Mondo Píxel PG supone, como el Parental Guidance de su título indica, un punto de vista alternativo y guiado acerca de los videojuegos. Cada viernes, John Tones y Javi Sánchez, miembros del hervidero de visiones con seso sobre lo interactivo Mondo Píxel, contarán en LdN cómo se ha convertido el ocio electrónico en una volcánica explosión de inquietudes pop. Sus ramificaciones en cine, tebeos y música, su influencia en nuestra vida diaria, su futuro como forma de ocio y olla a presión cultural. Cada semana en Mondo Píxel PG.
Antes de entrar en materia, dejen que les recomendemos dos juegos. El primero se llama Warhammer 40.000: Space Marine y no tiene mayor vuelta de hoja: el escenario es un futuro bélico neogótico, de razas rollito Tolkien zurrándose la badana en miles de planetas, que ha generado millones vendiendo figuritas de plomo. El juego una cazurrada sin pretensiones donde nuestro protagonista, hijo bastardo de un cruzado religioso y un tanque, se abre paso acribillando bichejos y soltando hondonadas de hostias. Space Marine se mete directamente en el campo de batalla de los míticos pegatortas japoneses y les da cinco, siete, trescientas lecciones de cómo se hacen bien las cosas. De cómo se hacen muy bien las cosas en el terreno de la acción descerebrada y la estética de la ultraviolencia de juguete.
Por otro lado, de Deus ex: Human Revolution ya les hemos hablado alguna vez que otra aquí rezando porque fuera uno de los títulos de 2011. Lo es. Un juego estupendo donde la acción y el diálogo se dan la mano de una forma que ya quisiera conseguir Mass Effect, y que aún se permite el lujo de que su futuro de ciencia-ficción sea tan cercano que podamos hacer alguna que otra lectura de la crisis a través de sus planteamientos. Sánchez lleva semanas durmiendo abrazado a la caja del juego y comentando a quien quiera oírle que, si los Portal son los videojuegos perfectos para los desconocedores del sector que busquen un título sofisticado y accesible, Human Revolution es el título imprescindible para que empiecen a profundizar en lo que tiene que ofrecer el videojuego. Y también destaca el hecho reseñable de que, siendo occidental, sea el mejor título que ha sacado la mítica editora nipona Square/Enix en una década.
Hacemos estas recomendaciones no sólo porque sean juegos redondos y diferentes a toda la morralla militar que nos espera de cara a la temporada navideña —entre Battlefield 3 y el nuevo Call of Duty poco sitio queda—, sino por sus conexiones con el evento de la semana: el Tokyo Game Show o TGS, que confirma los temores de que hay algo en Japón que no funciona. Algunos editores japoneses llevan años quejándose de que han cuadriculado tanto la industria a base de fórmulas y patrones inamovibles ante el empuje de los años que ahora sus juegos no venden ni en su tierra. Trompazos como el que se ha llevado el hasta ahora infalible Final Fantasy; la errática política de la eterna Capcom, en la que no queda nadie de sus grandes hombres porque “en Capcom no creemos en los nombres propios”; o la pugna que mantienen Sony o Nintendo en el terreno portátil contra los smartphones occidentales son algunos ejemplos de que el principal actor del planeta jadea como un atleta entrado en años.
El TGS ha sido la lamentable confirmación de este agotamiento creativo: que la nueva portátil Vita de Sony tenga como novedad más importante el remake de Final Fantasy X (¡un juego de 2001!) de esa Square/Enix que les decíamos parece una broma de mal gusto. Que Nintendo reconozca tácitamente que su 3DS es una consola mal diseñada y que nadie pedía, que hay que parchear hasta en lo físico (sacando un mando complementario a pilas, en una portátil), acojona. Que las editoras de juegos se hayan paseado con una tristeza mezcla de lugares comunes, estudios por encargo y modelos exprimidos como lo harían los dos editores del mal occidentales, da mucha penita. Para Mondo Píxel, Japón siempre fue, entre tanto seudorolazo y tanto protagonista ascendente estético de Justin Bieber, la desvergüenza, el sindiós, la macarrada impensable, lo excéntrico y, tantas veces, lo indiscutible. Pero ahora, reducidos a remake tras remake, y a poner en manos occidentales sus franquicias y sagas a ver si son capaces de hacer algo que se venda con ella, se nos rompe un poquito el alma histórica. Pero no se crean, lo justo para que las lágrimas no nos empañen cosas como un Space Marine, o como ese Deus Ex por el que Square/Enix debería dar gracias a todo el shinto por el día en el que decidieron comprar y poner su nombre en la occidental Eidos.