Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Hola, guapísimas. Ha comenzado el puto mundial, ¿ya os habéis comprado una tele nueva? No sé con quien hablaba el otro día y me comentó que siempre que en su casa hubo tele nueva, la primera en color, por ejemplo, fue por un mundial. No es de extrañar, entonces, que en tantos sitios donde venden aparatos electrónicos, las teles exhiban fútbol y más fútbol. Es para tentar al troglodita de la familia, que a menudo es también quien toma las decisiones sobre los gastos más o menos grandes. Y así va la vida ciudadano-consumista.
Fútbol es fútbol. Como todas vosotras sabéis, el fútbol es una religión global. Una religión que surge, como todas, de la corrupción y falta de imaginación de las religiones establecidas. Imaginación, mis guapas, también puede tomarse en otro sentido: espiritualidad. Y está claro que nuestras religiones oficiales dan poco en esa dirección.
El fútbol es una religión porque ocupa ese espacio de imaginación, de esperanza, de milagro, de sobrenaturalidad (ver salarios de futbolistas), de más allá, de vida después de la muerte (o el partido), de rito, de asombro (ver Ronaldinho), de inteligencia malgastada (hablar del penalti no pitado es lo mismo que discutir sobre el sexo de los ángeles), de comunidad, y de todo lo demás que la religión, como su nombre indica, debe aportar.
Pero al fútbol, como religión, le pasa lo mismo que al cristianismo: de entrada, mis queridas, son religiones pobres. Así que siempre hay unos señores que tienen buenas ideas para enriquecerlas, para hacerlas más espectaculares y anonadantes del pobre diablo creyente. Aumentan los ritos y las competiciones, todo se vuelve más grande, más llamativo, más lleno de color y emoción. Se venden souvenirs, ya sean cruces o camisetas con publicidad. Pero sobre todo, se gana dinero, mucha pasta que nadie sabe exactamente a dónde irá a parar.
Tomemos, mis alegres muchachonas, el espíritu en sentido alemán, el Geist, que es alma e inteligencia simultáneamente. Cuando eso se vacía, ese es el momento de una nueva religión. Y nos hemos ocupado muy bien durante los últimos cincuenta años de vaciarlo todo, aunque la idea original era vaciar para luego llenar de objetos de consumo. Pero el consumo no es suficiente, falta la parte interna, los cojones, la vida misma. El consumo es como ir todos los días a un funeral. Le falta vida. De ahí la necesidad de la nueva religión.
Y esa religión, como todas sabéis, es el fútbol. Cuanta más afición al fútbol más grande es la miseria espiritual. O viceversa (pierdo la cuenta y el orden). Por eso me gusta una de las camisetas más poéticas y subversivas de la Internacional Melancólica que dirige nuestro amiguito Colom: la que pone Fútbol espiritual. Es como redundante y no a la vez. La idea tira en dos direcciones distintas que al final se encuentran en el vacío de nuestras vidas. Y ese vacío es lo que señala la camiseta. Hay que joderse.
Bueno, a ver si antes de la semana que viene ya sabemos que nuestro equipo nacional no da para más, una vez más. Hasta entonces,
Chao.
2007-11-02 11:19
me gustaria saber que es una religion