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Retales por Agustín Ijalba

Agustín Ijalba es escritor. Durante dos años mantuvo la columna de análisis de la realidad Por arte de birlibirloque En este espacio publicará Retales todos los lunes. Retales dejó de actualizarse en febrero de 2007.

Relativismo moral

Hablemos claro: frente al saludo fascista no hubo objeción de conciencia. En la España de la posguerra, el obispo y el cardenal integraban la cohorte de los que se cobijaban bajo el palio de Franco. A diario le organizaban una misa para darle alas de grandeza, a él, al que nombraron cruzado mayor contra la masonería y el comunismo, caudillo de España por la gracia de Dios.

Hubo mucho sarcasmo en la tertulia que a cuenta de su memoria organizan los muertos. No es posible tanta desvergüenza. No pueden ser los mismos que reclamaban fe ciega y sumisión complaciente, quienes impartían la doctrina del catecismo en las escuelas, los que ahora se rebelan frente al poder democrático, alegando la ruptura de la moralidad. Ellos, precisamente ellos, quienes se autoproclaman herederos de una tradición de repulsa frente a la tiranía de la laicidad, quienes se dicen en posesión única de la verdad revelada.

La negación del relativismo moral por el reciente Papa Bendicto se compadece mal con la historia de nuestra Iglesia, de esa misma institución que durante cuarenta años amparó moralmente a un régimen fascista, al que dio de comer y beber sin preguntarse acerca de la rectitud moral de sus leyes. Al parecer, no han aprendido nada de la historia. Hablar de relativismo es siempre resbaladizo: para ello debemos configurar previamente el marco, el espacio, las reglas de juego con las que emitir nuestro juicio, elegir unas y desechar otras. Hablar, en fin, desde una posición capaz de abarcar la totalidad es tratar de ser algo más que dios: es tratar de emularlo. ¿No es esa actitud, según sus normas, pecado de soberbia?

Pero negar el relativismo, decir que la moralidad se rige por valores absolutos, acaba por convertirse en un argumento boomerang. ¿Desde qué posición, bajo que prisma, en qué contexto histórico hace usted esa afirmación? Si tan absolutos son los valores que proclama en su homilía, ¿a qué viene el proclamarlos con esa insistencia? ¿No va de suyo que algo absoluto por naturaleza debe ser común a todo y a todos, hacerse presente en cada instante y en cada lugar?

Aquí y ahora: ¿Pretende afirmar que es la doctrina católica la que debe regir la mano del legislador civil? ¿Es acaso la tradición del pensamiento democrático la que guía sus ideas? No, desde luego, la tradición liberal, que dejaba en manos de cada cual el gobierno de sus propias creencias.

Con los pies en tierra: ¿Por qué no se arriesgaron durante la posguerra a lanzar frente al franquismo una afirmación de similar calado moral? ¿O eran acaso otros tiempos?

Agustín Ijalba | 16 de mayo de 2005

Comentarios

  1. Menn
    2005-05-16 10:12 Amén

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