Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
Ignatius Loyola Donnelly nació en PhiladelPhia en 1831, hijo de un médico irlandés que murió joven, lo que hizo que su viuda se tuviera que ganar la vida dirigiendo una casa de empeños para pagarle a su hijo los estudios en los centros más elitistas del estado de Pennsylvania.
Tras ejercer unos años la abogacía en una de las mejores firmas de la ciudad, Donelly decidió hacer carrera en política con el partido demócrata. En 1855 se casó y abandonó momentáneamente esa dedicación, al parecer impulsado por ciertas acusaciones de fraude, para llevar a cabo el proyecto de John Nininger, un hombre de negocios que quería aprovechar la ola de inmigración europea que se estaba produciendo para fundar una ciudad ideal junto al río Mississippi, que debía ser la capital del futuro estado de Minnesota. El proyecto en un principio fue un éxito y Nininger vendió casi todos los terrenos que poseía en la zona a los inmigrantes, llegando a tener la ciudad unos quinientos habitantes antes de que sobreviniera el desastre.
El final de la ciudad de Nininger vino en una forma que hoy en día nos es dolorosamente familiar. Fue en el llamado pánico de 1857, un “crack” económico que hizo que la mayoría de los granjeros que habían colonizado la zona no pudiera seguir pagando los créditos con los que estaban pagando sus nuevas tierras. Además, la depresión impidió que el ferrocarril llegara hasta la ciudad y el trasbordador que se había proyectado tampoco se pudo construir, con lo que la ciudad quedó aislada y fue abandonada rápidamente por casi todos, salvo por el que había hecho las veces de gobernador de la misma, nuestro protagonista, que siguió viviendo durante algún tiempo en la mansión señorial que se había mandado construir.
Arruinado, Donelly volvió a la política tras convertirse Minnesota en estado en 1858, esta vez con el partido republicano y, tras algunos fracasos iniciales, fue elegido vicegobernador del que iba a ser su mentor en adelante, el republicano Alexander Ramsey. Ocupó ese cargo entre 1860 y 1863. A continuación fue congresista en Washington hasta 1868 y luego senador hasta 1880, año en el que perdió las elecciones tras una agria polémica con un aliado político de Ramsey y tuvo que volver a su mansión de Nininger completamente arruinado una vez más. Durante sus años en política, Donelly desarrolló un ideario progresista que incluyó programas para llevar la educación a los menos pudientes y la defensa del sufragio femenino. Además, sus ratos libres los pasaba en la Biblioteca del Congreso, donde consiguió hacerse con una profunda erudición que luego le serviría de mucho como veremos.
Ignatius Donelly es uno de esos personajes que se arruinan una y otra vez, y una y otra vez vuelven a resurgir de sus cenizas gracias a su ingenio o, en este caso a sus conocimientos enciclopédicos. La siguiente faceta triunfadora de nuestro hombre parece que surgió de la lectura de “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne, publicada en 1870. En uno de sus pasajes Donelly se quedó prendado de la descripción de unas ruinas submarinas, y de ahí paso a convertir el estudio del mito de la Atlántida en su obsesión.
El método utilizado por Donelly en su obra es ni más ni menos que el que hoy utilizan la mayoría de los amantes de lo paranormal: Se parte de las conclusiones a las que se quiere llegar, y se utilizan los datos que te interesan, evitando los que te son adversos e incluso usando los mismos unas veces para demostrar una cosa y otras para la contraria. Todo ello basado en un gran conocimiento de la mitología, la historia y la ciencia de la época, que le permitía cubrir su obra con una pátina de respetabilidad. Este método a llevado al periodista americano Charles P. Pierce a considerarle el padre de la pseudociencia, cuya forma definitiva va a estar ya presente en su siguiente libro.
