En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.
En los días en que cierro esta reflexión la sociedad española está conmocionada por dos brutales casos de violación colectiva a chicas menores de edad, perpetradas también por menores. Algo falla, y la solución no está —al menos, no exclusiva ni principalmente— en cambiar la Ley de Menores para que quienes ahora no pueden ser imputados por estos delitos puedan serlo. La gran pregunta es: ¿cómo hemos podido llegar a esto? Y también: si no afrontamos con decisión estas situaciones ¿hasta dónde podemos llegar?
Todos coinciden en un hecho fundamental: estos chicos no han sido socializados con un mínimo sentido de alteridad y de empatía, con la capacidad de ponerse en el lugar de la persona a la que destrozan la vida, y tal vez ni siquiera sientan el horror y la culpabilidad sobre sus actos…
No han interiorizado valores imprescindibles para poder vivir en sociedad, que pasan por no desear para nadie lo que no queremos para nosotros mismos. Y no son capaces de calibrar la absoluta disimetría que existe entre el pequeño placer (patológico) que pueden alcanzar con sus actuaciones y el terrible y tal vez irreversible daño que causan.
Hablamos de educación.
No sólo de educación formal; no sólo de un sistema educativo en un mundo en profunda transformación que tampoco funciona… Hablamos de la educación implícita e informal que nuestros niños y jóvenes reciben (o más bien no reciben) del entorno familiar y social y del sistema de medios y redes en que están inmersos.
La cuestión es que o somos capaces de afrontar estos grandes retos con celeridad y eficacia o, posiblemente, estemos perdidos… No podremos hacer nada en un planeta en el que una ínfima parte de sus seis mil millones de habitantes puede causar un daño desmedido a todos los demás. No será posible —¡ni deseable!— responder con medidas policiales y represoras a lo que no hayamos conseguido a través de la socialización de la interacción educativa.
Todos los seres humanos viables nacemos con cerebro. Con mayor o menor capacidad, con distintas posibilidades y orientaciones, es el equipamiento, el regalo de nuestra especie para sobrevivir y garantizar la continuidad de los seres humanos en nuestro entorno natural. Pero éste —nuestro primer entorno— no es el único en el que lo seres humanos vivimos. De hecho, nacemos ya en un entorno social, humano, que garantiza nuestra propia supervivencia y que pronto va transformando nuestro cerebro en mente: una base biológica habitada por símbolos que nos permiten pensar, sentir, comunicarnos y actuar.
Por acción, por reacción u omisión construimos la mente de nuestros niños instalando en ella el sistema operativo de la lengua natural, de las diferentes conexiones axiológicas (de valores) que les llevan a desear o a temer, a actuar de un modo u otro. En una época de grandes cuestionamientos, de recaída en dogmatismos y de relativismos trivializadores y destructores es imprescindible renovar el pacto social de lo humano en torno a la educación. Con una gran generosidad. Sin el oportunismo de la política con “p” minúscula que no duda en aprovechar cualquier desgracia para la inmediata y directa confrontación. Hace falta un gran pacto de Estado y un gran pacto social por la educación, que movilice a las familias, al sistema educativo y al sistema de medios con un solo objetivo: hacer viable la vida social. Construir en torno a unos pocos pero firmes valores: la libertad, sí, pero siempre acompañada de la responsabilidad que su ejercicio exige; la igualdad, sí, pero con respeto a una diferencia que no puede convertirse en discriminación… Y la fraternidad: siempre ese sentido de solidaridad, de empatía que ve en el otro a “otro yo”; que no lo cosifica; que no lo instrumentaliza ni destruye.
Sé que es difícil, pero creo que es el único camino.
En próximas reflexiones intentaremos ofrecer claves que creemos imprescindibles para transitarlo. Algunos de los grandes pensadores en nuestro país, en Europa y en todo el planeta ya están comprometidos en este gran pacto educativo: Fernando Savater y José Antonio Marina; Edgar Morin y Umberto Eco; Eduardo Galeano y Noam Chomsky…
2009-07-26 16:59
Enhorabuena por el texto. Creo que resume de manera magistral claves (no sé si todas) de este problema. Curiosamente los hechos que han dado lugar a este debate (al menos con el fragor que tiene actualmente) han sucedido en mi pueblo, Isla Cristina, donde también ha sucedió recientemente otro de igual naturaleza aunque no con tantos implicados y con una violencia tan intensa; pero violencia, al fin y al cabo, y que he podido conocer por mor de mi profesión.
