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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

Una historia de catástrofes

Llevo algún tiempo interesado en las grandes catástrofes que pudieron en algún momento cambiar el curso de la historia del ser humano. El tema, a poco que nos asomemos a los telediarios, está presente a diario en nuestras vidas: huracanes, terremotos y volcanes parece que se hubiesen confabulado últimamente para llamar nuestra atención y, lamentablemente, causan miles de muertos al año sobre todo en zonas poco favorecidas además económicamente como puede ser Indonesia.

Hasta hace pocos años, el tema de las catástrofes aplicado a la historia de nuestro planeta era prácticamente tabú. El descrédito de las teorías catastrofistas del siglo XIX que intentaron conciliar ciencia y religión hizo que muy pocos se atreviesen a volver a hablar de cambios bruscos y que triunfara la idea durante años de una evolución progresiva sin espacio apenas para sorpresas. De la misma manera, la historia del ser humano era una sucesión de guerras, reyes, invenciones y logros humanos en la que agentes externos como el clima u otras fuerzas de la naturaleza eran siempre vencidos por la maña de nuestra especie. Y así estaban las cosas hasta que en 1.980 Luis y Walter Álvarez encontraron pruebas de que hace 65 millones de años algo había chocado con la tierra causando la extinción de los dinosaurios y, de rebote, el auge de los mamíferos que permitió la posterior aparición del hombre. Aunque en principio la teoría de los Álvarez fue muy contestada, con el tiempo se convirtió prácticamente en un “dogma” científico, y ahí es donde parece que otros investigadores cuyas teorías sobre catástrofes no habían visto la luz empezaron a “salir del armario”. Veamos algunas de ellas:

Decía al principio que Indonesia es una de las zonas más afectadas por todo tipo de desastres naturales, y parece que lo es desde siempre. A finales de los años 90, Stanley H. Ambrose, basándose en pruebas indirectas como núcleos extraídos del hielo de los polos o el estudio de los anillos de los árboles (Dendrocronología), llegó a la conclusión de que hace 75.000 años se había producido una gran erupción del volcán Toba en Sumatra. Al parecer, la erupción del Toba fue miles de veces mayor a cualquiera de las conocidas por el hombre y produjo lo que se conoce como invierno nuclear, el mismo efecto que habría causado el meteorito de los Álvarez aunque a menor escala. Las cenizas del Toba habrían oscurecido la atmósfera al menos durante seis años, causando la muerte de especies vegetales y animales a lo largo y ancho del planeta. La importancia para nosotros viene dada porque, según Ambrose, una de las especies más afectadas habría sido el hombre primitivo. Pruebas genéticas han demostrado que los hombres actuales descienden de un número limitado de antepasados que salieron de África hace unos 70.000 años. Se cree que la catástrofe del Toba pudo reducir la especie a unos 1.000 individuos de los que descenderíamos todos, y acabar además con otras especies emparentadas con el ser humano.

La isla de Santorini hoy
La isla de Santorini, hoy – Ampliar
Para encontrar la primera de estas catástrofes de la que el hombre podría haber guardado alguna memoria, tenemos que viajar en el tiempo hasta más o menos el año 5.600 antes de Cristo, y en el espacio hasta las orillas del mar Negro. Entre los años 60 y 90, William Ryan y Walter Pitman, dos oceanógrafos americanos, estudiaron el fondo de este mar, llegando a la conclusión de que había sido originalmente un lago de agua dulce que se llenó al derretirse los hielos de la última glaciación. Después, una nueva era glacial en miniatura habría hecho retroceder las aguas, y las orillas del lago se habrían poblado de agricultores procedentes de Anatolia que habían abandonado sus tierras por el excesivo frío. Hacia el 5.600 AC, las aguas del Mediterráneo, cuyo nivel habría seguido subiendo por un nuevo deshielo habrían desbordado la barrera que lo separaba del mar Negro en lo que hoy es el Bósforo. El nivel del mar Negro habría subido en poco tiempo unos 120 metros, hasta igualarse al del Mediterráneo acabando, según Ryan y Pitman con las culturas ribereñas. Según los autores el recuerdo transmitido a las generaciones posteriores de la inundación habría dado origen al mito del Diluvio Universal.

