Mirando el fútbol, uno es capaz de aguantar tardes enteras con la vista fija sobre un patatal en el que no sucede nada. Sólo porque puede terminar sucediendo. Incluso en las circunstancias más inverosímiles, en una tanda de penaltis de una final, por ejemplo. David Álvarez (Balazos) sigue buscando a los que vienen después de Panenka. La cita es los martes.
Un hombre bajito entró la otra tarde en Maracaná dispuesto a culminar su propia leyenda de una vez. Como si acudiera a reparar un grifo atascado: “Los meto y un minuto después dejo el fútbol”, había dicho Romario antes de entrar. Antes de aquel partido contra el Vasco de Gama le faltaban dos goles para llegar a los 1.000. Después de redondear su figura con aquella cifra, tenía esperándole un contrato para un programa de televisión en el que iba a entrevistar a futbolistas brasileños que juegan en Europa. Se enfrentaba a esos dos tantos con la desgana de un funcionario. Ahí escondía su sorpresa: esa desgana era la misma de aquel instante que sucedió justo antes de romperle el alma a Alkorta con una cola de vaca. El segundo antes de la explosión. Pero el otro día no terminó el trabajo. Se quedó en 999.
2007-03-27 17:17
A mí lo que me divierte es la épica de los telediarios, sobre todo los nacionales; escucharlos es como ver una versión de la última cena hecha por los picapiedra: uno escucha a los presentadores, a los enviados especiales y se pregunta de qué demonios están hablando, a quién le importa.
Y es que nada ayuda: no es sólo que no haya jugadores, es que el entrenador deprime, deprime mucho.
Saludos.
2007-03-27 18:48
Es muy notable conseguir mantener un aspecto de homeless estando en su posición…