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Educación y transhumanización por Manuel Ángel Vázquez Medel

En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.

El miedo a la libertad

Pocos títulos de la investigación psico-social del siglo XX fueron tan acertados como éste —El miedo a la libertad— que Erich Fromm puso al frente de una de las obras más lúcidas sobre la crisis de nuestro tiempo. En él —como se recordará— analiza Fromm la libertad como problema psicológico y sus mecanismos de evasión; los momentos fundamentales para el desarrollo de la libertad, como la reforma protestante o —sobre todo— las amenazas a la libertad (fundamentalmente desde el fascismo, aún presente en nuestros días, como recientemente ha recordado Eco en sus reflexiones sobre el Ur-fascismus (fascismo originario e intemporal). Pero también se centra en el síntoma que sigue más vigente en nuestros días: la creciente estandarización de los individuos en las sociedades avanzadas (con la consiguiente conciencia de insignificancia personal), de la que ya no sólo son instrumentos privilegiados los medios de comunicación de masas y las dinámicas de consumo, sino también el propio sistema educativo.

Rainer Funk, uno de los principales especialistas en nuestro autor, decía que “Para Erich Fromm, el objetivo del arte de vivir consiste en relacionarse de tal modo con la realidad exterior e interior, con las propias fuerzas espirituales y físicas, que pueda desarrollarse el amor a la vida”. Y yo me pregunto si hay mejor definición del proceso educativo (que no concluye nunca) que ésta que considera la existencia como un “arte de vivir” (que como todo arte, techne, se aprende y se perfecciona), centrado en la dimensión relacional (con nosotros mismos y con los demás), que genera ese amor a la vida, que articula adecuadamente la voluntad de vida y la voluntad de sentido.

¿Qué impide que esto ocurra? Pues… casi todo. Pero en cada una de las esferas siempre encontramos el miedo a la libertad: el miedo de quienes nos gobiernan a tener como interlocutores no votantes dóciles o domesticados, sino ciudadanos libres, conscientes, a la vez responsables y exigentes; el miedo de los padres a que los hijos se les “desmanden”, por no haber entendido que, si realmente les educan en la libertad, han de hacerlo también en la responsabilidad y en la alteridad; el miedo de los educadores a caminar por sendas ignotas, a adentrarse por terrenos en los que la libertad de los educandos podría traducirse en caos y anarquía (olvidando, de nuevo, que no existe la libertad sin responsabilidad)… Y así, realmente, la alternativa a la libertad en los procesos educativos es el control férreo o la anomía (la falta de reglas del juego) y el caos.

Durante este Curso académico —trigésimo ya de mi vida dedicada a la Universidad— he visto también el miedo a la libertad en nuestros estudiantes (adultos supuestamente autónomos que han crecido en una atmósfera democrática inédita para casi el resto de la sociedad).

Miedo a pensar por sí mismos. Miedo a equivocarse. Miedo a preguntar lo que desconocen, pues recelan de la opinión que el profesor o sus compañeros podrían hacerse. Miedo a trabajar en lo que les gusta y porque les gusta, porque entienden que todo su trabajo es una exposición ante el Tribunal de la calificación encarnado por el profesor de turno. Y por ello no entienden el pacto: haz lo que creas honradamente que puede enriquecerte, contribuir a tu crecimiento, a tu maduración… Porque están acostumbrados a que se les marquen los trabajos en números de folios, de palabras o de caracteres. Y porque nunca los hacen en su propio beneficio, sino para alcanzar la nota que supuestamente les concederá el profesor de turno, si realmente han alcanzad a interpretar su voluntad y sus deseos (que a veces incluyen también sus matrices ideológicas).

¡MIEDO A LA LIBERTAD! De los gobernantes y empresarios, padres y educadores… también de los alumnos, de los ciudadanos.

Entendemos que el salto cualitativo necesario para una transhumanización basada en la interacción de seres humanos libres, responsables, tolerantes… y, sobre todo, con amor a la vida, pasa por la imprescindible superación del miedo a la libertad.

Manuel Ángel Vázquez Medel | 26 de marzo de 2010

Comentarios

  1. Pablo González Cuesta
    2010-03-30 18:40

    Estimad@:
    Muchas gracias por tu artículo. Harían falta muchos más como ese para revertir el lamentable proceso de restricción a que nos somete día a día la superpoblación, la supersociedad, la superpolitización, etc… Yo leí “El miedo a la libertad” hace algún tiempo y extraje muchas citas que me han acompañado y me acompañan como una guía y una luz. Recomiendo encarecidamente la lectura de este texto esencial a cualquiera que quiera comprender la faceta social del autor de “El arte de amar”
    Pablo González Cuesta es autor de la novela “Libertad” (Uqbar, Chile)


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