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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

Mientras espero a ser rescatado

Hace ya bastante tiempo que leí lo que sigue:

Así pues, la estructura de la sociedad de los noruegos en Groenlandia produjo un conflicto entre los intereses a corto plazo de quienes detentaban el poder y los intereses a largo plazo de la sociedad en su conjunto. Gran parte de lo que los jefes y los clérigos apreciaban demostró ser en última instancia perjudicial para la sociedad. De manera que los valores de esa sociedad eran tanto la base de su fortaleza como la de su debilidad. Los noruegos de Groenlandia sí consiguieron crear una forma única de sociedad europea y sobrevivir durante 450 años siendo la avanzadilla más remota de Europa. Nosotros, los estadounidenses actuales, no deberíamos apresurarnos al calificarlos de fracasados, ya que su sociedad sobrevivió en Groenlandia más tiempo que el que nuestra sociedad anglohablante ha sobrevivido hasta el momento en América del Norte. En el último momento, sin embargo, los jefes descubrieron que no tenían seguidores. El último derecho que habían conservado para sí era el privilegio de ser los últimos en morir de hambre.

Se trata de un extracto del libro “Colapso” de Jared Diamond. Desde la primera vez que lo leí he debido volver a él más de cien veces y cada día me maravilla más como define perfectamente lo que estamos viviendo en la actualidad. La sociedad vikinga de Groenlandia fue creada hacia el año 1000, gracias a una época de clima amable que acabó con la llegada de la Pequeña Edad del Hielo hacia el 1400. Aparte de lo que dice el párrafo, Diamond cuenta cómo la misma forma de vida vikinga, sus tradiciones y la incapacidad para abandonarlas fueron causas importantes en la desaparición de toda una sociedad, mientras sus vecinos, los esquimales, sobrevivían perfectamente adaptados al medio.

Para alguien criado como yo entre libros de ciencia ficción, en la que suele primar una visión optimista del futuro donde el ser humano acaba venciendo todos los obstáculos gracias a su ingenio y su curiosidad, y sale de la tierra para ir a formar un Imperio Galáctico de los de Asimov, es una verdadera decepción ver como en realidad las únicas características del hombre que parecen acabar siempre venciendo son la avaricia y el instinto depredador.

A día de hoy parece que la humanidad está destinada a ahogarse en sus propias montañas de basura, o a languidecer hasta acabar desapareciendo, eso sí, con una élite que nunca tiene suficiente conservando ese dudoso honor de ser los últimos en morir.

Durante mi infancia, allá por los 70, recuerdo la insistencia en la ecología de cualquier libro, tebeo o programa de TV que se ponía a mi alcance. Salvemos el planeta ahora que estamos a tiempo. Poco después todo eso desapareció misteriosamente, lo que siempre me tuvo bastante extrañado. Tendrían que pasar años para que me diese cuenta de que esa desaparición coincidió en el tiempo con la llegada al poder de Ronald Reagan en EEUU y de Margaret Thatcher en Gran Bretaña entre otros. Desde entonces la teoría, respaldada por la Biblia según algunos, del creced y multiplicaos se impuso y ha ido paulatinamente acabando con casi cualquier teoría o idea disidente. Parece que a día de hoy y gracias a eso ya no estamos a tiempo de salvar nada según algunos. Y todo se lo debemos a la ideología del crecimiento eterno de los beneficios que para Reagan debía crear la sociedad perfecta puesto que, si había mucho, lo lógico es que se repartiera más y mejor, aunque luego se ha visto que las cosas no funcionan así ni remotamente. Sea como fuere, ese dogma impuesto es el que actualmente está representando el papel para nosotros que en la Groenlandia noruega jugaron tradición y forma de vida en general.

Estamos viendo como se sacrifican sociedades enteras a una ideología que ya ha demostrado que no funciona. Y no, no hablo del libre mercado ni del capitalismo tal y como lo pintan algunos iluminados liberales. En ambos existe la posibilidad para el que invierte su dinero de perderlo o de ganar más, según vayan las cosas. Lo que actualmente vivimos es la tiranía de los que no pueden perder y, si se ven en esa tesitura, no dudan en sacrificar a naciones enteras por sus beneficios infinitos. Solo que los beneficios no pueden ser infinitos, porque ni los recursos ni el espacio lo son.

Y así llegamos al 21 de julio de 2012 y a España esperando ser (o no ser) rescatada. Ser rescatada significa que casi cualquier derecho de los habitantes de esta nación se pone detrás de la deuda que presuntamente hemos contraído los españoles por “vivir por encima de nuestras posibilidades”, gran pecado cuya penitencia consiste, ya digo, en perder tus derechos y además en ser gobernado por una o varias potencias extranjeras. Rescate es, por tanto, sinónimo de extorsión.

A alguien nacido durante una dictadura pero que, por su edad, solo tiene recuerdos de vivir en democracia todo eso le suena bastante mal. ¿Perder mis derechos? ¿Ser gobernado por alguien al que no ha votado la mayoría? Durante la pasada semana he mantenido varias conversaciones en las que yo defendía que el actual estado de cosas, con un gobierno quisling que gobierna para los bancos alemanes y una democracia totalmente derrotada por el poder económico, era algo nuevo o, al menos, que nunca se había aplicado con tanto descaro frente a los que decían que en realidad siempre ha sido así, y sacaban a relucir el “OTAN de entrada no” y todo tipo de cosas que me hacían medio asentir. Al final uno acaba pensando si no habrá sido toda su vida un burro o, peor, un idealista terminal incapaz de ver la realidad.

