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Los anales perdidos por Jose Antonio del Valle

Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.

Fantasmas del pasado

Andrzej Wajda
El pasado 17 de septiembre, en el sexagésimo octavo aniversario de la invasión de Polonia por tropas soviéticas, se estrenaba la película Katyn del director polaco Andrzej Wajda. Wajda, hijo de uno de los oficiales polacos ejecutados en 1940 por los rusos, dice en una entrevista haber vivido toda su vida obsesionado por la masacre que, a sus 81 años, ha podido al fin llevar a las pantallas. Preguntado por las posibles repercusiones políticas de su largometraje, afirmó:
La mejor medicina para los problemas políticos y sociales es mostrarlos y hablar abiertamente de ellos. Así espero que tranquilice a la gente porque finalmente hemos hablado de ello.
Y es que la matanza de Katyn fue un tema tabú mientras Polonia estuvo en la órbita soviética. O no se hablaba o se perpetuaba una mentira, que para el caso es lo mismo. Ahora, después de 68 años, parece que al fin ha llegado el momento de recordar.

El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia iniciando la Segunda Guerra Mundial. Diecisiete días después, mientras los polacos se batían en la mitad occidental del país, las tropas de Stalin cruzaron también la frontera oriental para apoderarse de la parte de Polonia que les había correspondido en su tratado con los nazis.
Al terminar la resistencia de los polacos, entre 250.000 y 450.000 de sus soldados quedaron prisioneros de los soviéticos. La mayoría fueron liberados rápidamente, pero unos 40.000 permanecieron en poder de los rusos. De ellos unos 25.000 eran soldados y el resto oficiales y gendarmes. Con ello los soviéticos consiguieron hacerse con gran parte de la élite polaca. La mayoría de los oficiales eran de reemplazo, profesionales y universitarios reclutados para la guerra contra Alemania que, en un futuro, podían haberse convertido en los principales enemigos del régimen estalinista.

A partir de octubre de 1939 los prisioneros fueron internados en varios campos donde fueron interrogados en busca de posibles simpatizantes. Tras los interrogatorios los soviéticos separaron a 400 prisioneros, los más afines, y los enviaron a otros campos. Al final serían los únicos en sobrevivir.
El 5 de marzo de 1940 Stalin firmó una orden para ejecutar a 27.000 polacos, entre militares y civiles acusados de contrarrevolucionarios. Las ejecuciones se llevaron a cabo a partir del 3 de abril. Los prisioneros ocupaban por entonces los campos de Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov, aparte de otros más pequeños en Ucrania y Bielorrusia. Los prisoneros de Ostashkov y Starobielsk (unos 10.500) fueron ejecutados de un tiro en la nuca en celdas del NKVD, a la manera “tradicional” de los asesinos de la policía política rusa que relata magistralmente Koestler en su obra El cero y el infinito , y luego enterrados en Miednoje y Piatykhatky respectivamente. Los de Kozielsk, unos 5.000, fueron llevados al bosque de Katyn, cerca de Smolensko, donde se los asesinó y enterró.

Janina Lewandowska, aviadora polaca
asesinada en Katyn
Cuando Hitler invadió la URSS en 1941 los soviéticos propusieron a los polacos la creación de un ejército con los prisioneros de guerra para luchar contra el invasor bajo el mando del general Wladyslaw Anders. Al iniciar el reclutamiento Anders se dio cuenta de que le faltaba un gran número de oficiales y soldados, por lo que el gobierno polaco en el exilio interpeló a Stalin que se limitó a responder que probablemente se los habría enviado a Manchuria.
En 1941 con la zona de Smolensko ya bajo control alemán, un grupo de trabajadores de la Organización Todt dio con el lugar de la masacre mientras realizaba unas obras, aunque volvieron a cubrir las fosas dejando una cruz como marca.
En abril de 1943 un grupo de soldados alemanes que perseguían a una jauría de lobos las volvieron a encontrar. Esta vez el alto mando alemán se dio cuenta de que tenía en sus manos una bomba propagandística que podía causar la ruptura entre los aliados, y lo difundieron rápidamente por sus emisoras de radio. Los soviéticos no tardaron en contestar que probablemente los polacos hallados habían sido capturados en 1941 cuando los alemanes llegaron a la zona, y ejecutados por estos. Sin embargo, los alemanes permitieron el acceso al lugar de la matanza a un grupo de forenses de la Cruz Roja Internacional e incluso llevaron a prisioneros aliados como testigos independientes de la exhumación. Los hallazgos no dejaban lugar a dudas, entre las ropas de los cadáveres había miles de documentos y cartas sin enviar, ninguna posterior a la primavera de 1940.

