En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
En dicha tarea, una de las claves esenciales, a juicio de estos dos sabios casi centenarios, está en ”sustituir un imperativo unilateral de crecimiento por un imperativo complejo, decidiendo lo que debe crecer, pero también lo que debe decrecer”. Y como ejemplo indican: “si es preciso hacer crecer las energías verdes, los transportes públicos, la economía social y solidaria, la escuela, la cultura, las mejoras que contemplan la humanización de las megalópolis , es necesario paralelamente hacer decrecer la agricultura industrializada, las energías fósiles y nucleares, los parasitismos de los intermediarios, la industria de guerra, las intoxicaciones consumistas, la economía de lo superfluo y de la superficialidad, nuestro modo de vida dilapidador”.
Es evidente que asumir pronto y con eficacia tales imperativos de crecimiento y decrecimiento (parece que no disponemos de mucho tiempo ante una situación insostenible) exige un amplio proceso de transformación de las mentalidades, de cambio de los valores, de mutación de nuestras pautas de conducta, fuertemente arraigadas por la dinámica consumista de la sociedad de mercado.
Por ello, aunque se indica que la escuela, la educación, la cultura deben crecer (pese al maltrato que se aplica a la educación pública desde políticas neoliberales), me gustaría llevar más allá aún esta afirmación y reiterar que las dinámicas formativas del siglo XXI (esa educación para la transformación cualitativa de lo humano o “transhumanización”) debe ocupar un lugar central en nuestros proyectos a corto, medio y largo plazo. Sin una nueva educación será imposible realizar ese cambio profundo, esa verdadera revolución del pensamiento, esa “transvalorización de todos los valores” ya exigida hace más de un siglo por Nietzsche para cruzar el Gran mediodía, cruzar la noche oscura de los tiempos de crisis y avanzar hacia el alba de una más alta esperanza.