Hay otro cine, alejado de las esferas comerciales y del consumo y la publicidad. Esta sección es una excursión mensual —cada día 17— por la periferia del cine guiada por Martin Pawley, bloguero y crítico de cine del programa “Extrarradio” de la Radio Galega. [Esta columna se dejó de actualizar en agosto de 2009]
El miércoles 2 de septiembre comienza la edición número 66 de la Mostra de Venecia, con Werner Herzog, Claire Denis y Jacques Rivette compitiendo en la Sección Oficial por unos premios que se desvelarán diez días después. Para entonces ya estará en marcha el Festival de Toronto, un encuentro de importancia capital que sirve de puerta de entrada en el continente americano para lo mejor de la producción mundial y supone además un primer y necesario paso para muchas películas estadounidenses que aspiran a hacerse un hueco en la carrera hacia los Oscars. La amplia y variada programación del TIFF sirve de resumen anticipado del año: si algo no aparece ahí lo más probable es que realmente no exista.
Hay otro gran certamen en Canadá, el de Vancouver, de programación igualmente exquisita y que ocupa la primera quincena de octubre. Entre estas dos citas canadienses queda encajado el mayor de los festivales españoles, el de San Sebastián, que este año se aprieta el cinturón y se presenta un poco más ligero de contenidos y de días. Desaparece el ciclo dedicado a un autor contemporáneo pero sobreviven la retrospectiva clásica, dedicada esta vez a Richard Brooks, y la temática, que bajo el nefasto título La contraola, el novísimo cine francés ofrece una selección extremadamente perezosa de películas realizadas en los últimos años en el país vecino que a cualquier cinéfilo medianamente informado no le proporcionarán significativas sorpresas. Entre las películas a concurso sólo se ha anunciado por el momento la participación española, con lo nuevo de Isaki Lacuesta como obra más apetecible. El sábado 26 de septiembre el jurado leerá en el Kursaal su fallo, palabra especialmente pertinente en el caso de Donostia; algunos de los periodistas y enviados al festival prepararán sus últimas crónicas y balances de camino a Sitges, que arranca sólo seis días después. Más lejos nos queda Pusan, pero lo cierto es que en certámenes como este se gestan buena parte de las modas asiáticas que unos meses después llegarán a Europa con la etiqueta de “grandes descubrimientos”. Ni la Mostra de Valencia ni el Festival de Ourense suelen ser foco de atención de las publicaciones especializadas, pero sirven para entretener la espera hasta la Seminci, festival ahora algo achacoso pero que gozó en tiempos de cierto prestigio. Mucho más estimulante es el Doc Lisboa, que traerá hasta la capital portuguesa al legendario Jonas Mekas, más o menos por las mismas fechas en que viajará a París el genial James Benning, objeto de una completa retrospectiva en el Jeu de Paume.
Valladolid echará el telón el sábado 31 de octubre (el mismo día, por cierto, que esta humilde Muestra de Ciencia y Cine de la que soy bastante responsable). Noviembre es el mes de Cineuropa en Santiago de Compostela, del Festival del Mar del Plata en Argentina, el de Torino en Italia y también de dos interesantes festivales andaluces: el de cine europeo de Sevilla y el de Huelva dedicado al cine iberoamericano. Justo después llega Gijón, lugar de paso obligado y siempre satisfactorio, y eso que este año no parece que vaya a hacer historia, al menos considerando los ciclos que se rumorean.
A efectos cinematográficos el año nuevo empieza de verdad el 21 de enero en Sundance, que sigue siendo la gran capital del cine independiente americano aunque cada vez tengamos menos claro lo que significa ese adjetivo. Más riesgos asume Rotterdam, que apuesta decididamente por los jóvenes cineastas. Del 5 al 13 de febrero Punto de Vista ofrecerá una buena muestra de los mejores documentales del mundo; el reto para el nuevo director Josetxo Cerdán será el de mantener el excepcional nivel que impuso su predecesor Carlos Muguiro. El certamen de Pamplona se adelanta esta vez a la Berlinale, un acontecimiento que no requiere presentación. A caballo entre febrero y marzo el Festival Internacional de Cine Contemporáneo de México se erige en la primera gran cita iberoamericana del año, casi un modesto anticipo del inagotable BAFICI, un certamen de dimensiones aterradoras que marca tendencia por la evidente habilidad de sus programadores para distinguir el grano de la paja. Un poco antes se habrá celebrado el festival de Las Palmas, aquejado de cierta debilidad financiera. La temporada cinéfila europea se cierra en mayo con el Indielisboa, y se reabre unas semanas después con la madre de todos los festivales, el de Cannes, que es dónde de verdad empieza todo y que sigue movilizando año tras año a más periodistas que un mundial de fútbol.
Documenta Madrid y la singular apuesta de Granada por los llamados cines del sur (y la de Tarifa por el cine africano) despiden la primavera en España. Cuando llega el verano la mirada se dirige primero hacia Karlovy-Vary y después hacia Marsella, este último dedicado de manera monográfica al documental. Eso sucede en el mes de julio; en agosto es el turno de Locarno, un destino de relevancia creciente. Llegados a este punto el bucle se reinicia: Venecia, Toronto, San Sebastián… y antes de que nos demos cuenta ya estaremos otra vez haciendo cábalas sobre quien será el director que se alzará con la Palma de Oro en Cannes. Infelizmente para nosotros, de la mayor parte de esos festivales sólo tendremos noticias gracias a las revistas y blogs. Mejor eso que nada.