Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Dermoestéticamente guapas, hoy toca hablar de una serie que ya no deberían de echar si no es el canal nostalgia de algún pervertido emocional. Me refiero a JAG: Alerta roja, esa tontería del pasado pasadísimo.
No entiendo por qué AXN, que es un canal de pago, se empeña en que veáis esta serie. Incluso la repite varias veces al día. Sobre todo ahora que nos están bombardeando con series gringas, alguna alemana, alguna australiana, alguna inglesa. Ha de ser para que no os riáis tanto de los guionistas espeinoles.
(Nota: siempre insistiré en que habría que soltarle un presupuesto bonito a varios equipos de guionistas espeinoles para que hicieran lo que quisieran, tanto en comedia como en drama. Otra gallina cloquearía, un servidor se apuesta el bigote. Pero las productoras y sus productores son demasiado cutres como para permitirlo. Y si esas series se realizaran técnicamente con presupuestos de verdad, es posible que incluso lograran venderlas en el mercado europeo y ganaran un dinerillo de verdad. Pero no interesa.)
Volvamos a JAG, esa estupidez. JAG es la versión dulce de las fuerzas armadas norteamericanas, que ya no existe porque se ha llenado de sal en Irak. Dulce, digo, porque va de oficinistas, no de militares de verdad, que cuando salen o son muy buenos o son muy malos o se han visto atrapados entre los romos dientes del sistema y resisten con todas sus fuerzas porque son gente de honor y bondad, no como vosotras que sois mis lectoras.
Lo más irritante de la serie es cuando se saludan los soldaditos y marineritos. Siempre es un saludo como de máximo respeto, lleno de emoción contenida. Nunca es un saludo rutinario, aburrido, negado de intención. Como lo sería en la realidad. Siempre es un saludo que significa: usted sí que es un milico de verdad y yo le admiro por eso. Lo vemos a cada rato en movidas gringas en las que aparecen soldados.
¿Qué pasaría si vosotras, queridas personas lectoras, me enviarais correos electrónicos en los que dijerais cosas como “Joder, Cabana, tú sí que eres un columnista televisivo de verdad.” Muy fácil: os mandaría a la mierda con la elegancia que me caracteriza. O me quedaría con vuestra dirección y os enviaría peticiones de dinero para siempre. O cartas erótico-gastronómicas ilustradas con fotos porno de animales de corral.
¡Mira! Ahí está la comparación perfecta. JAG es tan interesante como una foto porno de animales de corral. Y yo que pensaba que no iba a encontrar la manera de describir la tontería de la serie. No hay nada como sentarse a escribir para ver que estupidez se le ocurre a uno. ¡Hay que JAGarse! Esto de la inspiración es la hostia. Tenéis que probarlo.
Y otro aspecto irritante de la serie es el tontito gordito inocente que hace de payasito para que los otros personajes queden de puta madre. Ese personaje gusta mucho en las series espeinolas semiserias: el tonto que añade el toque cómico innecesario. Habría que prohibirlo. Habría que hablar con la ministra de sanidad para que hiciera una ley como la del tabaco prohibiendo la aparición de tontitos en las series supuestamente dramáticas. No se me ocurre otra función para dicha ministra, ahora que ha cumplido con el cometido de toda su vida y no tiene nada mejor que hacer. Bueno, podría ponerse cómoda en su despacho y fumarse un buen habano, pero…
Pero pensándolo bien, eso es lo que voy a hacer yo. ¡Borja, Tigre! Venid a oler el humo, que sé que os encanta. ¡Borja! ¡Tigre! Tigre, bonito, ¿dónde estás?
Voy a buscarlos, queridas.
Chao.