Mirando el fútbol, uno es capaz de aguantar tardes enteras con la vista fija sobre un patatal en el que no sucede nada. Sólo porque puede terminar sucediendo. Incluso en las circunstancias más inverosímiles, en una tanda de penaltis de una final, por ejemplo. David Álvarez (Balazos) sigue buscando a los que vienen después de Panenka. La cita es los martes.
En los minutos que no sirven, esos segundos pegados ya al silbatazo del árbitro, algunos encuentran rendijas de felicidad. En Mallorca, con el tiempo vencido, entró el domingo al campo Óscar Trejo, un chico argentino recién aterrizado de Boca. Tal como estaban las cosas, el que salió seguramente prefirió ir a sentarse, quizá enfiló incluso el vestuario, y se perdió cómo el chico se colaba por pliegues que él acaba de despreciar y, después de dos recortes, alargaba la pierna izquierda para marcarle a Abbondazieri, casi con el billete de avión todavía en el bolsillo.