Otro mito, el de la Atlántida, también pudo nacer de una catástrofe natural. Hacia el 1.628 A.C (según la dendrocronología) la isla de Thera (Santorini) explotó en pedazos a causa de una erupción volcánica. La explosión causó al parecer un Tsunami parecido al que sacudió recientemente el Índico que arrasó las costas cercanas, como las de la isla de Creta. Se cree que esta explosión podría ser una de las causas de la caída de la cultura minoica. No hay registros sobre otros efectos de la erupción, aunque es posible que la cantidad de cenizas arrojadas a la atmósfera tuviese consecuencias para culturas cercanas como la egipcia.

El nuevo Krakatoa. Nadie sabe si volverá a volar por los aires
También en Indonesia, ya en el año 535 de nuestra era, los depósitos de azufre obtenidos del hielo polar depositado en la época demuestran que se produjo una nueva “supererupción” volcánica. El periodista David Keys en su libro “Catastrophe” ha recogido pruebas que parecen indicar que en ese año una erupción del Krakatoa separó Sumatra de Java, creando el estrecho de la Sonda y arrojando cenizas suficientes a la atmósfera para crear un nuevo invierno nuclear que podría haber durado entre 2 y 5 años (también según la dendrocronología). Keys encontró referencias a un extraño oscurecimiento del sol en fuentes tan diferentes como los anales chinos y los británicos en aquella época. Entre las consecuencias que señala encontramos pérdida de las cosechas a nivel global, que causaron migraciones como la de los ávaros que llegaron a Europa por esas fechas a sangre y fuego, o el fin de la resistencia de los británicos frente a los sajones en Inglaterra causado por el primer brote de peste bubónica de la historia europea que también relaciona con el cambio climático producido por la catástrofe. El libro de Keys es muy interesante aunque peca quizás de querer explicar demasiadas cosas por una sola causa.
También en la Edad Media, concretamente en 1258 se produjo erupción volcánica en el trópico según los datos obtenidos de los hielos polares. Se cree que pudo tratarse del monte El Chinchón en México o del Quilotoa en Ecuador. Si bien, no fue una erupción tan importante como la anterior, causó un año especialmente frío en el que se perdieron las cosechas en Europa y se produjeron hambrunas y brotes epidémicos. En esta erupción en concreto se ha estudiado la relación que puede haber entre el oscurecimiento de la atmósfera por cenizas volcánicas y el fenómeno de el Niño. Pese a la excepción de 1.258, los siglos XIII y XIV parece que fueron, climatológicamente hablando, bastante estables, lo que produjo un aumento de la población muy significativo que se vio interrumpido en 1.315 por una serie de inviernos especialmente crudos que hicieron que se perdieran las cosechas y la gente volviese a morir de hambre. Los científicos sitúan en ese año el comienzo de la llamada pequeña edad glacial que duraría con altibajos según algunos hasta 1.850. Un ejemplo de cómo puede afectar el clima a la historia es el abandono de las colonias noruegas en Groenlandia causado por el aumento del frío desde 1.315. Otro sería la guerra entre escoceses e ingleses: En 1.314 Eduardo II fue derrotado por los escoceses en Bannockburn. En años posteriores sus intentos de volver a invadir Escocia fueron frenados por la falta de hombres causada por el hambre y las enfermedades.

Para finalizar, en 1.816, una erupción del monte Tambora (Indonesia, cómo no) produjo lo que se llamó el año sin verano, el último episodio conocido de pérdida de cosechas y hambre achacable a este tipo de fenómenos. En 1.886 la isla de Krakatoa saltó por los aires matando a unas 36.000 personas, en el que es el más conocido, aunque probablemente también el más leve, de los desastres históricos de estas características.
Todo ello hace pensar que en realidad el hombre no dirige su destino de la manera que pensábamos y que es posible que alguno de estos fenómenos sobrepase un día nuestra soberbia, hay indicios de que podría suceder, pero eso es otra historia que contaré otro día.

