Jose Antonio del Valle escribe la bitácora Vidas Ajenas y ha colaborado en www.Stardustcf.com y www.Bibliopolis.org. Los anales perdidos se publica el día 22 de cada mes y trata de ser una mirada a personajes e historias medio olvidadas por el tiempo.
Es curioso como convivimos con aspectos de nuestra sociedad sobre los que habitualmente nos preguntamos poco o nada, que están ahí en el que parece que es su sitio y no nos producen sorpresa ni curiosidad hasta que por alguna razón nos detenemos un momento a mirarlos más de cerca y resulta que no sabíamos casi nada de ellos. Más o menos es lo que me pasaba con los gitanos. Evidentemente uno no puede vivir en España sin saber quienes son y más o menos el papel que ocupan en nuestra sociedad; a veces brillante, incluso imagen pintoresca de nuestro país en el extranjero, pero la mayoría de las ocasiones relacionado de una u otra manera con la marginación. Y sin embargo me he tenido que poner a escribir u relato con un personaje de esa etnia para darme cuenta de que no sabía nada de ellos, empezando por de dónde proviene una cultura aparentemente tan diferente a la nuestra y que tanto se resiste a la integración.
Antiguamente se pensaba que los gitanos, o romaníes (como se les conoce en el resto de Europa) provenían de Egipto, de ahí su nombre que proviene del término “egiptanos”. Parece que esto era una leyenda difundida por ellos en su provecho, puesto que a su llegada a Europa solían presentarse como príncipes de Egipto ante las autoridades locales de los pueblos en un intento de ser tratados como tales. La realidad es muy diferente según parece haberse confirmado por dos vías diferentes:
Por un lado las investigaciones publicadas en 1782 por Johann Christian Christoph Rudiger pusieron de manifiesto la similitud entre el romaní, la lengua de los gitanos europeos y el hindustaní y otras lenguas indoarias del norte de la India y Pakistán.
Posteriormente estudios genéticos han demostrado que las poblaciones gitanas poseen frecuencias en ciertos tipos de cromosoma Y y ADN mitocondrial que solo se dan en la India al igual que ciertas enfermedades genéticas muy características de esa localización geográfica, y se ha llegado a la conclusión de que ambas poblaciones se separaron hace unas cuarenta generaciones.
La cuestión de cuando abandonaron la India parece más compleja. Hay fuentes legendarias que sitúan el origen de los gitanos en las campañas de Alejandro Magno en la India, y señalan habrían llegado a Europa enrolados en los ejércitos macedonios como mercenarios o como herreros, profesión que parece muy ligada a esta etnia. De hecho hay una leyenda que dice que los gitanos están condenados a vagar eternamente porque fueron los únicos que quisieron hacer los clavos para la cruz de Cristo. Otros autores los identifican como los “Atsinganoi” que en el año 803 ayudaron al emperador bizantino Nicéforo I a sofocar una rebelión gracias a su conocimiento de la magia.
Pero una vez más la lingüística viene en nuestra ayuda. Parece que hasta el año 1000 las lenguas indoarias tenían tres géneros: masculino, femenino y neutro. Pasando más o menos en esa época a tener solo masculino y femenino. El romaní tiene solo dos géneros, de lo que se deduce que la salida de los gitanos de la India se produjo aproximadamente por esas fechas, probablemente como parte de alguna población deportada por cualquiera de los conquistadores musulmanes que es esa época asolaron la región (se dice por ejemplo que Mahmud Ghazni volvió de la India con 500.000 prisioneros), o bien como mercenarios de esos mismos ejércitos invasores. Esta es la forma en la que una primera oleada de estas gentes pudo establecerse en lo que hoy es la parte asiática de Turquía, aunque parece que posteriormente hubo otras como la que hacia 1300 protagonizaron los miembros de la casta lohar después de ser conquistada la ciudad de Rajasthán donde parece ser que eran herreros, y de los que dicen descender los romaníes de Kosovo.
Posteriormente parece que se dividieron en dos ramas: una que, pasando por el norte de África, daría origen a los gitanos de España y el sur de Francia, y otra que entraría en Europa por el este, gracias a la expansión del Imperio Otomano en los Balcanes. Ambas aparecen por primera vez en los registros más o menos al mismo tiempo durante el siglo XV.
En España parece que se tiene constancia de la fecha exacta de su llegada al puerto de Barcelona, el 11 de junio de 1447 (hoy hace exactamente 560 años), desde el que se desparramaron por la península. Aunque parece que en Andalucía se tiene noticia de ellos al menos desde 1425. En 1424 sus primos orientales habían llegado a Alemania y antes de que terminara el siglo se habían dispersado por todo el continente y las islas británicas.
