En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
Como es bien sabido, el impulsor de la fecunda metáfora de lo líquido aplicada a esta fase de la (trans)modernidad ha sido el sociólogo Zygmunt Bauman, quien en su libro Modernidad líquida afirmaba: “Los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan fácilmente su forma. Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. En tanto los sólidos tienen una clara dimensión espacial, pero neutralizan el impacto —y disminuyen la significación— del tiempo (resisten efectivamente su flujo o lo vuelven irrelevante), los fluidos no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que pueden ocupar… En cierto sentido, los sólidos cancelan el tiempo; para los líquidos, por el contrario, lo que importa es el tiempo… Estas razones justifican que consideremos que la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual —en muchos sentidos nueva— de la historia de la modernidad”.
Si la flexibilidad, la plasticidad, la adaptabilidad son requisitos imprescindibles para avanzar en el flujo de la historia, la educación actual ha de ser también una educación “líquida”, que se vaya acomodando a las circunstancias cambiantes que supone la vida en el siglo XXI: una educación para afrontar las crisis y salir adelante y fortalecidos de ellas.
Pero la educación líquida no puede ser una educación relativista, aunque sea una educación desde y para la relatividad, que es algo bien distinto. Los líquidos, no por adaptables, carecen de identidad: contenida en una botella, en un vaso o derramada en el suelo, el agua sigue siendo agua, y no vino o leche (aunque también estos contengan una importante cantidad de agua). La educación líquida debe estar sustentada en valores firmes y en proyectos en los que la adaptabilidad y el avance no suponga la renuncia a determinadas metas.
La aceptación de los contrarios, de las paradojas, el contrapeso desde dimensiones complementarias de la realidad es una exigencia para la educación del futuro: para un tiempo cuyo territorio desconocemos y en el que, para transitarlo, a falta de mapas fiables, necesitamos proporcionar la capacidad de desenvolverse y las brújulas adecuadas para no perder la referencia de los grandes objetivos de lo humano que –para seguir con las metáforas de Bauman- se encontrarán en la superación del miedo líquido y en la capacidad de articular los grandes valores positivos del amor líquido, del arte líquido… de la vida líquida, en suma.
Referencias bibliográficas de Zygmunt Bauman:
De interés la consulta del Blog de Manuel Area, Catedrático de Tecnología Educativa de la Universidad de La Laguna