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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

Uno de los nuestros

Bernardo de Gálvez
El otro día, viendo la magnífica Más allá el Missouri (1951) en TV, aparte de sentir un tremendo vértigo y desasosiego, como cada vez que me pongo a pensar en todos esos hombres y mujeres que durante el siglo XIX extendieron las fronteras de la humanidad hasta prácticamente cada rincón de la tierra, motivados por la búsqueda de una vida mejor y con un desprecio por las penalidades y la misma muerte que me son muy difíciles de comprender aquí, sentado frente a mi ordenador a principios del siglo XXI, me dio por pensar que nuestros antepasados habían vivido aventuras mayores a partir del descubrimiento de América, que sin embargo no hemos sido capaces de plasmar en historias épicas como la protagonizada en este caso por Clark Gable.

Lo cierto es que los anglosajones han conseguido que su épica del viaje hacia el Oeste se convierta en patrimonio de la humanidad, mientras que los españoles no sabemos prácticamente nada de las personas que llevaron a cabo la colonización de América salvo por dos o tres conquistadores, que parece que después de Cortés y Pizarro ya estaba todo hecho y no pasó nada hasta Simón Bolivar o, más bien, hasta la guerra de Cuba. Durante siglos, hombres y mujeres colonizaron América desde la Tierra de Fuego hasta gran parte de lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos. Tuvieron sus guerras con los indios, sus fuertes y sus caravanas, de las que lamentablemente se habla poco o nada en nuestra literatura o nuestro cine.

Uno de los personajes que destacaron en aquel ambiente y del que voy a hablar hoy es también uno de los pocos héroes españoles de los que se va sabiendo algo, aunque a día de hoy sigue costando encontrar en internet a otro que no sea Blas de Lezo, de cuya historia uno está empezando a estar un poco cansado, la verdad. Estoy hablando de Bernardo de Gálvez, militar español que también tuvo el honor de zumbarles a los ingleses a placer, pero que además podría ser el prototipo de lo que tendrían que haber sido nuestros personajes de frontera protagonizados por el John Wayne de turno si alguna vez nos hubiésemos puesto a ello.

Gálvez nació en Macharaviaya (Málaga) en 1746, hijo de Matías de Gálvez y Gallardo, militar cuya vida y aventuras no tienen mucho que envidiar a las que luego viviría su hijo. Gálvez estudió en la academia militar de Ávila, y llegó a México en 1762 como teniente tras haber combatido contra los portugueses. Los siguientes diez años los pasó combatiendo contra los indios, principalmente apaches, cuyas correrías aterrorizaban a los colonos del Virreinato de la Nueva España, que en aquel entonces se adentraba hacia el norte casi hasta el actual estado de Colorado. En 1772 fue ascendido a comandante y puesto al mando en Nueva Vizcaya (lo que hoy es Nuevo México), desde donde participó en dos expediciones de castigo contra los apaches que llegaron muy al norte, hasta el río Pecos, causándoles muchas bajas, aunque no pudo acabar con los endémicos ataques indios. Finalmente fue herido por tercera vez en un ataque apache contra Chihuahua, por lo que dejó el Nuevo Mundo a finales de año para volver a España. Su experiencia le sería de mucha utilidad años después cuando fue nombrado Virrey de la Nueva España.

Antes de volver a América tuvo ocasión de ser nuevamente herido en una desastrosa expedición contra Argel en 1775. Al año siguiente se le envió a la Luisiana, que había sido cedida a España por Francia en compensación por la pérdida de Florida tras la guerra de los 7 años. En Nueva Orleáns Gálvez fue nombrado coronel jefe de las escasas fuerzas estacionadas allí, y posteriormente gobernador.

Ese mismo año, había estallado la Revolución Americana y, aunque las simpatías de España estaban puestas en los rebeldes, no se entraría en guerra contra los ingleses abiertamente hasta 1779, de modo que Gálvez se vio en la obligación de mantenerse informado de los movimientos del potencial enemigo en Florida mientras luchaba contra el contrabando y los corsarios británicos, creando su propia red de espionaje y contrabando para surtir a los americanos del material que necesitaban.

Durante 1777 y 1778 se vivió una especie de guerra fría en la que ambos bandos medían al oponente, se reforzaban y de vez en cuando se producían incidentes en los que se abordaban y requisaban barcos del uno o del otro, haciendo que la tensión fuese en aumento. En 1777 también, una banda de rebeldes americanos atacó Baton Rouge y Natchez, haciendo que huyeran muchos colonos británicos, a los que Gálvez permitió asentarse en Luisiana, fundando la ciudad de Galveztown, hoy Gálvez (Luisiana), primera de las muchas que posteriormente llevarían su nombre en los Estados Unidos. Estos colonos actuarían más tarde del lado español en la lucha contra los británicos en un acto de reconocimiento a su benefactor que no deja de ser extraño para una mirada moderna.

