Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Yo no sé si tenéis cable o digital, queridas, ni si en la plataforma que gobierna vuestras vidas y opiniones ofrecen el canal Fox, que es el que se precia de tener las mejores series. No lo sé y no me importa. Aunque una cosa está clara: la tele es invisible si sólo se tienen los canales en abierto. Ya lo es en los países donde se produce buena televisión, más en Espéin, donde no se produce buena televisión.
También ocurre que en esos otros países la tele atrae a excelentes escritores, directores y productores. Por una sola razón: se gana dinero. En Espéin, se gana poco. Los cutres que son los dueños del cotarro joden a los currantes creativos hasta que los queman. La idea es hacer dinero rápido. Al cabo la gente se come lo que le echen. Por eso la poca buena televisión que echan en esta isla (porque vivimos aislados, la verdad), es extranjera. Y casi toda, gringa.
Fox tiene la manía de muchos canales de cable de repetir los mismos programas durante la semana. Es una manía que agradezco, porque un servidor es persona ocupada y no siempre tiene tiempo de estar al tanto de lo que dan. Aunque su obligación sea defenderos de toda la mierda.
Y de vez en cuando, Fox aprovecha el día lento, el sábado por la tarde para echar tres capítulos de una misma serie para ver si os enganchan. Y yo he aprovechado este sábado para echar un vistazo a Deadwood, la primera serie del oeste en mucho, mucho, mucho tiempo.
Y la serie no está mal, la verdad. Se basa en hechos supuestamente reales de la fundación del pueblo minero de Deadwood, en Dakota del Sur, zona minera, territorio Sioux. Hay un malo muy malo, que es el dueño del bar, el casino, la casa de putas, el hotel y la agencia inmobiliaria. En otras palabras, un empresario valenciano. Sólo le hace falta ser directivo de un equipo de fútbol y presidente de una falla. Pero el tiempo se andará.
La serie fue creada por David Milch, mismo productor de Policías de Nueva York, lo cual explica, queridas amigas, el ritmo de la serie, cansino tirando a lento, y produce en mi una extraña reacción: me aburre y me interesa al mismo tiempo. Es como una novela de Sebald: uno dice Joder, qué aburrido está esto. Y es incapaz de dejar de leer. O seríais incapaces de dejar de leer, si leyeseis.
Deadwood ganó 5 Emmys, todos por cuestiones visuales, ninguno por guión o por actuación. Cinematografía, vestuario, maquillaje y no sé qué más. Claro, si todas las demás series se sitúan en el presente, es lógico que la que se sitúa en el pasado resulte más pintoresca.
La serie es también una explicación del credo neoliberal de las grandes multinacionales, las mismas que se pasan el día gritando ¡Mercado libre! y en cuanto se abre el mercado lo cierran con su monopolio. En otras palabras, es un manual para empresarios que quieran competir con los anglosajones. Ahí tenemos la distribución del cine en Espéin como ejemplo. Un mercado en el que la libre competencia está prohibida.
Deadwood significa madera muerta. Podría ser el título de un documental sobre la televisión que se produce en Espéin. Dudo que la reciente expansión de canales nos traiga mejores programas hechos en casa. Seguramente continuará el landismo moderno y la incapacidad de producir series dramáticas de un mínimo fuste.
Así es la vida en Espéin, mis guapas, y por ahora, estamos condenados a vivirla.
Chao.