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Mondo Píxel PG por John Tones y Javi Sánchez

Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.

Igualito que una ex

Hablábamos hace apenas una semanas del crowdfunding como una fuerza viva y potente, capaz de poner en marcha proyectos que no pasarían en principio del escritorio de un diseñador tronado, y sobre todo capaz de saltarse los intermediarios que ralentizan la industria y la creatividad. El crowd-funding retoma una forma de financiación artística tan directa y milenaria como el mecenazgo, y lo hace con un retruécano inconcebible sin las nuevas tecnologías, lo que en cierto sentido cierra un círculo a la vez que abre media docena de incógnitas sobre su viabilidad, su futuro y sus contradicciones. Una de ellas, muy obvia, no ha tardado en llegar.

Mass Effect 3 es uno de los lanzamientos más importantes de este mes. Salió a la venta hace unos pocos días, después de bastante tiempo desvelando poco a poco lo que se suponía que iba a ser la conclusión de una de las trilogías mejor tratadas por público y crítica en esta generación. La grandeza del título, dejando aparte sus indiscutibles virtudes técnicas, está en la panoplia de opciones que presenta al jugador para que escoja su futuro, el trato entre especies de toda la galaxia (con el mensaje conciliador e interracial que se desprende de ahí), el relativamente atrevido tratamiento de las relaciones sentimentales y su equilibrada mecánica que mezcla rol, acción y estrategia. Un juego que, como todas las muestras de narrativa-río, estaba condenada a la incomprensión al desvelar finalmente su desenlace.

Y así ha sido: del mismo modo que los fanáticos de Lost tiraron por la borda varios años de sensaciones positivas en foros, blogs y medios 2.0 a causa de un final insatisfactorio para lo que se esperaba de la serie, los seguidores de Mass Effect se han encabritado por motivos que, obviamente no vamos a desvelar aquí. La fobia habitual de Tones a las naves espaciales de gran tamaño y al mucho pensar le ha mantenido lejos de esta entrega, pero Sánchez afirma que la furia de los fans está relativamente justificada. Estaba claro que era imposible cerrar la franquicia con un final que satisficiera a todo el mundo, pero al parecer desde un punto de vista narrativo tampoco es que la cosa esté muy allá. Por supuesto, al fan medio le da igual la narrativa, el planteamiento, el nudo, el desenlace, las tramas secundarias y los arcos de desarrollo de los traumas infantiles: quiere que le den un final tranquilizador y un beso con fundido a negro. Y ya nos duele que los jugadores habituales no sean capaces de demostrar un mayor amor por el riesgo narrativo que una fan de Jennifer Aniston, pero no es esa la cuestión.

La cuestión es que el fan medio, con su gusto en el ojete, tiene juguetes nuevos con los que hacer llegar su descontento a los creadores, en una especie de versión negativa del impulso esencialmente constructivo del crowdfunding (por cierto, que el dedicado a la nueva aventura de Double Fine ha acabado recaudando cuatro veces más de lo que inicialmente pedía el estudio). El último caso: un fund-raising que está recogiendo fondos para presionar a Bioware y que cambie el final de Mass Effect 3. El dinero conseguido no se destina al estudio, sino que se dona íntegramente a la organización caritativa Child’s Play. En veinticuatro horas reunieron 30.000 dólares (a estas alturas llevan 48.000) en lo que posiblemente es la demostración de energía pasivo-agresiva más aparatosa y vana de la historia de la cultura pop. Como los propios fans dicen, solo quieren transformar profunda decepción en algo bondadoso, y que nos aspen si eso no es lo más asqueroso que hemos oído decir a un jugador habitual desde el 3.0 que le cascó IGN a God Hand.

La cuestión es que este grupo de fans, a pesar de que dejan bien claro en el manifiesto que acompaña a la petición (que es esencialmente un que vivan los buenos y que ganen siempre, y casi casi que vivan las caenas) que respetan las decisiones creativas de Bioware, tampoco dejan pasar la ocasión de recordarles que deberían pensarse esas decisiones dos veces y ofrecer un producto algo más satisfactorio. Los fans se ven, después de la asombrosa muestra de poder que supone el crowd-funding, capaces de alterar el destino de la industria, y si tienen el dinero, de modificar los juegos para que encajen en su gusto. Es decir, exactamente la misma actitud vanidosa, ignorante y disciplente que llevamos criticando desde siempre en las grandes compañías. La diferencia, sin embargo, está clara: cuando Activision o Electronic Arts modifican la visión de un artista para adecuarla a sus intereses lo hacen únicamente por cuestiones económicas o para mejorar el rendimiento comercial. Cuando lo hacen los fans, solo pretenden alimentar su ego y tener artistas a sueldo para que creen obras a su medida. Y si el mecenazgo nos devuelve a una época sin intermediarios, con todo lo positivo que eso conlleva, deberíamos llevar cuidado: al fin y al cabo Julio II le pagaba las habichuelas a Miguel Ángel, pero casi lo revienta con el caprichito de los techos de la Capilla Sixtina.

John Tones y Javi Sánchez | 16 de marzo de 2012

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