John Campbell de Strachur
Finalmente la guerra fue declarada en junio de 1779 y Gálvez se puso en movimiento hacia Florida en agosto. Su posición no era nada cómoda, contaba con unos 2.000 hombres, la mayoría de los cuales eran milicianos y le hacían falta para proteger la colonia. Por otra parte habían llegado a sus manos las órdenes del comandante enemigo, John Campbell, que debía atacar Nueva Orleáns en cuanto comenzara la guerra. Para anticiparse a ello, Gálvez partió el 27 de agosto con solo 670 hombres hacia territorio enemigo. Por el camino se les fueron uniendo indios y colonos, hasta llegar a unos 1400, con los que capturó Fort Bute, el primer puesto Británico en su camino. Luego se dirigió a Baton Rouge, que cayó el 21 de septiembre. Posteriormente, pese a las órdenes de ponerse a la defensiva que le llegaron desde Cuba, tomó Natchez y, en febero de 1780, Mobile, con lo que consiguió tener en su poder toda la desembocadura del Mississippi. Hasta el momento su éxito había sido impresionante, dada la escasez de tropas, las enormes distancias y las pocas bajas sufridas en campaña. Sin embargo, sabía que para conseguir su objetivo final, la ciudad de Pensacola, iba a necesitar un ejército mucho mayor. De momento, fue nombrado Mariscal de Campo por su hazaña.

Mientras tanto, durante 1780 había llegado a Cuba una gran flota con unos 11.000 hombres con la misión de reforzar la isla y atacar Florida. Sin embargo, a su llegada al Nuevo Mundo más de un tercio de los hombres estaban enfermos, y tuvieron que ser acomodados en hospitales cubanos y de varias colonias francesas cercanas, mientras el resto era ocupado en construir defensas. Todo ello hizo que las operaciones se retrasaran más de la cuenta, dejando a nuestro protagonista sin opciones de completar sus recientes victorias. Por fin, el 16 de octubre Gálvez partió de la Habana con una gran flota y fuerzas suficientes para conseguir su meta. Lamentablemente la armada fue dispersada por un huracán y no fue posible alcanzar el objetivo por esta vez.

La campaña final contra Pensacola comenzaría el día 9 de marzo de 1781 con un desembarco en la isla de Santa Rosa, que controlaba la entrada a la bahía de la ciudad. Aquí tuvo Gálvez su momento de gloria particular cuando, habiéndose negado el jefe de la flota española a entrar en la bahía por temor al fuego de los británicos, nuestro protagonista enarboló su bandera en el bergantín Galveztown y se introdujo en ella a toda vela sin sufrir ningún daño, por lo que fue inmediatamente seguido por los demás barcos. Con el tiempo la acción sería recordada por el lema de su escudo de armas: “Yo solo”. Desde la isla, los hombres de Gálvez empezaron a hostigar la ciudad con su artillería y en poco tiempo una pequeña fuerza desembarcó en el continente para ser reforzada el día 20 por el resto del ejército que llegaba por tierra desde Mobile. El día 20 llegaron también los refuerzos procedentes de Cuba, la suerte de la ciudad estaba echada.
En aquel momento Gálvez contaba con unos 7.500 hombres, y una gran flota, mientras que Campbell solo tenía unos 1.600. Al comandante británico se le permitió evacuar a la población civil y que la lucha se centrara solo en la fortaleza de la ciudad para no dañar el resto de los edificios. El sitio continuó hasta el 8 de mayo, cuando una granada española alcanzó un polvorín británico, causando una matanza, y Campbell capituló.

La guerra terminó con el tratado de Versalles en 1783, y fue la mayor derrota sufrida en la época por los británicos frente a España, que recuperó toda la Florida, Menorca, el control efectivo de Centroamérica y de la mayoría del Caribe, quedando solamente Gibraltar en manos británicas de los territorios que España había reclamado antes del conflicto. Gálvez fue nombrado Capitán General de Luisiana y Florida en 1782, así como Conde de Gálvez y Vizconde de Galveztown e incluso desfiló junto a George Washington en el desfile de la victoria.

Carlos III
En 1784 fue nombrado Capitán General de Cuba y en 1785 Virrey de la Nueva España a la muerte de su padre, que había ocupado el cargo hasta entonces. En su nuevo cargo Bernardo de Gálvez tuvo la ocasión de utilizar toda la experiencia ganada contra los apaches cuando solo era un simple teniente, y promulgó la llamada “Instrución para el Buen Gobierno de las Provincias Internas de la Nueva España”, fundamental en la posterior pacificación de los indios. Por lo demás, a Gálvez en su puesto de Virrey se le recuerda como gobernante ilustrado, a imagen y semejanza de su monarca Carlos III, preocupado por la cultura y las obras públicas, además de por el bienestar de sus súbditos en general y parece que en particular dispuesto a actuar contra los que maltrataban a los indios. Murió de fiebres en Tacubaya, en 1786 y por todo lo relatado hay quien afirma que pudo ser envenenado por las envidias que despertaba entre la corte.

ALGUNAS FUENTES
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Jose Antonio del Valle | 22 de marzo de 2013

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