Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
Alfred Russel Wallace nació en Gales en 1823, de una familia escocesa de clase media que había venido a menos en la anterior generación, lo que hizo que sus orígenes fueran muy humildes y su figura fuera completamente opuesta a la del acomodado Darwin. Wallace se vio obligado a abandonar la escuela a edad temprana y entró a trabajar como aprendiz de agrimensor en la empresa de uno de sus hermanos, por lo que prácticamente todo su aprendizaje lo realizó de manera autodidacta en diferentes bibliotecas de las que se hizo asiduo visitante. Posteriormente consiguió un puesto de maestro en Leicester, donde conocería a Henry Walter Bates, un enamorado de los escarabajos que le contagió su amor por la historia natural y cuya amistad iba a cambiar su vida para siempre. En aquella época, hacia 1844, Wallace leía constantemente, llegando a conocer algunas de las obras que más tarde le harían seguir el mismo camino de Darwin como los Principios de Geología de Charles Lyell o el Ensayo sobre principios de la población de Thomas Malthus. Además iba a leer tres obras que le harían desear ampliar sus horizontes en la búsqueda de aventuras y nuevos especimenes, por un lado los libros de viajes por Sudamérica de Alexander Von Humboldt, y por otro El viaje del Beagle de Charles Darwin y A Voyage up the River Amazon del americano William Henry Edwards. También devoró una obra que en su época había supuesto una gran polémica: Vestiges of the Natural History of Creation publicada anónimamente por el editor Robert Chambers y que anticipaba la teoría de la evolución, aunque de una manera poco científica que hizo que posteriormente Darwin se cuidara mucho de no publicar sus resultados hasta tener detrás una inmensa montaña de datos que los refrendaban y que, sin embargo, también produjo el despegue de la imaginación de Wallace y su “conversión” a la idea de la evolución. Con todo ello, en 1848 Wallace y Bates iniciaron su primer viaje por el Amazonas tras formar una sociedad con Samuel Stevens, que se encargaría de vender todos los especimenes que fueran capaces de encontrar a eruditos, museos y todo tipo de sociedades relacionadas con la ciencia que en aquel momento proliferaban por todas partes.
Wallace permaneció en el Amazonas hasta 1852, realizando una inmensa tarea como naturalista y explorador que le llevaría a desarrollar ideas originales sobre la distribución geográfica de los seres vivos, uno de los campos en los que después destacaría. Durante su regreso a Gran Bretaña, el barco en el que viajaba se incendió, perdiéndose con ello una ingente cantidad de valiosos especimenes. A Dios gracias Stevens había tenido la precaución de asegurar la carga, lo que hizo que Wallace pudiese mantenerse y empezar a organizar una nueva expedición durante algún tiempo.
No obstante, si el viaje ha pasado a la historia fue por la “epifanía” que Wallace sufrió en febrero de 1858. Comido por las fiebres en la isla de Gilolo, comenzó a reflexionar sobre los principios de la población de Malthus y llegó a la conclusión de que la evolución se producía mediante el mecanismo de la selección natural. Un mes más tarde, enviaba a Darwin el ensayo que había escrito expresando esas ideas, con el encargo de hacérselo llegar a Charles Lyell si consideraba que su contenido merecía la pena.
Hay que decir que Darwin en ningún momento trató de ocultar el descubrimiento de su amigo y rival. Aún reconociendo que el ensayo describía lo que él no había sido capaz de publicar por miedo a no tener todos los cabos bien atados durante veinte años, y por tanto podía derrotarle en la carrera por ser el primero en expresarlo, entregó el trabajo a Lyell quien, junto con el botánico Joseph Hooker, decidió presentar el artículo de Wallace junto a una carta a Hooker escrita en 1847 y otra al naturalista americano Asa Gray de 1857 en las que se demostraba la precedencia de Darwin respecto a la idea de la selección natural como motor de la evolución. La presentación se realizó ante la Linnean Society de Londres el 1 de julio de 1858 y pasó bastante desapercibida para la importancia de la idea que se expresaba en público por primera vez.
Alfred Russel Wallace murió a los 90 años en 1913, y hasta en su final fue en muchos sentidos opuesto a Charles Darwin, negándose a ser enterrado junto a él en la Abadía de Westminster, donde en 1915 se colocarían dos medallones para conmemorar a los padres de la selección natural.
A día de hoy cada vez oigo hablar más de la teoría de Darwin, y cada vez parece que Wallace queda más relegado. Para algunos es solo el que le metió prisa a Darwin para que publicara su obra, olvidándose de todas sus contribuciones como descubridor de nuevas especies, como único corresponsal que consiguió estar en la misma onda que Darwin, proporcionando retroalimentación e ideas y, cómo no, como pensador original de muchos de los cabos sin atar que al final darían lugar a lo que hoy es una de las dos o tres columnas en las que se asienta la ciencia moderna.
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ALGUNAS FUENTES