En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
En el horizonte de las profundas transformaciones que estamos experimentando, y desde una idea dinámica de los procesos educativos para construir una nueva ciudadanía planetaria, pocos aspectos hay tan importantes como la educación ambiental. En efecto, el pensamiento complejo y las dinámicas de interdependencia a que estamos sometidos, nos ofrecen el punto de partida imprescindible para que nuestros niños y jóvenes adquieran una nueva sensibilidad cosmológica y antropológica que pasa por esa común hermandad que nos vincula a todos los seres vivos y a todos los procesos naturales del planeta, no sólo física y biológicamente, sino también económica y socialmente. Hoy hemos de ser conscientes de que formamos parte de grandes redes de interacciones, como eslabones en la cadena de los seres. Pero, precisamente por el extraordinario potencial destructor y depredador de los seres humanos hemos de conectar inmediatamente las bases científicas de una adecuada educación ambiental con imprescindibles fundamentos éticos.
Los nuevos ciudadanos del planeta tierra, de la matria Gaia, deben adquirir competencias para pensar y actuar con responsabilidad, a la vez en términos locales y globales, en armónica interacción, sabiendo que en nuestros días todo termina afectando a todos, y que la deforestación de las selvas amazónicas es algo que afecta a nuestras vidas, aunque nos encontremos a miles de kilómetros de ellas.
Como han señalado Novo y Murga “Es esencial considerar que el desarrollo humano se produce en coevolución con la Biosfera, y que los resultados de nuestras acciones sobre ella tienen efectos globales, en muchos casos irreversibles”. El cambio climático, el calentamiento global, la destrucción de la biodiversidad han dejado ya de ser cuestiones discutibles, y sus fundamentos y efectos deben ser considerados en el marco educativo, según los pequeños vayan adquiriendo la capacidad de entender y actuar en su propio ámbito.
Un instrumento básico para este proceso educativo que debe contribuir a transformar positivamente lo humano lo constituye la Carta de la Tierra, basada en cuatro grandes pilares:
• Respetar y cuidar de la comunidad de vida.
• Integridad ecológica.
• Justicia social y ecológica.
• Democracia, no violencia y paz.
En su artículo “Educación ambiental y ciudadanía planetaria”, María Novo y M. Ángeles Murga han planteado muy acertadamente algunas de las líneas básicas de este proyecto formativo que ha de tener en su centro una nueva sensibilidad ecológica que, como tantas veces hemos manifestado, no sólo incluye la ecología medioambiental, sino que parte de la ecología mental y se proyecta sobre la ecología social:
• Comprender la finitud terrena (la Tierra como un sistema cerrado y finito) y renunciar a falsos infinitos.
• Tomar conciencia de los límites ecológicos y sociales (reparto de riqueza, alimentos, energía…).
• Repensar nuestros modelos sociales, negociando entre lo global, lo nacional y lo local. Aprender a ser “glocales”.
• Estimular la capacidad de asombro ante la vida. Un asombro que nace en lo local y se expande.
• Aprender a compartir en los contextos de vida locales, desde posturas de autocontención y moderación en el uso de los recursos, tomando en cuenta los
límites y constreñimientos.
• Experimentar la solidaridad sincrónica y diacrónica.
• Manejar escenarios futuros, usando el principio de precaución.
• Aprender a vivir en la incertidumbre.
• Reconocer el valor de todo lo que es asociativo, evitando lo disociativo.
• Estimular las asociaciones locales y su inserción en redes regionales y globales.
• Valorar la diversidad ecológica y cultural. Aprender a vivir en un mundo multicultural.
• Desarrollar los valores democráticos de respeto al otro y pluralidad de
opciones. Estimular la apertura de los sistemas locales.
• Desarrollar creativamente opciones alternativas ante los problemas ecológicos
y sociales. Opciones que se apliquen en contextos reales (locales) y se puedan
evaluar en redes de mayor alcance.
• Expresar prácticamente el hecho de que la mitad de los ciudadanos son
ciudadanas. Dar protagonismo a las mujeres en el desarrollo “glocal”.
• Practicar un pensamiento basado en relaciones e interdependencias (no en
objetos aislados).
• Aprender a vivir mejor con menos, compaginando el principio de prudencia con
el principio de calidad. Aplicar a lo local los límites planetarios.
• Educar para comprender y asumir la complejidad del mundo vivo (natural y
social), entendiéndolo en términos de relaciones entre el todo y las partes.
• Experimentar el valor del cuidado de otros (personas y naturaleza) como una
cualidad específica de lo local que tiene repercusiones planetarias.
2011-12-29 20:18
La tendencia y las prioridades, por desgracia, son otras:
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