Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.
Escribir, lo que se dice escribir, ha sido –y confío en que así sea– un oficio de amable ejecutoria, que de siempre me acompaña. A una acción de repliegue sigue otra de ascenso: el yo deja paso a las palabras, que en libertad serán usadas por el lector que las reclame. Porque no es el escritor, sino el lector, el que dispone de la llave que da acceso al texto. No conviene olvidarlo: la literatura se construye en los ojos del que lee, y leyendo, capta la mirada del autor, ese mismo autor que nace y muere en un instante; el mismo en el que se suceden los ritmos de la lectura.
Como por arte de birlibirloque, el lector se transforma en el autor de las palabras que él mismo lee. Magia del alquimista que todo lo habita, el lenguaje es un don que hace al hombre, su creador, más hombre. Camina con él por el mundo como por el jardín de Ariadna, mientras sigue el hilo que le llevará a descubrir minotauros, unicornios y otros seres fantásticos. Pero también construye monstruos. Y constituciones, y tratados, y leyes, y apotegmas. Lástima que se consuma tan rápido en las llamas del poder, siempre henchido de lenguaje vaporoso. Pues ese mismo poder que apoya en la palabra sus cimientos, le teme: sabe que la palabra es revolucionaria. Ahí reside su grandeza: en que es capaz de hacer del lector –de siempre anónimo, pasivo, aletargado– el autor de su propia lectura. De su propia historia, en definitiva.
Hoy me detengo en un punto y aparte hasta no se sabe bien cuándo ni dónde. Creo llegado el momento de dejarlo. Durante estos años han acudido a mi llamada gentes y temas muy diversos, pequeñas elucubraciones y algún que otro retruécano intrascendente. Pero ahora desisto. Fue hermosa la pantalla que me daba vida mientras me hacía dudar de mi existencia. A ella ligué mis acentos. De ella me desprendo –espero– un poco más sabio que antes.
Tan sólo me queda por agradecer a los editores de la Revista Almacén y del Libro de Notas, y en especial a Marcos Taracido y Roger Colom, la oportunidad que ahora hace seis años me ofrecieron. Vaya para ambos mi amistad y mi reconocimiento. Y por supuesto a todos vosotros, que al leerlos, disteis vida a mis escritos.
2007-02-26 10:50
Gracias
2007-02-26 14:12
Es una obviedad decir que la gratitud es nuestra hacia ti. Mil y una veces.
Y si no nos mudamos ni un terremoto hunde lso ciemitnos, tienes la llave y conoces las estancias, y confianza suficiente para abrir la nevera o encender la tele, así que vuelve cuando quieras.
Un abrazo.
2007-02-26 14:44
¡Qué pena! Dejarás un hueco enorme en LdN. Tendré que inventarte en sueños lúcidos hasta que regreses. La literatura es dura, amigo, pero no la abandones, porque tienes un don. Gracias.
2007-02-26 15:44
Tus textos tienen, como todo lo bueno, la cualidad de que cuando los relees siempre puedes descubrir algo nuevo. De esta forma, aunque echaré de menos una de mis columnas favoritas, seguirá viva.
2007-02-26 16:43
El silencio no es sinónimo de falta de interés. Usted ha dicho «No encontrarme, amigo, no significa que no esté». Que quede constancia: allí había alguien. Ha sido un placer.
Es de esperar que la pasión de escribir no le abandone.
2007-02-28 13:05
Simplemente: gracias.
2007-03-01 18:58
En el monótono traqueteo del telar, tejemos la urdimbre con la trama, y hacemos de la letra un retal. Felices sueños y más felices días, compañeros lectores. Compañeros de vida. Y hasta otra.