Hay otro cine, alejado de las esferas comerciales y del consumo y la publicidad. Esta sección es una excursión mensual —cada día 17— por la periferia del cine guiada por Martin Pawley, bloguero y crítico de cine del programa “Extrarradio” de la Radio Galega. [Esta columna se dejó de actualizar en agosto de 2009]
Hablar de cine africano es hablar de Ousmane Sembène (Senegal, 1923-2007). Fue el primer cineasta subsahariano en dirigir un largometraje, La noire de, que obtuvo en 1966 el premio Jean Vigo, y también fue el primero en rodar una película en una lengua propia del continente, el wolof. Su filmografía fue aplaudida y premiada en festivales de todo el mundo, entre ellos los de Venecia, Berlín y Cannes, pero permanece aún hoy inédita en España, con la única excepción de la que finalmente fue su última película, Moolaadé, de la que alguien dijo que “tiene el potencial para cambiar el mundo”. Ni Xala, ni Ceddo, ni Camp de Thiaroye, ni ninguna otra, y lo mismo sucede con su obra literaria, anterior a su obra cinematográfica: ni una sola de sus novelas o colecciones de relatos ha sido hasta ahora editada en España. A esta vergonzante situación le pone fin una editorial modélica, Rinoceronte, que lanzará dentro de unas pocas semanas “O xiro postal”, traducción al gallego del libro “Le mandat” que el propio Ousmane Sembene llevó al cine en 1968. Los responsables de la editorial me pidieron que escribiese un pequeño artículo para la ocasión, a modo de epílogo; acepté con entusiasmo, con la convicción de que el encargo de honrar la memoria del maestro es y será siempre para mí un verdadero honor. Sirvan las primeras líneas de ese texto como homenaje a un genio irrepetible:
Dickens en Senegal: la vida y la obra de Ousmane Sembène
“Un director de películas de África es como el griot, semejante al bardo de la Europa medieval, un hombre con cultura y sentido común que es el historiador, el contador, la memoria viviente y la conciencia de su pueblo. El director debe vivir en el seno de su sociedad y decir lo que no funciona en ella. ¿Por qué debe desempeñar ese papel el realizador? Porque, como muchos artistas, es quizá más sensible que otras personas. Los artistas conocen la magia de las palabras, de los sonidos y de los colores, y emplean estos elementos para ilustrar lo que los demás piensan y sienten. El director no debe vivir recluído en su torre de marfil; tiene una función social concreta que desempeñar”. En estas declaraciones a Françoise Pfaff, Ousmane Sembene hacía explicita su visión de la creación cultural y artística, de la responsabilidad del autor hacia la sociedad a la que pertenece. Nada más natural en un hombre que entendió su trabajo de escritor y cineasta como una misión pedagógica, destinada a exponer delante de los ojos de sus compatriotas las injusticias pasadas y presentes.
Figura patriarcal en la historia del cine africano, Ousmane Sembène fue un hombre revolucionario que creía en el ilimitado poder de comunicación de las palabras y de las imágenes. Fue un hombre valiente que no dejó nunca de criticar con sus armas de creador (las únicas legítimas) la corrupción del poder, los abusos de la burocracia, el racismo y el desprecio padecido por sus conciudadanos, contemplados siempre por la Europa rica como individuos de segunda a ser tratados en el mejor de los casos con caridad y benevolencia. Ousmane Sembène fue también un hombre optimista, que estaba convencido de la capacidad que la gente tiene para salir adelante y resolver sus problemas. Un humanista en el sentido clásico, poseedor de esa grandeza dickensiana que le hacía ver con claridad que ningún ser humano merece sufrir y que todos deben por igual aspirar a la felicidad. Sembène, como Dickens, defiende a las víctimas del sistema y a los olvidados por la fortuna, y emplea todos sus recursos contra aquellos que niegan la voz del tiempo, esa maquinaria que según contaba el inglés en uno de sus libros de Navidad, Las campanas, nos exige avanzar y mejorar sobre la memoria de los incontables millones de personas que sufrieron, vivieron y murieron para señalarnos el camino. La obra de Sembène, igual que la de Dickens, no es complaciente: describe un mundo cruel y enfermo donde el individuo debe luchar para no ser aplastado. Pero esa lucha es irrenunciable, y por eso se burla con sarcasmo de la indolencia mendicante de aquellos que pasan la vida esperando que un buen porvenir les caiga del cielo. Porque la gran tranformación vendrá de dentro o no vendrá (..)
(Traducción al español del original en gallego)
2008-09-11 22:39
NORABOA Á EDITORIAL RINOCERONTE. GRAZAS A VÓS POÑÉMONOS NA VANGARDA DA PENÍNSULA POR UNHA VEZ.
MESMO O DESEÑO DAS CAPAS DO LIBRO É ATINADO.
(los idiomas románicos son una gran familia, no traduzco el comentario. Si a alguien le molesta, se dará cuenta de que esa es la sensacióbn de los españoles no castellanohablantes exclusivamente cuando atendemos al 95% de los medios de comunicación, publicidad…
Muy bueno el texto “Dickens en Senegal”.