Parece que aunque procedían del Imperio Otomano, que en aquel entonces era el principal enemigo de la cristiandad, en principio no fueron recibidos mal en todas partes. Aunque en el Imperio alemán pronto se les consideró espías enemigos, su peculiar forma de presentarse como príncipes extranjeros peregrinos hizo que en ocasiones los mismos monarcas se preocuparan por su suerte, consiguiendo algunos de sus pícaros líderes salvoconductos del emperador alemán o del mismo Papa Martín V que les permitían recorrer en paz la cristiandad. En cualquier caso, su forma de vida hizo que en el siglo XVI estuviesen perseguidos prácticamente en todo el continente. En España fue Fernando el Católico el primero en firmar un decreto de expulsión, posteriormente se les expulsó de Inglaterra y de Francia, aunque parece que ninguno de estos decretos tuvo demasiado éxito. En nuestro país prácticamente cada monarca intentó infructuosamente deshacerse de ellos. Carlos I llegó a decretar la muerte de los que no se fueran. En general en la mayor parte de Europa se legisló contra ellos a lo largo de este siglo, en Rumanía se les esclavizó, situación que no cambiaría hasta 1856. De hecho uno de los rumanos más célebres, Vlad Tepes, príncipe de Valaquia, es famoso, entre otras cosas, por el trato salvaje que daba a los gitanos. Pero lo cierto es que, en general, en todos los rincones de Europa se les podía perseguir e incluso asesinar sin demasiados problemas.
Posteriormente, en vista del fracaso en echarlos, se intentó asimilarlos. En España a partir del siglo XVII se intentó que se hicieran sedentarios, se les prohibió hablar su lengua y se separó a los niños de sus familias. En el Imperio Austrohúngaro se les forzó a registrarse y a hacerse soldados si no tenían otro trabajo, se separó a los niños de sus padres y se les escolarizó en instituciones del estado, se prohibieron sus ropas tradicionales y la mayoría de sus costumbres, llegando incluso a prohibírseles tocar música. Todas estas prácticas siguieron sin mucho éxito hasta el siglo XIX en el que una gran parte de ellos emigró a América.
Aunque sin duda lo peor llegó durante la segunda guerra mundial, cuando entre medio millón y millón y medio de ellos fueron exterminados por los nazis en su propio holocausto que ellos denominan porajmos, por “asociales”. Resulta al menos chocante (y nos demuestra la insensatez de sus teorías) que los nazis les consideraran una raza inferior cuando, en justicia, los gitanos se podrían considerar racialmente arios puros por su procedencia geográfica. Y es terrible que hasta como víctimas los gitanos hayan sido marginados. Hasta hace poco se les nombraba de pasada al hablar del Holocausto, y ni se pensaba en que pudiesen tener derecho a reparaciones del tipo de las que han recibido posteriormente otras comunidades como principalmente la judía.
Posteriormente, los gitanos no han tenido mucha mejor suerte en los países del bloque socialista, donde se les educaba en colegios especiales para ellos e incluso en algunos de ellos, como en Checoslovaquia, se llegó a esterilizar a sus mujeres.
Actualmente hay en el mundo unos 10 millones de romaníes. De ellos casi un millón viven en nuestro país. Son los gitanos autóctonos que hablan caló (una lengua con gramática cogida del español y palabras romaníes), pero también, y sobre todo en los últimos años, los llamados húngaros, o muchos de los que llamamos rumanos, procedentes de Europa oriental, que hablan romaní y tienen poco que ver con el flamenco y las demás señas de identidad que asociamos con los gitanos de aquí. Solo Rumanía y los Estados Unidos tiene una población gitana superior a la nuestra.
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ALGUNAS FUENTES
2007-06-11 23:43
Endevé...
Es totalmente cierto que a pesar de que convivimos con ellos sabemos bien poco de los gitanos, yo tampoco me lo había planteado nunca, excepto por un trabajo de lengua del cole, sobre el caló (ese otro tipo de caló y no el que hace en veranito). Me llama mucho la atención el apunte que haces sobre los gitanos y el Holocausto, que bien que se pasa por encima cuando se habla del tema, a pesar de que han sido otro grupo social que tradicionalmente se perseguía. Por qué será que en las pelis de Jolivú siempre salen los mismos (ahem).
Y sin venir a cuento, recuerdo un cuadro del Bosco en que sale una gitana leyendole la mano a una incauta mientras su hija le roba la bolsa xD
Estupendo artículo, como siempre.
2007-06-11 23:59
Es curioso, esperemos que, los que conocemos como gitanos no acaben igual que los Agotes de los que tampoco hay demasiadas referencias.
2007-06-12 00:23
También Félix Urabayen habla de los agotes y también pocos conocen a este estupendo novelista vasco-toledano.
2007-06-12 00:42
Cuidado, que algunos navarros están algo susceptibles, además de navarro (y/o vasco ) Urabayen era republicano y hombre excesivamente modesto. :).
2007-06-12 04:05
No tan modesto, Cayetano. Yo creo que era todo menos modesto. Pero republicano si que lo era. El enlace que has escogido, por cierto, no es el mas representativo. Pero, vamos, si queires otra autor que tampoco fuera modesto y que hablo de los agotes ahi va don Pio Baroja. :)
Por cierto, me alegra leerte.
2011-11-27 18:43
¿arios puros? en todo caso mezclados con los hindues.aunque he conocido algunos gitanos rubios.