Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
La semana pasada nos enterábamos por la prensa de que los vascos no son una raza diferente al resto de los españoles, al menos genéticamente. Un estudio dirigido por el investigador Jaume Bertranpetit de la Universidad Pompeu Fabra venía a decirnos que los vascos de este lado de los Pirineos son más parecidos genéticamente a los andaluces o a los madrileños que a los vascos franceses, y que todas las anteriores disquisiciones sobre una raza diferente se debían a que hasta el momento no se habían estudiado un número apropiado de caracteres al mismo tiempo sino solo algunos como el Rh, con los que se había llegado a teorías como que los vascos eran los últimos descendientes del hombre de Cro-Magnon que habría sido sustituido por otras razas con la llegada de la agricultura. En realidad, según este estudio y curiosamente, los más diferentes a nivel genético entre los españoles no serían los vascos, sino los extremeños.
Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a las razas? La acepción que más nos cuadra de la palabra según el DRAE es “cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia”. Como vemos es una definición meramente convencional, dado que esos caracteres diferenciales que definen las razas suelen ser siempre los que saltan a la vista, es decir, el color de la piel, de los ojos, etc. En realidad la genética ha puesto de manifiesto, y así lo proclaman hoy la mayoría de los científicos, que las razas humanas no existen, puesto que los caracteres que las definen son producidos por una parte ínfima del genoma. Esto quiere decir que por ejemplo dos hermanos de la misma madre, blanco el uno y negro el otro, se parecen más entre ellos genéticamente que a los demás miembros de sus respectivas razas o, poniendo un ejemplo que ha sido fuente de problemas a lo largo de la historia, que un judío de cualquier país europeo o americano se parece más genéticamente a sus compatriotas que a otro judío de Israel. Esto es así porque la norma suele ser la mezcla con las poblaciones más cercanas, por mucho que haya grupos muy endogámicos de los que luego hablaremos. Al final, en el caso de los judíos como en el de los vascos, estamos buscando diferencias genéticas donde lo que existen son diferencias culturales, lingüísticas, etc.
Por tanto la clasificación de la humanidad en razas es arbitraria y los expertos ni siquiera se ponen de acuerdo en cuantas habría de existir. De hecho, si observamos una población y sus vecinas, lo que existe son gradaciones de caracteres y casi nunca cambios bruscos. Pero aún así es evidente que, al menos externamente, los seres humanos somos muy distintos dependiendo del lugar de origen (o lo éramos hasta la llegada de la globalización). ¿Cómo surgieron estas diferencias?
Así, siguiendo la costa sur de Asia, el hombre primitivo habría llegado por un lado a Australia (cruzando estrechos que hoy ya no existen por haber subido el nivel del mar) hace unos 60.000-55.000 años, a China del norte hace unos 67.000. Habría cruzado el estrecho de Bering por primera vez hace unos 50.000-30.000 años. Curiosamente Asia central se habría poblado hace 50.000 años y Europa solo hace unos 40.000. En el proceso, el hombre moderno desplazó al de Neandertal que se extinguió y llegó a ocupar prácticamente hasta la última isla del Pacífico, en unas navegaciones prehistóricas que exaltan nuestra imaginación a poco que pensemos en ello.
Los estudios genéticos como el de la Universidad Pompeu Fabra han demostrado que nos parecemos más a nuestros vecinos geográficos por la sencilla razón de que es con los que nos mezclamos con más frecuencia, algo que se venía suponiendo hace mucho tiempo. Los negros americanos cada vez son más parecidos genéticamente al resto de los americanos y menos a los negros africanos por ejemplo, y bastan unas cuantas generaciones para que se vea la tendencia en ese sentido. Son muy graciosos los que hablan de una raza española como entidad genética, o los que la incluyen en la inexistente raza aria, confundiendo la genética con la cultura, o la pertenencia a una nación que viene a ser una cuestión meramente política.
A medio y no muy largo plazo, si no acabamos antes con el planeta y si se mantiene el nivel actual en las comunicaciones, la globalización tiene que producir una tendencia a la uniformización en los caracteres externos de los seres humanos. Según los índices de natalidad es probable que en unos años haya cada vez menos rubios de ojos azules, y que la tendencia sea hacia algo como lo que predecía Arthur C. Clarke en su novela “Cánticos de la lejana tierra” en la que los seres humanos del futuro son bastante uniformes en su aspecto externo que es algo así como el de los nativos de la Polinesia, a mí no me desagrada desde luego.
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ALGUNAS FUENTES