En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
A pesar de encontrarse gastadas por el uso, las palabras que más utilizamos en la vida cotidiana están llenas de significados y sentidos potenciales que deben ser revitalizados en nuestros procesos comunicativos y educativos.
Aunque ya hemos insistido en ello en otras reflexiones, hoy queremos trazar un itinerario básico para cualquier proceso educativo, entendido como “ex-ducere”, un conducirnos hacia fuera de nuestra propia realidad, de nuestro ensimismamiento, a través del cual potenciamos nuestras capacidades, habilidades y competencias, y adquirimos las claves esenciales para vivir en sociedad, conseguir un bagaje para el desempeño profesional y un enriquecimiento cultural de nuestro mundo.
No hay proceso educativo que pueda prescindir de ese necesario “ponerse en camino” que implica “atención”, entendida como un “ad- tendere”, un tender- hacia ese lugar del conocimiento y de la vida hacia el que se nos invita. Si este “tender” (que implica, claro está, esfuerzo y tensión, concentración y disciplina) será imposible haber llegado a ese ámbito en el que encontramos el objeto de nuestro aprendizaje (esto es lo que significa “in- tendere”, entender: encontrarnos ya en ese recinto en el que se nos ofrece el conocimiento). Pero no podemos entender en abstracto, hemos de asir, agarrar, tomar, prender aquello que se nos ofrece; es lo que significa “cum- prahendere”, comprender: insertar el conocimiento en toda la compleja red de otros conocimientos que de alguna manera modifica, al tiempo que lo hace comprensible. Sólo después de atender, entender y comprender aquello que se nos ofrece podemos fijarlo, memorizarlo, “aprenderlo” (tal es el sentido de “ad- prahendere”).
Pero nos queda aún lo más importante: hemos “digerido”, metabolizado la información, la hemos transformado en conocimiento. Pero no debe tratarse de un “conocimiento inútil”. Sólo el conocimiento al servicio de la vida, la auténtica sabiduría, dota de sentido una educación entendida como un instrumento de construcción enriquecedora de la propia realidad, de capacidad de compartir la vida, de asumir y realizar valores que hagan posible llamar este lugar en que vivimos un mundo verdaderamente humanizado.
2010-06-28 03:50
Pero el problema es, ¿cuál es el conocimiento al servicio de la vida? ¿Cómo lo detectamos? ¿Cómo lo enseñamos? Porque en el resto estamos totalmente de acuerdo.
Saludos
2010-07-11 20:11
Es muy interesante lo que cuestionas, Marcos. En efecto, no podemos quedarnos satisfechos con una más o menos adecuada formulación de nuestros planteamientos.
Como sabes, yo sostengo la progresividad de las categorías/experiencias de Información – Conocimiento – Saber
La información, adecuadamente “digerida”, contextualizada, revitalizada desde nuestro horizonte comprensivo, se transforma en conocimiento…
Pero, es cierto: ¿Cómo saber que nuestro conocimiento está al servicio de la vida…?
A los seres humanos hay dos grandes categorías que no se nos dan por separado: VIDA y SENTIDO. De manera que no podemos hablar en abstracto del SENTIDO, sino desde la vida concreta que tenemos, ni podemos hablar en abstracto de la VIDA, al margen de los valores y sentidos que le atribuimos.
Con todo, hay que reconocer que hemos tenido seres humanos desde hace varios milenios que han apuntado de una manera bastante convergente hacia este horizonte: vida es vida compartida, vida abierta a los demás en relación de pro(j)ximidad. Una educación al servicio de la vida se orienta más hacia el ser que somos que hacia el tener o el poder; pone en valor nuestras competencias en la medida en que (¡SIMULTÁNEAMENTE!) nos hacen felices haciendo felices a los demás. O viceversa. Y esta sería la regla del 9. Formamos parte de una Unidad compleja en la que cada daño o beneficio repercute sobre todos. Realmente, si nos paramos a pensar críticamente, todo lo demás no tiene, ni mucha vida, ni mucho sentido, ni mucho conocimiento…
Reconozco, además, que con estas aproximaciones, la pregunta sigue (afortunadamente) abierta, para que cada uno de nosotros la responda desde sus propias coordenadas vitales y comprensivas.
Gracias y un abrazo.