Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Cuando Fernando Sebastián, vicepresidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Pamplona, dice que a la hora de gobernar no pueden ser las mayorías o las encuestas los últimos criterios para decidir lo que es bueno y lo que es malo, sino los criterios morales objetivos, aceptados y aplicados por una conciencia recta, junto a la ponderación prudente de las circunstancias sociales (La Vanguardia, 13-11-2004; cita extraída del artículo La jerarquía de la Iglesia de Vicenç Navarro), está trazando los límites que le permitirán determinar la validez o invalidez de unos criterios morales frente a otros. Como balizas de una pretendida objetividad, se deja guiar por lo que denomina la “conciencia recta”, capaz de ponderar prudentemente “las circunstancias sociales”. He ahí, según él, el criterio objetivo, el cimiento donde sostener todo juicio de valor acerca de las acciones de gobierno.
Ocurre sin embargo que las acciones de gobierno (cualquier acción, cabría decir con propiedad) se rigen por criterios que no pueden justificarse como causas completas y cerradas, como elementos explicativos últimos, como verdades pétreas reveladas con mayúsculas y grabadas con fuego sobre las conciencias. Las cosas no suceden así. El mundo es abierto, y siempre —siempre, no lo dudéis: no hay excepción a la regla, incluso su misma excepción la confirma…— habrá un elemento inesperado capaz de revelar la inconsistencia de los planteamientos que ayer mismo se presentaban con la firmeza infalible del creyente. ¿Con qué regla somos capaces de medir la rectitud de las conciencias? ¿Cómo reclamar la objetividad de la moral desde la rancia subjetividad del creyente? ¿Qué circunstancias sociales son ponderables con esa prudencia tan escolástica como hipócrita que reclama el Vicepresidente de la Conferencia Episcopal?
Es precisamente a través de nuestras acciones como mostramos a los otros aquello que pensamos. Somos necesariamente seres de acción: en la praxis se resuelven nuestras inquietudes y nuestras formas de ser y de estar en el mundo. ¿Aún pretenden establecer guías férreas que conduzcan con rectitud moral la locomotora de nuestras conciencias? ¿No ganaríamos más —todos: creyentes y no creyentes, por la relajación que se instalaría en el ambiente— si aprendieran a discernir, según las circunstancias concurrentes en cada momento y situación histórica, la mejor solución posible a los problemas concretos de cada día? Las variables que maneja la doctrina oficial de la Iglesia no son precisamente paradigmáticas: inmutables, pretenden adaptar sus viejos valores morales a los nuevos tiempos con un lavado de superficie, manteniendo sus férreos principios inalterados. Engañan a la conciencia del creyente con otros ropajes, pues tras ellos la rectitud no varía: dirigen sus pasos siempre hacia lo más alto, siempre hacia el cielo eterno de la eterna vacuidad. ¿Cómo, entonces, son tan indolentes que pretenden extender sus engaños más allá del círculo de sus acríticos seguidores? ¿Acaso no aprecian la sorpresa y la indignación que provocan en todos los que están más allá? Su indolencia, me temo, es demasiado atrevida…
(Se me ocurre pensar, al hilo de todo este entuerto, que más harían por la humanidad los obispos si lograran descifrar de una vez por todas una explicación racional que aportara luz acerca del misterio de la santísima trinidad. Agustín de Hipona, al menos, lo intentó. Ellos, ni eso. Parecen decir a sus fieles: ¡tráguenselo con la rectitud rectal de los catecismos!)
2004-12-13 21:13 Es precisamente a través de nuestras acciones como mostramos a los otros aquello que pensamos. Somos necesariamente seres de acción: en la praxis se resuelven nuestras inquietudes y nuestras formas de ser y de estar en el mundo. Señores esto no puede seguir así, a ver, editores como se hace para que el señor Ijalba aparezca (los lunes) por encima de mi ridícula columna. Escribe mejor y que sea más profundo no significa abajo. Arriba plis. Un placer leerlo Sr. Ijalba
2004-12-13 21:15 Quería decir columna
2004-12-14 18:23 Por favor, Cayetano, y no es un tópico: el placer es mío. Pero más que echarnos flores mutuamente, sigamos leyéndonos. Yo disfruto con tus composiciones, me descubren ángulos nuevos y hermosas perspectivas.
Soy escaso en comentarios. Prefiero el silencio reposado de la lectura. Pero éste era obligado: tus elogios exigen una mínima correspondencia, pues tus colaboraciones, aquí como en Almacén, son muy gratas por los planteamientos tan sorprendentes que incorporan. Contigo ahí al lado (ni arriba ni abajo -Marcos: ¡deja mi columna donde está!-) los lunes me resultan más llevaderos, como al resto de lectores del Ldn.
Por último: ¡qué gran idea refundir el almacén con el Libro de Notas! Transcurridos casi tres meses del evento, puede ya aventurarse que está resultando muy atractiva. ¡Enhorabuena, Marcos!
2004-12-14 20:26 Bueno, pues aprovecho este marco incomparable para decir:
1. Que no soy yo sólo, que somos tres las cabezas pensantes (es cierto, es cierto, unos pensamos más que otros, pero es que eso me ha pasado siempre, siempre), que mi nombre aparece más amenudo porque soy un coqueto insoportable, pero nada más. Y muchos lo que enriquecen el sitio con sus textos.
2. Basta ya de elogios vacuos. Después te paso al móvil un número de cuenta. O la dirección; también admito chorizos, o magdalenas.
2004-12-15 07:43 Bien está: al lado.
Magdalenas no caben en banco. Pero a su cuenta le envío unos chorizos disfrazados de pingüino (sigue la flecha a izquierda y llegarás a la mano derecha) Ahí está (la puerta de Alcalá).
2004-12-15 07:48 Faltaban los obispos a la derecha elemento decorativo y parlante.
2004-12-15 08:06 Es(x)plicación: Tres eran tres las hijas de Elena. No confundir triofoto con editores de LdN. A veces la ironía se presta a confusión ;).