Cuando decidimos empezar con Mondo Píxel PG, nos fijamos una consigna a la hora de plantear los temas: nada de puntos de partida herméticos y comprensibles sólo por iniciados en la industria. Nada de referencias a sagas y éxitos que importan exclusivamente a quienes estamos dentro, nada de chistes privados, nada (sobre todo) de plantear como dramas insostenibles cuestiones que se tornan vitales sólo para miopes con sobrepeso.

Hasta ahora no lo habíamos hecho mal del todo. Juegos que impactan socialmente con polémicas chichinabescas, pero polémicas al fin y al cabo, cambios en la industria cuya onda expansiva afecta a toda la cultura del ocio moderna… pero hoy vamos a hablar de prensa especializada. Un tema que nos hace mesarnos los cabellos, aquí en Mondo Píxel, más a menudo de lo que a nosotros mismos nos gustaría. Porque hemos estado ya en todos los puntos del campo de tiro en el que se ha convertido la prensa especializada (y siempre con una diana pintada en el culo): hemos sido lectores de la misma desde muy temprana edad, posiblemente desde antes de empezar a leer revistas de cine o música (esto es: las revistas de videojuegos de los ochenta contenían los primeros ensayos sobre cultura pop que muchos de nosotros hemos consumido); hemos trabajado en revistas mainstream del sector, malganándonos la vida y colaborando para que continúen con buena salud todos los males de los que tanto nos quejamos; y hemos fundado una atalaya alternativa, Mondo Píxel, desde la que podemos aullar con independencia pero con una repercusión infinitamente menor a la que tendríamos si hiciéramos otro blog especializado (esto es, especializado en traducir noticias de blogs extranjeros). Es decir, hemos pasado por todos los puntos del espectro de la comunicación especializada, consumiendo y produciéndola.

Y la odiamos. Odiamos la prensa especializada en videojuegos.

Somos adictos a ella, estamos suscritos a docenas de blogs que creen que un nuevo cosplay (para los nuevos: una prostituta japonesa con un traje azul turquesa de submarinismo) es algo noticiable, generamos nuestros propios hypes domésticos, comentamos en miles de redes sociales sobre los últimos trailers y algunos incluso seguimos intentando ganarnos el pan colaborando con las pocas revistas que quedan e intentando generar textos y opiniones que a final de mes no nos lleven a pensamientos incompatibles con la vida. Pero odiamos la prensa especializada: una prensa que nació hace veinte años como guías de compras que pudieran ser entendidas por niños de diez años y que apenas ha evolucionado desde entonces. La situación es espeluznante y a las pruebas nos remitimos. Un par entre cientos, por no aburrir.

Game Journalists Are Incompetent Fuckwits: http://gamejournos.tumblr.com es el intraducible y muy poco amable blog que Ben Paddon, un periodista especializado en paro, dedica a sus antiguos compañeros de profesión. En algunos casos, a sus antiguos compañeros de redacción. Dejando de lado el por qué de tanto odio, si es una postura apropiada o no, o si simplemente es una maniobra de ego-boost para encontrar un trabajo igual de miserable que el anterior (que lo será sin duda, más incluso si el cargo es superior), el tumblr en cuestión es un escaparate de buena parte de lo que apesta en el periodismo especializado en cultura pop en general, y en videojuegos en particular. Y el propio Paddon no es el que sale peor parado, tal es el calibre de la procesión de monstruos que exhibe en el blog: artículos escritos sin ni siquiera contrastar una miserable nota de prensa, fobias y filias personalísimas que salen a relucir en los momentos más inapropiados, tendencia a propagar falsedades o vaguedades comúnmente aceptadas por pereza o ignorancia, elección de temáticas que denotan una ausencia total de respeto hacia el lector y hacia las dosis más elementales de amor propio… en general, periodismo malo y barato que no tiene nada que ver con el viejo debate de la objetividad, y sí con hacer las cosas bien o mal.
Y sobre todo, y he aquí el epicentro del drama, lo que desvela Paddon, vistas algunas de las réplicas que recibe, es que el problema no son los periodistas y sus manías (y modales) de niñato malcriado, sino el público al que se dirige. Los miopes con sobrepeso de antes, pero que ya no tenemos diez años. Tenemos treinta y pico.

Otro ejemplo: en casi todas las revistas de videojuegos hay una sección en la que se pide a los lectores que manden sus reanálisis a la redacción, y vuelvan a puntuar los juegos según sus gustos. (Para los suertudos que no leen prensa del ramo, aclaremos que la de videojuegos es la única facción de la comunicación cultural que va un paso más allá de los códigos de una a cinco estrellitas que sirven para dar una visión reduccionista pero genérica de la opinión del crítico en cuanto a libros, discos o películas, y se cascan puntuaciones en ocasiones con un par de decimales; como experimentados juntaletras del sector les aseguramos que es complicado no sentirse como completos gilipollas cuando toca escribir esa parte de los análisis). En definitiva, a lo que íbamos: no crean que el público acepta esto de los decimales en escalas de cero a cien como una manía de los periodistas y que qué le vamos a hacer: aclaman, apoyan e incluso llevan a cotas de extrema ridiculez este sistema cuando, en secciones como la que comentamos de, por ejemplo, la Revista Oficial Playstation, escriben cartas muy severas (existen; las hemos visto) diciendo _“vuestro 9’3 a God of War 3 es completamente injusto: su soberbia jugabilidad y el magnífico aprovechamiento de la potencia de la consola le hacen merecedor de un 9’7”.

Cuidado: hay diferencia entre un 9’3 y un 9’7 refiriéndose a una producción cultural, y al menos hay un imbécil que cree que vale la pena discutir sobre ello.

Que es exactamente lo que estamos haciendo nosotros.

Quedémonos ahí: si no pensáramos que vale la pena revitalizar y creer en la prensa especializada, para empezar no estaríamos sacando adelante un proyecto como Mondo Píxel e inaugurando ramificaciones como esta columna. Pero a veces no es que nos fallen las fuerzas: es que dudamos de si alguna vez las hubo por algún sitio.