Ramiro Cabana es comentarista de radio y televisión. Tele por un tubo dejó de actualizarse en agosto del 2006.
Queridas amigas personas lectoras,
Esta es la última columna que escribo para vosotras. Bueno, y para nadie. Es la última. No sé cuántos años llevo con esto, desde los tiempos de la revista Almacén, pero la verdad es que estoy hasta los cojones.
Como habréis notado en los últimos tiempos, ya no tengo nada que añadir a mi discurso sobre la tele. Nada. Nada porque aunque siempre hay programas nuevos, lo nuevo es siempre lo mismo. Ya lo decía Walter Benjamin, eso de que lo nuevo es siempre lo mismo. O siempre igual.
Y lo que es casi peor, ya no veo la tele. No tengo tiempo de verla, ni ganas. Mis asuntos, mis negocios, me chupan el tiempo. La tele me chupa otra cosa, por eso casi ni la enciendo.
Sé que os parecerá doloroso ver la tele sin mí, sin vuestro defensor justiciero. Sé que os dará miedo, al principio, pero os aseguro que podéis hacerlo solitas. Ver la tele es igual que hacerse una paja, pero con menos imaginación. Ya os lo dan casi todo hecho. O al menos esa es la apariencia que quieren que os creáis. Creo que ya sois lo bastante grandecitas como para ver la tele por vuestra cuenta y riesgo.
Esta, sin embargo, no es mi partida absoluta de LdN. De vez en cuando volveré con algún artículo de opinión a daros la vara. A decir cuatro salvajadas y salir corriendo, antes de que alguien piense que hablo en serio. Si seguís pasando por aquí, me encontraréis.
Todo el palacete os manda saludos: mi chavala, Borja y Tigre, el personal.
Yo también, mis guapas.
Chao.