En abril de 1943 el gobierno polaco pidió explicaciones al ruso, y los soviéticos rompieron las relaciones diplomáticas como respuesta. El primer ministro polaco Sikorski se reunió con Churchill, quien reconoció al parecer en privado que lo más probable es que hubiesen sido los rusos pero, en aras de la victoria, recomendó echar tierra al asunto. El presidente norteamericano estuvo de acuerdo, y desautorizó la publicación de los informes de varios agentes que confirmaban la autoría soviética de los hechos. La muerte de Sikorski en accidente de aviación dos meses después fue providencial para el ocultamiento, por ello muchos autores sospechan que hubo sabotaje en el siniestro.

En septiembre de 1943 los soviéticos reconquistaron la zona de Katyn. Y en enero de 1944 enviaron su propia comisión de investigación sin intervenciones externas que declaró que habían sido los nazis.
Entre 1945 y 1946 los soviéticos juzgaron a varios oficiales alemanes acusados de ser responsables de la matanza, ejecutaron a varios de ellos y condenaron a los demás a trabajos forzados. Durante los juicios de Nuremberg, los soviéticos trataron de que algunos de los encausados fuesen hallados responsables pero, al no encontrarse pruebas contra ellos en ese caso particular, no lograron su objetivo.

Wladyslaw Sikorski
Tendrían que llegar los años 50 y la guerra fría para que una comisión del Congreso de los EEUU declarase culpables abiertamente a los rusos, si bien se cuidó de sacar a la luz que los mismos americanos habían ocultado la verdad. En general durante la guerra fría no se dio mucha publicidad a los hechos, en un intento de no empeorar la situación.
En 1990 con la caída de la URSS, Gorbachov reconoció públicamente que el responsable había sido el NKVD siguiendo órdenes de Stalin. En 1992 se hallaron las fosas de Miednoje y Piatykhatky, que vinieron a completar el terrible cuadro de la masacre descubierta en 1943. Ese mismo año Boris Yeltsin entregó a Lech Walesa documentos secretos sobre el caso entre los que se encontraba la orden de ejecución firmada por Stalin. En 1993 Yeltsin acudió a una ceremonia conmemorativa de los hechos, aunque no lo hizo en los años posteriores, lo que causó malestar en la sociedad polaca. Posteriormente la constante negativa rusa a permitir acceso total a los archivos del caso para los investigadores polacos junto a la declaración en 2005 de una nueva comisión de investigación rusa de que la matanza de Katyn no constituía genocidio ni crimen de guerra o contra la humanidad sino, simplemente, “crimen militar” han ido caldeando el ambiente entre ambos países vecinos. El actual proceso de reescritura de la historia soviética en el que parece que se haya inmerso Vladimir Putin y la actitud del gobierno ultranacionalista de Polonia no parecen propicios precisamente para que la situación mejore.

En este estado de cosas, la actitud de Andrzej Wajda en la presentación de su película, que relata los hechos a la vez que cuenta las historias de las viudas que durante años vivieron en la ignorancia de lo que les había pasado a sus maridos, resulta encomiable.
Wajda ha pedido que su particular exorcismo de los fantasmas de su infancia no se convierta en parte de ninguna campaña política. Aunque el deseo de “contar una historia para acabar con ella”, que le resultará tan familiar a cualquiera que haya sentido la necesidad de escribir, no parece que vaya a ser escuchado por los políticos. Sin ir más lejos, a finales del mes pasado, y poco después del estreno de la película, el presidente polaco Kaczynski pisaba por primera vez Rusia no para visitar Moscú ni para ver a su homólogo Putin, sino exclusivamente para visitar Katyn en el sexagésimo octavo aniversario de la matanza, en un acto que ha sido rápidamente rechazado por gran parte de la sociedad polaca, Wajda incluido, por electoralista.
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ALGUNAS FUENTES

  • Katyn massacre en Wikipedia.
  • Katyn Memorial Wall
  • Varios Autores: El libro negro del comunismo. Planeta/Espasa. Barcelona, 1998.
  • Weber, Louis (Ed.):Crónica del Holocausto. LIBSA. Madrid, 2002.
Jose Antonio del Valle | 11 de octubre de 2007

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