostentaba Aouita; en Niza, el 12 de julio, batió su propia marca en 1500 con un registro estratosférico, 3:27.37:

Sólo unos días después demostró que no había sido casualidad, ya que volvió a hacer 3:27, esta vez en Mónaco. La carrera de Göteborg siguió el guión previsto, sólo que con actores diferentes. Había un joven marroquí, más alto que Morceli, con un estilo mucho más limpio, que cogió la cabeza del pelotón perseguidor y se hizo con la plata. Su nombre, Hicham El Guerrouj. Tercero, otro joven, el burundés Vénuste Niyongabo, que al año siguiente sería campeón olímpico de 5000 metros.

Morceli terminó la temporada con su tercer sub-3:30, en la final del Grand Prix en Mónaco, y decidido a tomarse, al fin, la revancha de Barcelona en Atlanta.

Pero pronto se vio que ese año El Guerrouj iba a ser un rival muchísimo más fuerte. Si el argelino marcaba 3:29.50 en París a finales de junio, el marroquí replicaba con su primer sub-3:30, 3:29.59, unos días más tarde en Estocolmo. Todo quedaba dispuesto para la gran cita olímpica.

La carrera siguió el guión previsto hasta 500 metros antes de la meta, cuando Morceli se situó en cabeza, con El Guerrouj y Cacho inmediatamente detrás. El marroquí se acercó demasiado, y tropezó con el argelino, cayendo al suelo. Todavía quince años después hay disputas entre seguidores de uno y otro sobre si el incidente fue premeditado por parte de Morceli, o un desafortunado accidente. El caso es que Cacho y los demás tuvieron que rodear al caído El Guerrouj, lo que aprovechó Morceli para cobrar una ventaja definitiva, que ya no cedería en la meta. Cacho entregaba el título pero cobraba una gran medalla de plata, el keniano Kipkorir sacaba un bronce insospechado, y El Guerrouj, digno en la desgracia, entraba duodécimo y último.

Pero las dudas sobre quién era el mejor mediofondista no quedaron disipadas; por primera vez en seis años, Morceli no iba a cerrar el año como el más rápido, porque El Guerrouj se iba a convertir en el segundo hombre más rápido en la historia, marcando 3:29.05 en Bruselas. En Rieti, Morceli sólo conseguía 3:29.99; era la séptima vez que bajaba de 3:30 en un milqui (octava si contamos un paso intermedio en una carrera de milla). Lo que no sabía entonces, es que no iba a volver a bajar más de la mítica barrera.

En 1997 Morceli iba a perder definitivamente el trono del medio fondo mundial. El Guerrouj ya bajó de 3:30 en mayo en Hengelo, y volvió a hacerlo en Estocolmo. Además, se quedó a medio segundo del récord de la milla en Oslo. La carrera del año era, evidentemente, el mundial de Atenas. Y nada más empezar se puso en evidencia que la jerarquía había cambiado: El Guerrouj vigilando las operaciones, y no dejando en ningún momento a Morceli sobrepasarle. A 500 metros de la meta empieza el ataque del marroquí; el argelino le sigue, pero poco a poco empieza a perder terreno, mientras Cacho va acechándole cada vez más. El español le supera, por primera vez desde Barcelona, en la última curva, y mantendrá la plata sin agobiar a El Guerrouj, que logra su primer título importante, a los 22 años. Morceli, desazonado y probablemente sin muchas fuerzas, perdió incluso la medalla de bronce, al ser adelantado sobre la parrilla por Reyes Estévez.

A Morceli le quedaba aún la esperanza de ser superior al marroquí en carreras rápidas, a ritmo de récord. Por eso, la revancha mundialista que se produjo en Zürich era esperada ávidamente por aficionados y corredores. Un ritmo rapidísimo de principio a fin, y cuatro corredores que se destacan en la última vuelta: El Guerrouj, Morceli, Cacho y Niyongabo. Morceli lo intenta, pero desiste en la última curva. De repente, en la recta final, aparece Cacho como un ciclón. Pasa a Morceli y se pone a la par con El Guerrouj. Da la impresión de que el marroquí va a ser superado también, pero saca fuerzas de flaqueza y resiste el envite. Cacho le ha ayudado a batir su marca personal (3:28.91); el soriano hace récord de Europa, aún vigente (3:28.95), bajando su marca personal en dos segundos; y Niyongabo se convierte en el cuarto mejor de la historia (3:29.43), tras haber superado a un muy hundido Morceli. Por primera vez tres hombres han bajado en la misma carrera de 3:30.

El reinado de Morceli se da oficialmente por acabado, y del de El Guerrouj nos ocuparemos en una próxima ocasión.

Luis A. Blanco | 15 de febrero de 2011

Comentarios

  1. Clyde
    2011-03-07 00:59

    Qué interesante, Luis, he pasado un rato magnífico leyendo tus escritos que tenía atrasados. Un abrazo.


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