10 normas tan claras como volátiles, quince realizadores y una puerta abierta a otro tipo de cine. Little Secret Film es un “ejercicio de riesgo cinematográfico extremo” que ha comenzado el día 1 de febrero de 2013 con quince películas rodadas en 24 horas y estrenadas simultáneamente en la red. En Libro de Notas nos hemos propuesto hacer un ejercicio de crítica extrema y examinarlas todas con lupa en las próximas semanas. Empezando desde ya.
Por Guillermo Zapata
Cuando estaba en octavo de EGB hice una película. Como actor. Se llamaba Movimiento Mortal. Hacía de agente de policía que tenía que resolver el secuestro de la hija de su jefe. La hija, el jefe y yo mismo teníamos edades similares. Para resolver el caso tenía que encontrar a un antiguo compañero de armas de mi jefe llamado Mick Hunter que vivía “En Las Montañas del Norte” (La Casa de Campo de Madrid). Mick, al contrario que mi personaje, no vivía según las reglas establecidas (Por eso se había retirado a las montañas, suponemos) Jugaba a la ruleta rusa con los gangsters (gangsters como mi amigo Jaime o mi amigo Dani, que venían a echarnos una mano y fingían ser “los malos” en bermudas).
La película duraba 34 minutos y estaba producida por “AstroMarineCorps”, que en realidad quería decir “Arancha, Muriel, Casla”, que era la novia del director. Los títulos de crédito eran lo más currado de toda la película. La música de los títulos de crédito era de Roxette.
Existe la posibilidad de que, al igual que yo, crean que el “cock” del título de la película de Laredo Pictures hace referencia a una polla. Y que el título es, por tanto, “Polla de Hierro desencadenada”. Si van con esa idea se van a llevar la misma sorpresa que me he llevado yo cuando ya llevaba media película y he caído en qué quería decir ese “cock”.
Justo al iniciar segundo de carrera dirigí y escribí un cortometraje en el que varios jóvenes (yo y mis amigos) hablaban cómicamente de su primera experiencia sexual. Una de mis obsesiones durante la grabación era “El Punto de vista”. Yo no sabía mucho sobre cine, pero estaba obsesionado con ese asunto y pensaba que el lugar en el que la cámara se colocaba era esencial. Por ese motivo hay un plano subjetivo de una erección. Muy poca gente ha visto tanto aquella “película” de cuando teníamos 13 como esta segunda un poco más mayores, pero viendo Iron Cock Unchained me he acordado de ambas.
Durante nuestro rodaje con 13 años nadie diría que estábamos “jugando a la abstracción” simbólica cuando el campamento de los malos estaba construido con tiendas de campaña al borde de un río (era una superproducción). Nadie habría hablado de guiño irónico por llamarnos “Mick Hunter” o “Stephanie Cromwell” (La experta informática del FBI). Nadie habría hablado tampoco de homenaje. El motivo es que no había ninguna intención expresiva más allá de pasárnoslo muy bien con una cosa —el cine— que nos lo hacía pasar muy bien. Comprobar si era igual de divertido hacerlo que verlo. Sentir que podíamos usar esas herramientas. Copiamos lo que veíamos porque es lo que teníamos a mano. Ni guilty pleasure, ni vintage ni hostias. Iron Cock Unchained nace de un territorio similar.
He recordado esas películas infantiles al ver la máquina del tiempo de Iron Cock. O los títulos de crédito. O las interpretaciones de los actores, salvadas a partir de muletillas, frases casi internas, repeticiones. O explotando los talentos bailarines (“Haz, haz lo del baile, joder, que te partes”). O la vis cómica de otro, o los escenarios, o el gusto por alargar una situación, etc.
En el corto que hicimos después, el de la universidad, tenía más premeditación y, sin embargo, no había cálculo. Quizás los pósters de las paredes no eran homenajes, sino simplemente lo que teníamos en la habitación, pero salir fumando porros, hablar de juegos de rol, figuritas, copiar chistes y personajes tipo Clerks o usar Ash y Soziedad Alkoholika para la banda sonora era contar nuestro mundo. De nuevo, no eran citas, no era intertextualidad. No queríamos jugar, queríamos hacernos entender y buscar aliados.
Iron Cock Unchained tiene mucho de eso también: Hay Tarantino a patadas, hay exploit o al menos homenaje al exploit que hace homenaje al exploit (¿se entiende?). Hay Almodóvar o al menos el cine que lo ha fagocitado con más interés. Hay cómics de monstruos, hay Velasco Broca, Pedro Temboury y Venga Monjas. Hay David Lynch y Ed Wood. Hay ruta del Bakalao y años noventa. Hay Bruguera y autos locos. Hay arquetipos que sirven para tener algo a lo que agarrarse mientras la historia va.
Hay Gallos de hierro.
Como somos más viejos y más cínicos, como vivimos en un contexto de redes, donde todo es visible, donde todo es cita o referencia (incluso aunque no sea intencional), donde todo está disponible y todo te suena, es casi imposible saber si las gentes de Laredo Pictures estan haciendo artefactos o “simplemente” contando su mundo. O aún más “simplemente” jugando con un tren de juguete y pasándolo bien. Pero la sensación es que hay menos cálculo que goce, hay menos premeditación y más desfase improvisado. Hay más pasarlo bien que ser deconstruido semióticamente.
Un cine hecho porque mola hacer cine. Un cine entre amigos. Un cine como una pachanga al futbol.
Y eso.