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ALGUNAS FUENTES

  • Fagan, Brian: The Little Ice Age. Basic Books. New York, 2.002.
  • Keys, David: Catastrophe. Ballantine Books. New York, 1.999.
  • Raup, David M: El asunto Némesis. Alianza Editorial, Madrid, 1991.
  • Ryan, Wiliam & Walter Pitman: Noah´s Flood. Touchstone. New York, 2.000.
Jose Antonio del Valle | 11 de junio de 2006

Comentarios

  1. Leo P.
    2006-06-12 20:13

    Magnífica recopilación de datos e interesante reflexión. Gracias.

  2. gaston
    2007-11-18 14:24

    muy buena recopilacion. creo que faltarian los ultimos tsuanmis, igualmente me resulta muy util.

  3. Paulino Zamarro
    2009-12-27 19:58

    Muy bien lo del mar Negro y muy bien lo de Santorín solo que no fue así, si quieres comprobar como fue, consulta la página www.atlantida.webatu.com:

    El mar Negro y la Atlántida están relacionados, pero ni la Atlántida es Santorín, ni la subida de nivel del mar Negro tiene nada que ver con el Diluvio Universal:

    Hace unos cinco millones de años ambas orillas de lo que hoy es el estrecho de Gibraltar estaban unidas y, aunque las placas tectónicas tendían a separarlas, permanecieron unidas por el aporte de sedimentos que se iban acumulando en las fisuras que se formaban y así permaneció hasta hace unos 7500 años, como han logrado probar William Rayan y Walter Pitman.
    Cuando el mar Negro cambió bruscamente de salinidad, el oc. Atlántico se enconraba a unos 17 m por debajo del nivel actual, el Mediterráneo a -95 y el Mar Negro a -60 m, es decir por encima del nivel del Mediterráneo, como determinan los umbrales del Bósforo y los Dardanelos que están a esa profundidad. Eso hizo posible que el mar Negro fuera un gran lago de agua dulce hasta esa fecha y que fluyera un gran río a través de los estrechos turcos.
    Aproximadamente en dicha fecha se debío producir un cataclismo, originado casi con toda seguridad por un maremoto seguido de un tsunami, semejante al que ocurrió en el año 1755 frente a las costas del cabo de San Vicente, conocido como el Terremoto de Lisboa, dicho tsunami debió romper el istmo que había en lo que hoy es el esrecho de Gibraltar y acto seguido hacer subir el nivel del Mediterráneo y a continuación el el mar Negro, que de este modo cambió bruscamente de salinidad.
    Antes de que se rompiera el mencionado istmo, había una gran isla en torno a las acuales islas Cícladas, que quedó sumergida bajo las aguas.
    Dicha isla es, casi con toda seguridad, la Atlántida, consultar la página arriba mencionada, pero ni hubo diluvio, ni Santorín es la Atlántida.

  4. Jose
    2009-12-27 22:01

    Gracias por el comentario y por la información, pero me parece que me he explicado mal: yo no afirmo ni que Santorini fuera la Atlántida ni que la historia del diluvio fuera como cuentan Ryan y Pitman, lo que digo es que ambos mitos se pudieron originar así, que creo que no es lo mismo. Ni siquiera Ryan y Pitman, que se han pasado la vida estudiando el fondo del mar negro, lo toman como otra cosa que una teoría, y lo explican bastante bien, te recomiendo su libro. Me parece que nadie puede afirmar que tal o cual cosa fue la Atlántida con toda seguridad, más que nada porque (hasta que se invente la máquina del tiempo) sentar cátedra sobre el origen de ciertos mitos no tiene demasiado sentido.


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