Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Hola, ecuménicamente guapas. Aquí Cabana con una serie de rumores y cosillas sobre la todavía demasiado reciente visita del Papa a Valencia. Y vosotras diréis, ¡Pero si eso ya pasó hace mogollón! Y yo diré, Sí, pero aquí en nuestra tele post-autonómica se han pasado muchos días con un resacón del Papa esto, el Papa lo otro, el Papa lo del más allá. Aunque siempre esté hablando de lo de más acá.
El caso es que he oído por la ciudad, queridas, algunos rumores superchulos. Mi favorito es que el Ayuntamiento pagó 600 euros por cada bandera amarilla y blanca que se colgó en la ruta del Papa. Ya me parecía a mí raro que hubiese tantas. Claro, yo no digo que este rumor sea cierto, pero sí que explica el fervor banderil que había observado. Luego, en otras partes de Valencia, de banderas había pocas o ninguna. Así viene el hombre este, cree que la ciudad lo recibe como a los americanos, con alegría y resulta que nada, que a la gente, en realidad le importa muy poco su presencia aquí. La clásica indiferencia valenciana: Que nos dejen vivir en paz, hombre. Menos en fallas, claro.
Luego está la postpolémica sobre cuánta gente vino. Yo salí a dar una vuelta por el centro y no había ni dios. Dios, supongo que estaría en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde montaron un tremendo altar con aire acondicionado y todo. El resto de la ciudad estaba vacío. Tan vacío estaba todo que se podíais andar por el medio de la calle sin peligro siquiera os atropellara una bici. Los hosteleros y los comerciantes se quejaron de que no vendieron nada. Y el sábado es el gran día de las compras en Valencia. El Ayuntamiento dice constantemente que hubo un millón y medio de personas. Pero meter tanta gente en la ciudad provocaría atascos y follones infinitos, y de eso no hubo nada. Hubo más follón el domingo, cuando toda la valencianada que se había largado, huyendo del follón prometido, volvía. Pero es que tendríais que haber visto la ciudad: Valencia sin gente es la ciudad ideal.
También me ha llegado el rumor de que la policía intentó hacer un censo de los pisos en los que se colgaron banderas contra el Papa. Como si en realidad esa gente fuera un riesgo para alguien más que para sí mismos. Es muy cutre eso de andar por ahí averiguando los nombres y direcciones de la gente que no comparte la opinión de uno, ¿no os parece? La que dicta nuestro buen gusto civil es la libertad, y la democracia es su secretaria. E ir contra sus dictados es de un mal gusto impresionante.
Como también es de un mal gusto de aúpa invitar al Urdaci a que haga de comentarista estrella en la tele postautonómica. Es un postperiodista que trabajó para la tele pública pero siempre se mostró abiertamente sectario. El postperiodismo es exactamente eso, queridas amigas personas lectoras: una despreocupación total por lo que ocurre, una preocupación total por cómo se percibe lo que ocurre. Y no es que el postperiodismo sea practicado únicamente por unos, es practicado por todos. Pero algunos lo practican mejor que otros, y en ese aspecto Urdaci mostró una falta de destreza descomunal. Incluso se le ha acusado de mentir abiertamente. Tan poco hábil ha sido el tío. Y si no ha sido hábil, ¿por qué traerlo? ¿Porque es uno de los nuestros? ¿Recordáis aquella película sobre la mafia que se llamaba “Uno de los nuestros”?
Por último, me complace informaros, mis guapas, de que ayer, por fin, una semana entera después, comenzó la recogida de los siete mil o así váteres portátiles que hacían guardia en los alrededores del suceso papal. Espero que no haya que pagar el alquiler de los días en que los váteres no estuvieron hábiles.
Un saludo de mi parte de parte de mi postfamilia
chao