Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
Fue Primo Levi el que llamó “la zona gris” a todos aquellos que ocuparon los múltiples nichos ecológicos que había entre víctimas y verdugos durante el holocausto nazi. A ellos pertenecían los kapos, los policías judíos de los guetos, los presos de confianza o que ocupaban cualquier puesto en el engranaje de los campos de la muerte en muchas ocasiones solo por un plato de sopa extra que les permitiera vivir un día más. Y sobre todos ellos sin duda destacan los miembros de los diversos sonderkommandos. Sonderkommando significa simplemente grupo o comando especial, y lo utilizaban los alemanes tanto para grupos especiales de su ejército (los anglos dirían task force) como para los que llevaban a cabo las peores tareas en los campos de exterminio.
Los sonderkommandos se encargaban básicamente de limpiar las cámaras de gas de cadáveres y de alimentar con ellos los hornos crematorios, pero no eran esas sus únicas tareas, además seleccionaban y almacenaban las ropas y bienes de los muertos, cortaban el pelo de las mujeres, arrancaban los dientes de oro; cuando los hornos no daban abasto eran los encargados de excavar las grandes fosas en las que se incinerarían los cadáveres sobrantes, o bien de desenterrar cadáveres de fosas comunes para incinerarlos y limpiar así las huellas del genocidio. Como vemos una serie de trabajos dignos del mismo infierno de Dante. Los sonderkommandos no eran, eso sí, los encargados de matar a nadie y por lo tanto Primo Levi los libera de toda culpa. Había que estar allí para saber lo que uno puede llegar a hacer para vivir un día más. Hubo muchos, también es verdad, que prefirieron morir a realizar esas tareas, y otros que prefirieron unirse a las víctimas tras un corto periodo de tiempo en el sonderkommando. El mismo Filip Müller, que llevaba en ello desde 1942, estuvo a punto de unirse a un grupo de compatriotas checos en la cámara de gas, y solo sobrevivió gracias a las palabras de una compatriota que le ánimo a vivir para contarlo. Tanto en las memorias de Müller como en la película de Lanzman se nos relatan escenas que hacen que redefinamos nuestro concepto de miedo y nos preguntemos cómo habríamos reaccionado en su lugar.
Tras el exterminio de los judíos húngaros, los crematorios de Auschwitz II-Birkenau habían llegado a ocupar a más de mil hombres, y la repentina disminución de la carga de trabajo hizo que se les empezara a mandar a la cámara de gas. Los alemanes eran expertos en el engaño, conseguían llevar miles de personas a la muerte con todo tipo de subterfugios, el más conocido sin duda el de las famosas duchas, y en el caso de los hombres del crematorio se les decía que iban a ser trasladados. Solo que si llevabas un tiempo siendo testigo de sus métodos no te hacías ningún tipo de ilusiones, y uno de estos traslados fue lo que desató la sublevación que se relata en “La zona gris” en octubre de 1944. En la película todo sucede por la presencia de una niña que no ha muerto en la cámara de gas. Aunque la historia de la niña es verídica, y fue relatada por el médico judío Miklós Nyiszli, ayudante de Mengele, en sus memorias (que son la base del guión del film) y posteriormente por Primo Levi, lo que sucedió en realidad fue algo mucho menos poético. Simplemente la mayor parte del sonderkommando del crematorio IV iba a ser gaseada, y decidieron morir luchando.
Al final fue la muerte inminente lo que produjo la sublevación de una manera demasiado espontánea y diferente a los planes originales como para que saliera bien. Sabemos lo que pasó gracias a las memorias de Müller y Nyiszli, pero también gracias a documentos enterrados en el suelo del campo por algunos de los cabecillas como Zalmen Gradowski, que pereció en el levantamiento, .
En la mañana del 7 de octubre de 1944 los miembros del sonderkommando del crematorio IV fueron formados para pasar lista y hacer una selección para la cámara de gas. Tras pasar lista los prisioneros atacaron a los guardias con martillos, palos, piedras y todo tipo de herramientas. Los guardias de las SS inmediatamente empezaron a responder con sus ametralladoras, y los prisioneros se tuvieron que refugiar en el crematorio, donde utilizaron los explosivos conseguidos gracias a las mujeres para volar el horno. Con el sonido de las explosiones los presos del crematorio II se unieron a la revuelta, matando a golpes a un SS y metiendo a otro vivo en el horno.
Pronto empezaron a llegar refuerzos de las SS como se muestra muy bien en “La zona gris” y la mayoría de los revoltosos fueron asesinados sin contemplaciones, aunque un grupo de doce logró volar una parte de la alambrada y escapó. Lamentablemente equivocaron la ruta y fueron abatidos por los alemanes antes de llegar muy lejos.
Finalmente, y tras meses de torturas, cuatro de ellas: Ella Gartner, Roza Robota, Regina Safir y Ester Wajsblum, fueron ahorcadas en Auschwitz el 6 de enero de 1945.
La rebelión en sí no tuvo prácticamente ningún resultado, el horno IV no volvió a estar operativo, pero un mes después todos los demás eran desmontados ante el avance de los soviéticos, con lo que su lucha no sirvió para mucho en cuanto a limitar el número de judíos asesinados. Queda eso sí el acto testimonial de unos hombres que han sido denigrados durante años hasta que Primo Levi rescató su memoria, pero que en el último momento supieron morir luchando.
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ALGUNAS FUENTES