Animado por el éxito de su obra, Donelly publica en 1882 Ragnarok: Age of Fire and Gravel en la que buceaba de nuevo en los mitos de diversas civilizaciones para llegar a la conclusión de que el hundimiento de la Atlántida, así como la conformación actual de los continentes, habían sido producidos por el choque de la tierra contra un cometa. Esta vez el hilo conductor eran los mitos referentes al oscurecimiento del cielo, como el del Ragnarok escandinavo que da nombre al libro y que, según él, se habrían producido por las cenizas despedidas a la atmósfera tras el brutal choque. Hay que decir que aunque en su día la ciencia no le hizo demasiado caso, en la actualidad existen trabajos serios que relacionan esos oscurecimientos narrados en mitos y crónicas antiguas con explosiones volcánicas o incluso el choque de cuerpos celestes aunque basándose en pruebas más tangibles que las que utilizó Donelly.
Esta vez el éxito comercial de la obra fue más discreto desde el principio. Para empezar se tuvo que hacer cargo él mismo de la edición al no querer publicarlo ninguna de las principales editoriales del país, y las reacciones fueron desde el escepticismo educado hasta el rechazo total de lo que proponía, lo que le llevó a considerarse una especie de genio adelantado a su tiempo al que nadie comprendía. Incluso inició el discurso victimista de que sus descubrimientos amenazaban a la “ciencia oficial”, que los rechazaba por ello, y que tan familiar nos resulta hoy en día cuando hablamos de pseudociencias. Pese a ello este segundo libro, al igual que el primero, le iban a convertir en inspiración para una pléyade de nombres que constituirían los comienzos de las llamadas ciencias ocultas como pueden ser Helena Blavatsky, Edgar Cayce o Immanuel Velikovsky, lo que compensaría en cierto modo la respuesta más que escéptica de la ciencia.
El nuevo fracaso comercial le hizo volver a centrarse en la política, aunque en esa época escribió también algunas obras que podemos situar dentro de la incipiente ciencia ficción. En lo político, Donelly fue uno de los fundadores en 1892 del Partido del Pueblo,) con el que llegó a presentarse como candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos en 1900. Antes de eso, se había vuelto a casar en 1898, tras la muerte de su primera esposa, y al año siguiente publicaría su última obra, de nuevo sobre el tema de Shakespeare y Bacon, titulada: The Cipher in the Plays, and on the Tombstone, en la que ampliaba su teoría para decir que Bacon no solo había escrito las obras de Shakespeare, sino también las de Christopher Marlowe y las de Miguel de Cervantes.
Ignatius Donelly murió en enero de 1901. Como decía al principio, le debemos en parte todo este lío en el que hemos estado sumergidos los últimos días, puesto que de su interpretación de la civilización y los mitos mayas como parte de los restos de la antigua civilización atlante es una de las obras de las que surgiría más tarde un interés por el contenido esotérico de la cultura de esta civilización.
Donelly además es un personaje interesante por ser uno de esos individuos con suficiente bagaje cultural e inteligencia para haber sido uno de los padres de la ciencia moderna, pero que se perdió para ella por su empeño en internarse una y otra vez en esos callejones sin salida de los que ya he hablado alguna vez.
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ALGUNAS FUENTES
2012-12-22 12:08
Por cierto, para el que le pueda interesar, están disponibles en inglés Atlantis y Ragnarok más Caesar´s Column, una de sus novelas de CF en la página del Proyecto Gutenberg. http://www.gutenberg.org/
Están en formato PDF, Epub y Mobi entre otros y son gratuitos.
2012-12-22 18:17
Pues nada, hay que reconocer que creo no solo una visión de Atlántida que es la que perduraría, sino todo un método de “investigación”.
2012-12-23 12:19
Curioso, cada vez que se arruinó, volvió a la política a “forrarse”.
No han cambiado nada los tiempos.
2012-12-23 15:55
Hombre, en realidad ambas cosas le ocuparon todo el tiempo, mientras era político estudiaba los otros temas, y mientras estuvo escribiendo y dando conferencias no dejó la política, aunque no tuviera un cargo público. Las elecciones a veces se pierden. Sobre todo en la última época estaba con el Partido del Pueblo y la cosa de Shakespeare al mismo tiempo.