Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
Evidentemente no todos los incidentes son igual de graves, y la mayoría de ellos no habrían implicado una guerra nuclear aún de haber sucedido lo peor. Con todo, los investigadores creen que los incidentes conocidos son solo la punta del iceberg en el caso americano, en el soviético directamente se supone que lo que se conoce es prácticamente nada.
Es igualmente evidente que no es lo mismo un accidente en los años cuarenta o cincuenta, cuando la capacidad nuclear de ambas superpotencias era limitada, que a partir de los 60, cuando un desliz como algunos de los que voy a relatar podrían haber producido una respuesta inmediata y aniquiladora por parte del enemigo. Así, a finales de 1950, cuando las cosas empezaron a ir mal para los Estados Unidos en la guerra de Corea tras la intervención de China, tanto el presidente Truman como el general MacArthur no tuvieron ningún problema en afirmar ante la prensa que se contemplaba el uso de armas nucleares en caso de ser necesario, pese a ser conscientes de que los soviéticos ya contaban con ese tipo de armas desde el año anterior. La amenaza nuclear no se vería aún como algo tan terrible durante algunos años, de este modo, por ejemplo, en 1954 el general francés Paul Ely llegó a pedir a los americamos que arrojaran armas atómicas tácticas sobre los vietnamitas que sitiaban Dien Bien Phu. La operación fue tomada en cuenta por el Pentágono, que incluso le dió el nombre en clave de Operación buitre, aunque sería desestimada poco después.
Durante algunos años, la posibilidad de un ataque nuclear sobre el enemigo dependió prácticamente de los bombarderos estratégicos, una de las carencias que los rusos más habían notado durante la Segunda Guerra Mundial y que posteriormente se dieron mucha prisa en subsanar. En 1947 empezaron a construir el Tupolev Tu-4 ,que no era sino una copia de algunos B-29 americanos internados en la URSS durante la guerra, y pronto estuvieron bastante a la par en cuanto a este tipo de armas. La estrategia de los americanos consistía en tener el suficiente número de estos bombarderos volando en todo momento para poder responder a cualquier ataque. Lo malo es que tal cantidad de vuelos llevaba aparejada un aumento de los accidentes. El primero de que se tiene noticia sucedió el 13 de febrero de 1950, cuando un B-36 con problemas tuvo que soltar la bomba que transportaba sobre el Pacífico, cerca de las costas canadienses. En este caso la bomba no llevaba cabeza nuclear. El 5 de agosto del mismo año, un B-29 se estrelló cuando trataba de realizar un aterrizaje de emergencia en la base de Suisun en Fairfield (California) matando a dieciocho personas e hiriendo a otras sesenta en la subsiguiente detonación de los explosivos convencionales que no llegaron a activar la bomba atómica que llevaba. En los años posteriores se registraron numerosos incidentes de este tipo, entre los que hay que destacar el de la famosa bomba de Palomares en 1966 o algunos tan lamentables como el de Mars Bluff (Carolina del Sur) en marzo de 1958, en el que un B-47 soltó una bomba nuclear sobre el jardín de Walter Gregg, cuya casa quedó completamente destruida por la detonación del explosivo convencional del arma, resultando por suerte solo heridos levemente todos los miembros de su familia.
La bomba de Palomares al menos se recuperó, no hubo tanta suerte en como poco otros siete casos en los que se perdieron aviones o barcos que llevaban armas nucleares de las que nunca más se supo entre 1956 y 1968. Un ejemplo de ello es el avión que cayó al mar con sus bombas desde uno de los ascensores del USS Ticonderoga en 1965. En principio se dijo que el accidente había tenido lugar a 500 millas de la costa de Japón, pero posteriormente se supo que había tenido lugar mucho más cerca, lo que en su día supuso un duro golpe a las relaciones diplomáticas con los nipones además de una pésima publicidad, puesto que el portaaviones regresaba de operar en Vietnam armado con bombas atómicas.
