Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
Hoy sale a la venta en Norteamérica y unos cuantos países europeos (incluyendo España) Xbox One, la nueva consola de Microsoft. Y la semana que viene lo hará en nuestro país PlayStation 4, de Sony. Ambas máquinas nacen con la intención de marcar la evolución del videojuego durante lo que queda de década aunque, por primera vez desde los años ochenta, no estamos muy seguros de que sea así.
Por un lado, la televisión ha dejado de ser el monolito sagrado de las nuevas generaciones de jugadores/espectadores. En tiempos de gafas y relojes conectados a Internet la dependencia del salón parece un resto del pasado lejano, algo que juega en contra de ambas compañías. Tal vez por eso todas las compañías —incluyendo Nintendo, que tras el espejismo de Wii ha vuelto a su línea de vender sus propios juegos para sus propias máquinas y el resto de editoras que hagan lo que quieran— están jugando una campaña marcada por la nostalgia, buscando al jugador de PlayStation 2, la máquina de sobremesa de más éxito (para la que siguen saliendo juegos, trece años después).
Quizá la campaña, precisamente por esa dominancia que tuvo PS2, está jugando a favor de Sony y PlayStation 4. Su lanzamiento norteamericano ha sido la cosa más bestia desde que existen cifras que midan estas cosas: un millón de unidades despachadas en 24 horas, barriendo incluso a los lanzamientos de la familia Game Boy de Nintendo. Es demasiado pronto para que tengamos cifras de Xbox One, pero Microsoft ya ha asegurado que la campaña de reservas y lanzamiento supera con mucho a la de Xbox 360 (que se acerca a 80 millones de consolas, siete años después). Así que, de momento, parece que todo bien.
Por otro lado, tanto Microsoft como Sony se están preocupando de mimar al desarrollador independiente, a esos estudios pequeños que durante los últimos años se han encargado de revolucionar el medio sin poder acceder a las consolas previas —o haciéndolo en condiciones lamentables—. Un esfuerzo loable que hace que ciertos jugadores, entre los que nos incluimos, miren con mejores ojos unas máquinas que nacen con un catálogo de lanzamiento con síntomas de agotamiento: más de lo mismo, pero más bonico.
El problema es que ya nada depende de ambas máquinas, sino de lo que pase en los próximos años. La dos últimas generaciones de consolas venían marcadas por el progreso, por ofrecer experiencias irrepetibles fuera de sus máquinas (un catálogo exclusivo e inagotable en el caso de PS2; el juego online de la primera Xbox; el salto a la alta definición de Xbox 360 y PS3; el mando de Wii o la cantidad de oro que encerraba cada juego de Nintendo en Gamecube), pero lo que vemos en PS4 y Xbox One son ordenadores más o menos cerrados que se miran en el espejo de Apple y su ecosistema cerrado en el que las cosas se hacen como digan las compañías o no se hacen.
Por el lado bueno, el mejor servicio de la pasada generación tiene su reflejo en esta: juegos por suscripción. Tanto Sony como Microsoft van a ofrecer títulos gratuitos con su cuota online en las nuevas máquinas. Y eso nos da bastantes esperanzas. Cuando Sony arrancó el servicio PlayStation Plus, estaba presentando algo que PlayStation 3 no tenía de salida, una idea que se implantó en la consola más o menos pasado el ecuador de su vida. Y ésa es la clave: las nuevas consolas, a día de hoy, no ofrecen nada particularmente irresistible, pero si tienen el potencial —y los reflejos— para ir más allá y plantear servicios o juegos que no tengan contrapartida en ninguna otra parte, tal vez puedan conservar su hegemonía. Tal vez: las promesas de juego en la nube y por streaming nos hacen pensar que estamos ante la penúltima generación de consolas como las conocíamos hasta ahora. Y no encontramos en ninguna de las dos nada que a día de hoy no ofrezca un PC bien armado. Menos con Steam, un servicio que ofrece más o menos los mismos juegos —es cierto que Xbox se ha puesto las pilas para dotar de exclusivas a sus consolas, independientemente de los resultados— a precios mucho más competitivos, a punto de debutar en los salones.
Mientras tanto, la falta de retrocompatibilidad hace que no tengamos ninguna prisa en aparcar las consolas actuales.
2013-11-22 04:44
Yo la verdad es que por ahora no tengo ningún interés en ps4 o One. No ofrecen nada que no haya en sus predecesoras o un PC. Y lo que ofrecen ps360 no es que me maraville. Cuantos más juegos pruebo más aburridas me parecen. El último Enslaved, tedioso.
Mucho tiene que cambiar la cosa para que me decida a comprar algo que no sea una WiiU o una Steam Machine. Y no creo que vaya a ocurrir.
(Un amigo ha conseguido una One y una ps4 a 200 cada una. Sin pufos ni chanchullos :o ).