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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

El hermano pequeño de Cristo

Hung Hsiu-chüan
Alrededor de 1800 el imperio chino sufrió una gran explosión demográfica que probablemente fue el comienzo del deterioro ecológico que hoy sufre ese país y acabó, tras varios años de sequías y malas cosechas, en hambruna generalizada. La dinastía Quing se tuvo que enfrentar al descontento y a la idea de que sus gobernantes habían perdido el “Mandato del Cielo”. Todo ello unido a la cada vez más asfixiante intervención extranjera en la política del imperio, que fue llevada a su extremo cuando los británicos en nombre del libre comercio de opio mandaron sus cañoneras y obligaron al emperador a permitir un tráfico que estaba destruyendo a sus súbditos (algo así como si hoy en día los Estados Unidos enviasen a los marines para defender a los narcotraficantes aunque en un contexto diferente), produjo descontento y el inicio de una serie de rebeliones y guerras civiles que, a la larga, acabarían con la dinastía manchú. La más importante de ellas por el número de víctimas que produjo y por las consecuencias que tendría posteriormente fue la llamada rebelión Taiping (algo así como paz celestial) organizada por Hung Hsiu-chüan.

Hung Hsiu-chüan había nacido en 1814 en el seno de una familia humilde y formaba parte de la etnia hakka, minoritaria en el sur de China. Parece que debió destacar desde muy pequeño, y su familia y su aldea natal decidieron sacrificarse para que pudiera estudiar y presentarse a los exámenes del milenario funcionariado imperial. Sin embargo parece que no tuvo suerte en su empeño y, tras cuatro intentos fallidos, acabó cayendo en las redes de un misionero milenarista norteamericano, Issachar Roberts, quien le dio a leer el Apocalipsis y le inculcó otras ideas como la igualdad entre todos los hombres que parece que calaron muy profundamente en la mente de Hung. En 1843 formó la sociedad secreta de los adoradores de Dios. Contaba a sus adeptos que había sido arrebatado al cielo, donde Dios, en presencia de Jesucristo, le había encargado a él, su segundo hijo, liberar al mundo de la injusticia. Poco a poco, el movimiento de Hung, que proclamaba la igualdad entre los hombres (y las mujeres), la maldad intrínseca de la dinastía manchú y una moral puritana que prohibía el opio, el alcohol y hasta el sexo, se fue extendiendo entre los funcionarios imperiales de menor categoría y luego entre el resto del pueblo. Hacia 1850 el movimiento Taiping se había consolidado lo suficiente como para iniciar la insurrección militar contra el emperador. Entre 1851 y 1859 los rebeldes crearon el reino Taiping en el centro de China con capital en Nanking y Hung fue proclamado rey. En principio el reino funcionó como una utopía en la que se rompió con el confucianismo, se fomentó la alfabetización universal y se repartieron las tierras entre los campesinos, se prohibió la tortura (aunque el Dios de Hung exigía obediencia ciega y la prohibición no solía tenerse en cuenta con el que no obedecía) y se impuso la moral puritana de la secta, aunque con los años los dirigentes regionales se fueron corrompiendo y empezaron a luchar entre ellos.

Inicialmente a las potencias extranjeras no les desagradó el movimiento, por tratarse de un movimiento cristiano aunque fuese a la peculiar manera de Hung. Sin embargo pronto la guerra con los Quing, que se había hecho endémica, hizo que el emperador no pudiese cumplir los tratados impuestos tras la primera guerra del opio y además la amenaza que los taiping representaban para el enclave de Shangai y el “libre comercio” se decidieron a actuar. Primero atacaron a los Quing entre 1856 y 1860, llegando a quemar el palacio de verano del emperador en Beijing, e impusieron unas servidumbres comerciales aún más rigurosas y algunas cesiones territoriales a los chinos. No obstante, poco después los taiping llegaron también a las puertas de la capital, lo que hizo que los occidentales cambiaran de bando y empezaran a apoyar a las fuerzas imperiales que acabaron prevaleciendo por ello y por el descontento cada vez mayor que causaba entre las filas taiping la cada vez más evidente corrupción de unos dirigentes que además trataban de imponer una moral muy rígida entre los demás. Finalmente, en 1864 los imperiales al mando de Zeng Kuofang y del británico Charles G. Gordon tomaron Nanking exterminando a todos sus defensores. Hung Hsiu-chüan se suicidó antes que caer en manos de sus enemigos, y durante unos años se produjo una brutal represión que causó cientos de miles de víctimas. En total se calcula que en la guerra taiping murieron entre 20 y 30 millones de seres humanos, siendo la guerra civil más sangrienta de la historia. De todas formas a la dinastía Quing no le quedaba mucho tiempo; la incapacidad para lograr la industrialización del país y la presión de los occidentales pronto traerían nuevas hambrunas y estas nuevas guerras civiles que al final acabaron con el Imperio. Hay quien opina que una de las causas de la posterior victoria del comunismo fue que los campesinos de muchas de las zonas que controlaron los taiping se acostumbraron a la colectivización que luego no fue eliminada en muchos lugares, de manera que en este sentido los taiping acabaron venciendo.
————————ALGUNAS FUENTES

Jose Antonio del Valle | 11 de julio de 2006

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