En cualquier caso, el número de accidentes es tan grande que es imposible contarlos aquí todos. El lector los puede encontrar en el artículo citado en la bibliografía de Tiwari y Gray.
Aparte de todos estos accidentes más o menos sin consecuencias, aunque podrían haber sido causantes de grandes tragedias, durante los años de la guerra fría se produjeron otros más serios. Son aquellos a los que se refería en documental de TV que citaba al principio, y en ellos hubo la posibilidad de que se iniciara la Tercera Guerra Mundial, muchas veces de la forma más tonta, como veremos.
El 5 de noviembre de 1956, en plena crisis del canal de Suez, el Mando de la Defensa Aérea Norteamericana (NORAD en lo sucesivo) recibió información de que al menos 100 cazas Mig estaban sobrevolando Siria, en cuyo espacio aéreo se había derribado un bombardero Canberra británico y además de que la flota soviética había cruzado los Dardanelos. Cuando se estaba apunto de lanzar un ataque nuclear llegaron noticias de que los cazas Mig escoltaban al presidente de Siria en un viaje diplomático a Moscú, el Canberra había aterrizado por una avería y la flota soviética en realidad estaba realizando unas maniobras.
El 24 de julio de 1961 fallaron las comunicaciones entre el NORAD y el Mando Aéreo Estratégico (SAC ), unas de las que se consideraban de las más seguras del mundo al tener multitud de vías redundantes para evitar que el fallo de una sola impidiese el funcionamiento del sistema. En pocos minutos los B-52 estuvieron dispuestos a volar sobre Moscú de nuevo, pero gracias a que uno de los que ya estaban en vuelo se pudo comunicar con las bases avanzadas del NORAD se vio que todo había sido una falsa alarma. El problema era que, con su gran cantidad de vías redundantes, resultó que todas ellas pasaban por una estación repetidora de Colorado que se había averiado.
Por si faltaba algo, el 24 de octubre la explosión de un satélite soviético a punto estuvo de desencadenar la guerra al ser tomada por un ataque ruso. Al día siguiente se produjo una de las falsas alarmas más ridículas de la crisis, pero que pudo haber iniciado el desastre. La alarma comenzó cuando a eso de la media noche la guardia vio a alguien intentando colarse en el Centro de Dirección del Sector de Duluth, en Minessota. Se dio la alarma de sabotaje en todas las bases aéreas del área, con tal mala suerte que en la de Volk Field (Wistconsin) una conexión errónea hizo que la que sonara fuera la que hacía que los pilotos corrieran a sus aparatos para un ataque. Al final se consiguió evitar el desastre al confirmar por radio las órdenes con Duluth. Lo más trágico es que el intruso que lo inició todo fue simplemente un oso.
Para empeorarlo más, el día 26 se lanzaron dos misiles ICBM en California y Florida en sendas pruebas rutinarias. A nadie se le ocurrió pensar que los rusos podían estar mirando y temer lo peor.
Finalmente, el 28 de octubre, con la crisis tocando a su fin, en la base de Moorestown (New Jersey) se produjo una nueva alarma al confundirse un satélite con un ataque ruso mientras se llevaba a cabo un ejercicio de entrenamiento. El mismo día por la tarde le sucedió lo mismo a la base de Laredo. En ambos casos solo se supo que era una falsa alarma cuando los impactos previstos no se produjeron.
De todo lo anterior surgió en 1963 la idea de instalar una línea directa de Washington a Moscú, el famoso “teléfono rojo”. También en 1963 se estrenó la película de Stanley Kubrick ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú ,que narraba en clave de humor una situación parecida a las que habían estado a punto de producirse el año anterior. Ignoramos si Kubrick tenía conocimiento de ellas.
