10 normas tan claras como volátiles, quince realizadores y una puerta abierta a otro tipo de cine. Little Secret Film es un “ejercicio de riesgo cinematográfico extremo” que ha comenzado el día 1 de febrero de 2013 con quince películas rodadas en 24 horas y estrenadas simultáneamente en la red. En Libro de Notas nos hemos propuesto hacer un ejercicio de crítica extrema y examinarlas todas con lupa en las próximas semanas. Empezando desde ya.
Por Noel Ceballos
Manic. La Era YouTube convirtió en realidad —virtual; pero, a estas alturas, ¿cuál es la diferencia?— el panóptico benthamiano, con una perversa salvedad: ahora todos accedemos voluntariamente a ser vigilados y, llegado el caso, castigados. La histeria incontrolada del fan fatal de una popstar en caída libre nos coloca en una situación comprometida (reírnos de alguien que llora, banalizar el sentimiento verdadero desde la ironía de los 140 caracteres), pero quizá lo realmente inquietante es que ya se ha convertido en un automatismo. En su primer largo, Pablo Maqueda utiliza algunos casos célebres de Schadenfreude internáutica como punto de partida para reflexionar sobre una antiutopía que no acecha a la vuelta de la esquina, sino está transcurriendo en el preciso instante en que lees estas líneas. Su primer acto parece mimetizar una jam session culpable por el lado amateur de YouTube, pero sería un error quedarse simplemente con esa lectura superficial. Leave Britney alone! es sólo la chispa de un experimento narrativo construido a través de pistas falsas. Como, por ejemplo, su propio título.
Pixie. Tracemos una línea que, probablemente, empiece en la Katherine Hepburn de La fiera de mi niña y acabe en Zooey Deschanel. Por el camino habremos coleccionado unas cuantas declinaciones de la manic pixie dream girl, un arquetipo que el crítico Nathan Rabin acuñó para referirse a cierto tipo de personaje femenino que sólo parece existir para proporcionar al protagonista (siempre masculino) de la historia una razón para abandonar su vida gris y, qué demonios, hacer locuras. En Ruby Sparks, la actriz y guionista Zoe Kazan propuso una enmienda a la totalidad, descubriendo la misoginia encerrada bajo el lugar común y reformulándolo como lo que, en el fondo, siempre ha sido: un subterfugio creativo para una masculinidad en crisis. El #littlesecretfilm de Maqueda no tiene las mismas intenciones de Kazan, pero intuyo que a ella le gustaría ver una película titulada Manic Pixie Dream Girl que ya no ponga en duda al elemento masculino, sino que sencillamente lo obvie, que pase por completo de él.
Dream. “Al sistema no le sirven para nada las almas”, afirma un personaje de Vicio propio (la, de momento, última novela de Thomas Pynchon) cuando el protagonista le pregunta si Internet, o uno de sus primeros prototipos, no le estará devorando por dentro. Nunca he estado seguro de lo que quiere decir esta enigmática afirmación: Internet, como demuestra esta película, sí puede ser entendida en términos metafísicos. El último videoblog de un suicida, un perfil de Facebook abandonado tras una ruptura, la geometría abandonada de Second Life o el blog de un serial killer componen una suerte de fantasma en la máquina, una conciencia global posthumana que puede llegar a resultar aterradora. Tras el éxito de Chris Crocker, el chico de Leave Britney Alone!, algunas voces se preguntaron si no sería todo una performance calculada para acceder a su porción warlholiana de fama. Manic Pixie Dream Girl se cierra con otro ritual artístico, pero mucho más radical: un gesto que nos hace replantear todo lo visto hasta el momento y que sitúa este trabajo en una zona de sombra entre (atención) la ciencia-ficción más intimista, casi mumblecore, y el mismísimo John Carpenter.
Girl. Una chica fragmentada, una chica que muta y se convierte en muchas. Esta pequeña película secreta es un mano a mano entre ella y su director, no podría existir sin uno de los dos. Rocío León está más allá del elogio en su multiplicación de personajes y matices, logrando componer una de esas interpretaciones que, por sí solas, justifican un segundo visionado. Al final, como sucedía con Dennis Lavant en Holy Motors, la intérprete sabe encontrar un nexo común entre todas sus transformaciones: la soledad. Porque ese es el tema secreto de Manic Pixie Dream Girl. Puede que vivamos en el panóptico, pero estamos muy solos dentro de nuestra celda.
2013-02-06 16:54
Me ha gustado el detalle de señalar a la Hepburn en ese papel como el punto de inicio de ese perfil.
Por cierto, si yo fuese Rocío León (que no estaría nada mal) ahora mismo aplaudiría a rabiar de contenta por el piropo lanzado: “más allá del elogio”. ¡Casi nada!
Saludos