Coincido plenamente contigo. Solo me gustaría señalar, a quienes sólo vislumbran el castigo como solución, el fundamental papel de la educación, y a su abrigo, subrayar un concepto que has incluido acertadamente: “responsabilidad”; educar en la responsabilidad…, para todos, para los menores (imputables o inimputables), para sus padres (también inimputables y también desde que son menores -hay muchos que fueron padres siendo aun menores), para autoridades (todas y tantas que tienen competencia directa o indirecta, central o periférica) y ciudadanos (los que se asustan o critican durante unos segundos y miran para otro lado esperando que el problema nunca les toque a ellos).
Son muchos los que ven ya el camino que indicas y si hay algo que cae por su propio peso es la razón. Habrá que seguir invocándola.
2009-07-27 08:07
Somos un mito hecho carne, un mito inventado por la razón imperante en nuestro entorno social. Somos una idea inculcada y reafirmada por nuestros temores de explorar más allá de lo práctico, de lo fácil y de lo único que nos atrevemos a vislumbrar como horizonte.
Por eso lo remito respetuosamente a este experimento que en la ciudad más pujante del caribe Colombino se hace…Un Plan Decenal de Educación Concertado.
No importa cuántos libros o lectores tenga Eduardo Galeano; Logra penetrar más el mensaje mediático y corto de sus videos en Youtube. ¿Cómo esas herramientas serán el “horizonte” o el panorama creíble?
2009-07-28 16:58
Bienvenido a LdN con una sección que parece muy prometedora.
Leyendo el artículo me han surgido varias reflexiones:
Cuando dices: ¿Cómo hemos podido llegar a esto? Yo me pregunto, si hemos llegado a esto o si no hemos salido de esto, quizá es más bien que pensábamos que con el acceso a la educación y los nuevos valores íbamos a evitar este tipo de comportamientos, que siempre han existido.
Sí creo que hay dos aspectos nuevos que son fundamentales, uno es la difusión de la conducta por los medios de comunicación, de esta forma nos enteramos de cualquier agresión que existe en cualquier parte del planeta, generando muchas veces la falsa impresión de que los jóvenes tiene conductas de este tipo de forma mayoritaria y continuada. Y el segundo aspecto, lo que es para mí verdaderamente novedoso y peligroso, es la posibilidad de difusión por Internet de la agresión o humillación, por lo que para la víctima será más costoso rehacerse.
Espero las nuevas entregas para ver las claves que propones para la educación. Lo que está claro es que se necesitan ideas nuevas, porque muchas de las propuestas del siglo XX ya hemos visto que no han funcionado. Y está bien el derecho de soñar, pero no podemos cambiar el sueño por la realidad, curiosamente, de esto hablaba en mi artículo de este mes.
2009-08-02 16:18
¡Gracias, Felipe, Juan José y María José por vuestros comentarios y por la buena acogida de esta sección!
Me gustaría reflexionar a partir de vuestras propuestas.
En primer lugar, Felipe, tienes toda la razón sobre la cuestión de la “responsabilidad”. Simplemente, es imposible ser libres ni no respondemos de nuestros actos, si no somos responsables. Creo en una responsabilidad que no sólo no nos limita ni coarta, sino que nos potencia en la dirección y el sentido adecuados.
Y más: creo en el esfuerzo, en el cultivo de la voluntad, de la constancia, de la perseverancia. Y, por supuesto, en la autoridad que deben ejercer los educadores y deben aceptar los verdaderos sujetos y protagonistas del proceso educativo, los alumnos. Para nada puede confundirse autoridad con autoritarismo ni simplemente con el ejercicio mecánico de un poder. No hay mayor autoridad que la que acatamos y asumimos (¡o cuestionamos y contestamos!) con respeto y convencimiento.
A Juan José le agradeceré me indique dónde puedo seguir ese interesante plan decenal de educación concertada. Y coincido en su valoración de los libros de Galeano. Pero, si a través de Internet llega a más gente, que puede interesarse y leer sus libros, mejor que mejor…
Gracias, también M. José, por tus comentarios, tus cuestionamientos y tus aportaciones que he consultado y me han enriquecido.
Tienes razón en recordar que comportamientos como los que describo en el artículo no son nuevos; ni son peores hoy que en otras épocas… No soy iluso y sé que tal vez nunca podremos erradicar las conductas humanas indeseables. Pero también creo que vale la pena intentarlo, aunque no lleguemos a conseguirlo. Y que la vía es la educación tal como la entiendo y como intentaré desarrollar en comentarios posteriores: no como algo accidental, sino como algo constitutivo de lo humano.