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La bota de Panenka por David Álvarez

Mirando el fútbol, uno es capaz de aguantar tardes enteras con la vista fija sobre un patatal en el que no sucede nada. Sólo porque puede terminar sucediendo. Incluso en las circunstancias más inverosímiles, en una tanda de penaltis de una final, por ejemplo. David Álvarez (Balazos) sigue buscando a los que vienen después de Panenka. La cita es los martes.

El olvido de Puskas

Agotado el espacio para la épica, sólo queda la opción de la fantasía. Un 3-0 a favor no deja terreno para los héroes. Casi imposible resultar memorable. Sólo un sueño destruye la apatía. Ronaldinho no había olvidado el suyo, repetido muchas veces en su habitación, contra la pared. Y lo recuperó en el momento preciso, cuando le caía el balón al pecho y corría a su espalda el defensa Cygan, un inmenso calvo francés que se convirtió en su pareja involuntaria para las portadas del día siguiente. Lo recuperó mientras se giraba hacia la derecha, después de tocar con el pecho, cuando quedó la pelota a la altura perfecta para trazar la chilena. El público del Camp Nou no cantó el gol: se le caían las mandíbulas en un ¡oooh! que también debió de acompañar el portero del Villareal, Barbosa. Reconoce que no se enteró de nada mientras Ronaldinho recuperaba un sueño en su área. Pero le queda un consuelo: “Por lo menos salgo en la foto”, algo que también tiene su valor después de aquel salto insuficiente de Peter Shilton contra la mano de Maradona.

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Puskas murió sin saber que era Puskas, y ésa fue, quizá, la peor parte de la tristeza de esos días. El gigantesco olvido contagió incluso al Madrid —tan necesitado de memoria—, que jugando contra el Lyón olvidó que era el Madrid. Corría Robinho como quien planea cargar en solitario contra un ejército infinito. Corría como si no pudiera hacer otra cosa, empujado simplemente por el terror de quedarse quieto. Los demás tipos vestidos de blanco quedaban detrás, como si hubieran desaparecido, fantasmas de la memoria borrada de Puskas.
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En el Bernabéu, las últimas celebraciones nacen fuera del césped. Un mediodía, Ronaldo renuncia a un festín, agarra una manzana y corre un kilómetro más. Y parece que esa manzana escondiera toda la gloria perdida. Otra noche, Cannavaro, un defensa, besaba el balón de oro en París por sus logros con otra camiseta. Calderón lo celebra con la propiedad de quien también ha pagado por los adornos. Desmemoriado ya de los goles del Lyón.
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A Ronaldinho todavía le queda al menos uno de aquellos sueños de niño que es capaz de cumplir. Aún planea el modo de marcar desde el centro del campo. Además de por el siguiente ¡oooh! escupido por 70.000 gargantas, merece la pena que lo consiga por averiguar qué desea después, o si sólo girará ya el cuello para vigilar la báscula.

David Álvarez | 28 de noviembre de 2006

Comentarios

  1. fanshawe
    2006-11-28 10:41

    Bienvenido, me ha encantado el debut. Siempre me ha gustado “la otra mirada” sobre el fútbol

  2. Enrique
    2006-11-28 12:15

    Comentáis en la introducción a la nueva sección de David Álvarez (¡Bienvenido!), acertadamente además, que “uno es capaz de aguantar tardes enteras con la vista fija sobre un patatal en el que no sucede nada”, y estoy completamente de acuerdo. Discrepo, en cambio, en que “pueda acabar sucediendo” y que fuera esta la justificación lógica (por buscar alguna) de este vicio tan desesperado. Y digo desesperado porque, últimamente, no ocurre nada de nada en el fútbol (las alabanzas al gol de Ronaldinho me parecen una completa exageración) y así es difícil justificar el tiempo perdido.

    Creo que fue Pablo Nacach, un escritor argentino, quien escribió que es en la infancia donde el fútbol se hace carne, y Javier Marías también ha comentado alguna vez cuestiones como ésta.

    Supongo que se trata de volver a la infancia, sí, no encuentro otra explicación más oportuna. Volver al blanco y negro de Panenka. Mágico.

    Saludos.

  3. aberron
    2006-11-28 19:15

    Bienvenido, David. Y a meter muchos goles!

  4. David Álvarez
    2006-11-28 22:19

    Se agradece el recibimiento.

    Enrique, sí, supongo que son cosas que nos hacen la misma ilusión que cuando éramos niños, quizá de lo poco que conservamos de entonces. Aunque lo que de verdad creo es que no tiene más lógica que cualquier otra pasión.

  5. Marcos
    2006-11-28 22:39

    Efectivamente, Enrique, lo de Ronaldinho es una completa exageración; y sí también: es difícil justificar hoy en día perder 90 minutos viendo un partido; de hecho, creo que eso pasa desde que se fue Cruyff del banquillo, y te aseguro que no soy fan del Barcelona.

    ¿Volver a la infancia? Fijaos que el forofismo (perdón) es una pasión exclusiva del adulto, y los niños jamás se identifican de esa manera nada más que por imitación.

    Para mí sigue siendo un misterio el origen y la esencia de esa pasión: busco en mí y no encuentro absolutamente ninguna razón para que desee la victoria de un equipo, ni siquiera le nacional.

    Del artículo, salvo el elogio exagerado para mi gusto a Ronaldinho, me gusta todo, continente y contenido.

    Saludos

  6. David Álvarez
    2006-11-29 01:02

    El forofismo puede ser imitación, pero creer que pueden suceder algo casi imposible… No sé: no debería intentar explicar esto. Me parece que no se puede.


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