¿Es España una democracia a día de hoy? Por definición democracia es la doctrina política en favor del sistema de gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía mediante la elección libre de sus dirigentes o el régimen que ejerce ese sistema de gobierno. Parece que elegir a nuestros dirigentes aún nos dejan, dentro de la elección que uno puede hacer con el actual sistema de listas cerradas y con la actual ley electoral; lo que pasa es que el pueblo ya no ejerce la soberanía a través de esos representantes. Al menos eso es lo que confesó hace un par de días nuestro Presidente; de manera que no, Totó, esto ya no es Kansas. Vivimos en un sistema que ya no es una democracia, creo que el primero que se atrevió a decirlo en vivo y en directo fue Iñaqui Gabilondo.

Pero hay más formas de confirmarlo. A día de hoy, conceptos como la igualdad ante la ley (Art. 14 de la Constitución) o la seguridad jurídica (“Cualidad del ordenamiento que produce certeza y confianza en el ciudadano sobre lo que es Derecho en cada momento y sobre lo que, previsiblemente lo será en el futuro” según Sainz Moreno) son agua de borrajas, y los sucesivos gobiernos se permiten el lujo de indultar arbitrariamente a banqueros o políticos que han robado millones pero les son cercanos, o bien perdonar a los defraudadores millonarios en una sociedad en la que, según uno de sus ministros, no hay dinero para los servicios públicos, o de producir leyes ad hoc que lo mismo limitan al máximo los derechos de los trabajadores que pretenden limitar derechos y libertades fundamentales como los de reunión, expresión, etc.

Si a todo esto se le une la tendencia hacia la eliminación de servicios públicos como la sanidad o la educación, en cuyos sectores privados tienen sospechosos intereses tanto miembros del actual Gobierno como de la Iglesia y demás poderes fácticos, si además le unimos el intento por parte de las autoridades de limitar al mínimo las posibles protestas mediante las ya citadas leyes ad hoc o bien mediante órdenes a los cuerpos de seguridad del Estado para extremar la crudeza de la represión de cualquier muestra de desacuerdo y la tendencia a dejar caer toda la recaudación del Estado sobre las espaldas de las clases bajas y medias mientras no solo se libra a las grandes fortunas de casi cualquier tipo de imposición, sino que se les anima a delinquir mediante amnistías fiscales, resulta que no solo no estamos en una democracia, sino que estamos en una tiranía. Por definición: “Abuso o imposición excesiva de cualquier poder, fuerza o superioridad”. Y contra las tiranías es lícito rebelarse, lo dice hasta la Iglesia Católica.

¿Y todo esto en nombre de qué? Hay una ilustración que recorre Facebook últimamente en la que se dice más o menos: La actual crisis consiste en que gente que no tiene debe dinero a gente que no lo necesita. Creo que resume muy bien lo que sucede en estos días.

En nombre del dogma, el Estado (que somos, o deberíamos ser, todos) ha asumido deudas de instituciones privadas que en buena lid deberían estar expuestas a ganar o perder. Esas deudas han sido pagadas además si pedir contraprestación alguna, de manera que el dinero utilizado para sanear los bancos no ha revertido en la sociedad en forma de crédito, sino que se ha utilizado de nuevo por esos mismos bancos para comprar y vender más humo. Cuando el humo vuelve a desaparecer, se inyecta más dinero al agujero negro, dinero que desaparece de las arcas públicas, de los hospitales, las escuelas, la ciencia, etc.

En nombre del dogma, políticos sin voluntad repiten una y otra vez lo que les ordenan desde instituciones como el FMI, las famosas agencias de calificación, el BCE, etc. a las que nadie ha votado. Y las medidas sumen a cada estado que las toma en una mayor miseria, pero nadie se baja de la burra porque el dogma es el dogma.

Y, se podría preguntar, en todo este embrollo ¿existe el equivalente a los esquimales en la Groenlandia vikinga? ¿Existen ideas diferentes al dogma que merecerían ser probadas ante el fracaso evidente de éste? Existen, pero de momento la actitud ante ellas es la misma de las clases pudientes groenlandesas ante la forma de vida esquimal.

Parece que Alemania, o su actual clase dirigente, está dispuesta a inmolar una de las más bellas ideas de los últimos siglos, la de una Europa unida y solidaria, en el altar del dogma de los beneficios infinitos, olvidando las razones para las que se creó la UE, y olvidando de paso su propio pasado, en el que no son pocas las veces que sus vecinos europeos actuaron con ellos con una humanidad que ahora parece que ha sido devorada por la avaricia. En nombre de todo ello, sus actuales dirigentes no dudan en volver a convertir al suyo en un estado agresor, aunque los medios sean diferentes.

Pero, aunque los medios sean diferentes, al final, tanto las instituciones y gobiernos que manejan el cotarro como nuestros mismos dirigentes (resulta patético ver a un partido nacionalista que parece no reparar en que sirve a una potencia extranjera y eso tiene un nombre que seguro que utilizarían con gusto de ser otros los que gobernaran) con intereses en hacer de lo público su propio negocio privado, están ejerciendo violencia sobre el pueblo; violencia que va a causar (ya está causando) miseria, desesperación y, finalmente, muerte. Contra todo ello cada vez va pareciendo más lícito y necesario ejercer una resistencia inteligente y dentro de lo posible pacífica.

No suelo salirme mucho en estas líneas de los temas que habitualmente conforman los anales perdidos para tratar la actualidad o expresar mi opinión pero, la verdad, en esta tarde de julio, en la que hay tanto en el aire mientras el Gobierno, una vez más, se esconde, no soy capaz de quitar todo esto de mi cabeza mientras espero a que me rescaten.

Jose Antonio del Valle | 22 de julio de 2012

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