Volviendo a 1962, el 2 de noviembre se recibió en la CIA una señal de uno de sus agentes, el coronel ruso Oleg Penkovsky, que indicaba que se iba a producir un ataque en las siguientes 24 horas. No obstante, la CIA sabía que Penkovsky había sido detenido por el KGB en octubre, por lo que no se tomaron medidas.
En octubre de 1973, durante la guerra del Yom Kippur, temiéndose un ataque soviético para ayudar a los egipcios, los americanos pusieron sus bases en DEFCON3 por si tenían que intervenir también. Ello podía haber sido una vez más malinterpretado por los rusos, que podían haberlo tomado por una preparación para lanzar un ataque general. Por si eso fuera poco, unos técnicos hicieron sonar por error la alarma en la base aérea de Kinchole (Michigan) y, una vez más, los B-52 estuvieron a minutos de emprender el vuelo.
El 9 de noviembre de 1979 se produjo la que es sin duda la más famosa de las falsas alarmas de este tipo. A las 8:50 h varios centros de detección observaron en sus pantallas gran cantidad de misiles soviéticos dirigiéndose hacia los Estados Unidos. Inmediatamente se pusieron en marcha todos los mecanismos de respuesta y de defensa civil. Todo ello bajo la incrédula mirada de un senador que estaba casualmente de visita turística en el NORAD. La cosa acabó cuando el Secretario de Defensa Brzezinski mandó confirmar la información mediante otras estaciones de radar, que no detectaron misil alguno. Posteriormente se supo que todo se había debido a un programa de entrenamiento cargado en las computadoras del NORAD. Si les suena es porque es más o menos el argumento de la película Juegos de Guerra de 1983.
En junio de 1980 Brzezinski volvió a llevarse otro susto de muerte cuando sucedió algo similar, esta vez debido a un chip defectuoso que puso en las pantallas del NORAD cientos de misiles rusos.
El 26 de septiembre de 1983 se produjo una de las pocas falsas alarmas soviéticas conocidas cuando un satélite confundió una alineación planetaria con un lanzamiento americano. El oficio y buen hacer del general al mando fue en esta ocasión lo que evitó que se diera crédito a la falsa alarma.
Un par de meses después los soviéticos malinterpretaron una maniobras de la OTAN, el llamado Exercise Able Archer y de nuevo faltó poco para la guerra nuclear.
El 10 de enero de 1984 la base de Cheyenne (Wyoming) recibió un mensaje en el que se les avisaba de que uno de sus misiles estaba a punto de ser lanzado por un error informático. A los “responsables” de la base no se les ocurrió mejor sistema para evitar el lanzamiento que plantar una tanqueta encima de la tapa del silo.
Para concluir esta vista de las veces que hemos estado a punto de ser testigos del fin del mundo, hay que decir que la actual sensación de seguridad es bastante engañosa. Aparte de la cantidad de países que poseen hoy armas nucleares (que hacen que me parta de risa cada vez que señalan el terrible peligro que supone Irán), de la amenaza de los terroristas y ahora al parecer sobre todo de los ciberterroristas según algunos, el año pasado Vladimir Putin decidió volver a poner en marcha su particular sistema de respuesta inmediata, con bombarderos volando en todo momento sobre el Ártico que ya han causado varios incidentes con aviones de la OTAN. Parece que sesenta años no han sido suficientes y que hay quien aún está dispuesto a volarnos a todos en nombre de la patria, el imperio y otras cuestiones peregrinas similares.
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ALGUNAS FUENTES
2008-08-12 12:17
Leñe, José Antonio, creo que era bastante más feliz en la ignorancia que después de leer tu columna…
2008-08-12 15:02
Je, je, pues entonces no te leas el artículo sobre accidentes con armas nucleares que va en la bibliografía.
2008-12-13 23:55
José Antonio, tu artículo es muy claro, la situación se agrava cada día que pasa.
¿Cómo hace uno para anotarse como “seguidor” de este blog?
2008-12-14 02:25
Hola Jorge.
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