En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
Si en nuestra primera reflexión hablábamos de la “centralidad” de las interacciones comunicativas educativas en el momento presente (y para un futuro sostenible no sólo medioambientalmente, sino socialmente), hoy queremos ir más al fondo y preguntarnos por la radicalidad de la educación.
Es evidente que la propia idea que tengamos de qué sea “educación” es un constructo (una construcción mental y cultural) condicionado por nuestras coordenadas espaciales y temporales, por nuestros “emplazamientos”. No nos referimos, pues, a un “hecho objetivo”, sino a determinadas prácticas humanas que han ido cambiando en el curso de la historia y adoptando diferentes reglamentaciones en distintas culturas.
Asentado lo anterior, comprendemos nuestro propio discurso sobre la radicalidad de las dinámicas educativas como una propuesta condicionada por nuestra propia cosmovisión (nuestra imagen del mundo y de la realidad), llamada a entrar en confluencia (convergente o divergente) con otros discursos. Sin abandonar nuestra voluntad de que sea una respuesta “válida” y asumible por el más amplio colectivo humano, reconocemos que se trata sólo de una voz más (entretejida en polifonía con muchas otras voces) en el conflicto de las interpretaciones.
Intentaré esbozar, a modo de proposiciones breves y rápidamente comprensibles (y, por tanto, sometibles al debate) algunos de los convencimientos básicos que desarrollaremos en el futuro:
1.Entendemos la “educación” como la inevitable influencia (voluntaria o involuntaria, consciente o insconsciente, formal o informal) que unos seres humanos ejercemos sobre otros, a través de lo que pensamos y sentimos, de lo que decimos, de lo que hacemos. Se trata, pues, de un proceso que comienza desde el mismo instante de la gestación biológica y que no concluye hasta nuestra muerte.
2.Como consecuencia de una larga prehistoria educativa y de muchos avances y retrocesos, para nosotros la educación (ya entendida como un conjunto de prácticas formalizadas para proporcionar el “equipamiento cognitivo y axiológico básico”) es uno de los derechos fundamentales e inalienables de todos los seres humanos. No hay derechos más radicales que el derecho a la vida (básicamente comprendido en el derecho a la alimentación y a la salud) y el derecho al sentido, que se construye a través de la educación y la cultura.
3.Una de las prioridades y de los objetivos de nuestro milenio debe ser garantizar de hecho la igualdad de oportunidades para que todo ser humano, independientemente de cualquier otra circunstancia (sexo, opción sexual, raza, religión, etc.) pueda acceder a un patrimonio educativo universal, que no anule (pero sí que haga compatibles) las aportaciones locales de culturas, creencias y valores. Hablamos, por primera vez en la historia de la humanidad, de la necesidad de consensuar el acervo común universal al que, en tanto seres humanos, hemos de acceder para vivir en un nuevo proceso de mundialización, de civilización planetaria. Este es uno de los aspectos más controvertidos y complejos de nuestra propuesta, al que hemos de volver una y otra vez.
4.La educación del siglo XXI, a diferencia de la de pasado, no puede estar orientada hacia la transmisión de contenidos, habilidades y valores para un mundo estable, sino para un mundo en constante cambio y transformación. Por ello debe construirse como sujeto central del hecho educativo al discente y no al docente; uno y otro replantean sus roles y sus funciones, ambas de extraordinaria importancia, que deben sustentarse sobre el respeto, la empatía y la autoridad de quienes gestionan y orientan las claves del proceso educativo formal, quienes a su vez deben mantenerse en un proceso constante de actualización.
5.La capacidad reflexiva, crítica, relacional, innovadora, creativa del proceso educativo debe garantizarse a través de nuevas dinámicas (muchas de ellas razonablemente ensayadas por colectivos de referencia en el ámbito educativo), que deben estar en constante revisión y actualización.
6.Las zonas y procesos de nuestro cerebro que intervienen en los procesos de aprendizaje formal ha cambiado en las últimas décadas y deben hacerlo aún más rotundamente en las próximas. Afortunadamente en nuestros días, gracias al sistema “ser humano-máquina”, a las incipientes redes de comunicación, tenemos bien asegurado el registro y recuperación de gran parte de la información y los datos (aunque habrá que avanzar en su garantía y validación). Sin embargo la memoria debe ser ejercitada para la estabilización de aquellos conocimientos más necesarios, al tiempo que debe potenciarse la capacidad de análisis y de síntesis, de relación en suma de los diferentes contenidos comunicativos.
7.Los procesos educativos deberán poner un especial acento en la educación y desarrollo de la inteligencia emocional, en equilibrio con nuestra inteligencia racional y analítica, así como en la educación para la nueva ciudadanía planetaria. Si la educación ha de dar respuesta a las necesidades de los seres humanos, ninguna mayor que la de intentar vivir con plenitud contribuyendo a la vida de nuestro entorno; que la de intentar alcanzar un horizonte razonable de felicidad que pasa por desear y contribuir a la felicidad ajena.
8.Un aspecto central de estos procesos educativos es la valoración y respeto a la diferencia, que en el caso de los seres humanos, y en relación con su “humanitas” nunca puede ser el principio de ninguna discriminación. Aspectos esenciales serán el respeto a la mujer y el avance efectivo hacia su completa igualdad (desde su diferencia); el respeto a las diversas opciones sexuales, políticas, religiosas, deportivas… ideológicas, en suma. Y, desde el convencimiento de que todos los seres humanos somos, en algún sentido, discapacitados para algún ámbito y esfera de la vida, una nueva educación que integre y que se enriquezca con la plena incorporación de personas con discapacidad.
9.Todo lo anterior deberá enriquecer la potenciación de una nueva “ecosofía”, un conocimiento que tienda al respeto y a la dinámica homeostasis de mentes equilibradas (ecología mental) en nuestra sociedad planetaria equilibrada (ecología social) y en nuestra matria Gea en armonía con lo anterior (ecología medioambiental).
10.El gran pacto social por la educación, que debe establecerse, afianzarse y reforzarse en las próximas décadas, ha de ofrecer unas mínimas garantías de coordinación y coherencia (que no excluyen la discrepancia y la pluralidad) entre el entorno familiar, el sistema educativo formal y el complejo sistema de medios y estímulos que contribuyen a la constante alimentación de nuestras mentes. Ha de trabajarse con intensidad en ese “minimum” de contenidos, habilidades, pautas de conducta y valores compartidos, que ponen en su centro la alteridad, el respeto y la empatía, y que utilizan, como instrumentos básicos, todas las vías de diálogo conocidas por los seres humanos.
Quizás habría que añadir aquí –Guattari y Deleuze lo han hecho inevitable- que más que de robustas e inamovibles raíces hablamos de rizomas: de una red capilar de vínculos, principios y criterios que nos mantienen como individuos de la especie humana en el momento del inicio de la “transhumanización”.
De todo ello seguiremos hablando en nuestras próximas reflexiones.
2009-08-26 22:38
Supongo que este galímatías ha surgido de la mejor intención… ¡Miento! lo que parece realmente es ser fruto de una grandilocuente precipitación.
Señor catedrático de comunicación: su dificultad comunicativa evoca el problema de la institución universitaria en nuestro país.
Menos mal que ya no soy alumno en este sistema, menos mal…
2009-08-27 16:05
¿Galimatías?, pero ¿por qué? ¿qué es lo que no se entiende?
Saludos,
Marcos